
En tiempos de bolsillos ajustados, cada sol cuenta. Y cuando los ingresos no alcanzan para cubrir las cuotas, muchos peruanos enfrentan la misma disyuntiva: ¿reprogramar o refinanciar sus deudas? Aunque suenen parecidos, ambos caminos tienen efectos muy distintos sobre el historial crediticio y la salud financiera.
Jorge Carrillo Acosta, especialista en finanzas de Pacífico Business School, recordó que más del 70% de la población se encuentra en el sector informal, con ingresos inestables, lo que incrementa la posibilidad de retrasos o incumplimientos. Incluso quienes tienen empleo formal no están exentos: un gasto inesperado, una emergencia médica o la reparación de un electrodoméstico pueden desequilibrar cualquier presupuesto.
No obstante, dijo Carrillo a Gestión, reprogramar y refinanciar no son sinónimos.
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A su vez, Paola Arrilucea, docente de Negocios de Certus, señala que los informes de la SBS y el BCRP ya advierten que el endeudamiento de los hogares y el crédito de consumo son focos de vulnerabilidad.
El encarecimiento del costo de vida y la pérdida de poder adquisitivo han llevado a muchas familias a renegociar plazos o tasas para conservar su capacidad de pago.
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Reprogramar es diferente a refinanciar
Carrillo aclara que reprogramar se da ante un problema temporal, cuando no puedo pagar una o dos cuotas por una eventualidad. “La nueva cuota no baja más del 20% de la original y no afecta mi historial crediticio”, detalla.
“En cambio, el refinanciamiento responde a un problema estructural: ya no puedo pagar el monto anterior porque mis ingresos bajaron de forma permanente. En ese caso, la cuota cae más de 20% y mi calificación crediticia se deteriora al menos por seis meses”, agregó.
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Arrilucea coincide: reprogramar es ajustar el cronograma del mismo préstamo sin firmar uno nuevo, mientras que refinanciar implica crear un contrato distinto, generalmente tras haber caído en atraso.
“El refinanciamiento puede afectar temporalmente el score crediticio, pero si el nuevo plan se cumple puntualmente, la calificación mejora con el tiempo”, explica.
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¿Cuándo elegir cada opción?
La decisión depende del tipo de dificultad. Si el problema es momentáneo -digamos una reducción temporal de ingresos o un gasto imprevisto- conviene reprogramar.
Pero si la deuda ya está vencida o el ingreso cayó de manera sostenida, refinanciar es la alternativa más realista.
“Siempre que sea posible, hay que priorizar la reprogramación. Pero si la cuota no se puede sostener, es mejor refinanciar antes que dejar de pagar”, advierte Carrillo.
Arrilucea agrega que la anticipación es clave: “Cuanto antes se comunique con el banco, más opciones tendrá. Esperar solo empeora la situación y eleva el costo financiero”.
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Orden antes que urgencia
Ambos expertos coinciden en que el desorden financiero es la raíz del problema.
“El principal error es no planificar. Se compra sin evaluar la capacidad real de pago, o se usa la tarjeta de crédito -con tasas de más del 70% anual- en lugar de un préstamo personal que podría costar 15% o menos”, señala Carrillo.
Arrilucea agrega otros descuidos frecuentes: no presupuestar, usar ingresos extraordinarios como si fueran permanentes o no avisar a tiempo al banco de una dificultad.
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Estrategias
Cuando ya existen varias deudas, el primer paso es revisar el presupuesto familiar.
“Hay que identificar cuánto puedo ajustar mis gastos para saber cuál es mi capacidad real de pago”, recomienda Carrillo.
“Luego, acercarse a la entidad financiera para negociar un nuevo cronograma”, agregó.
Arrilucea sugiere tres pasos concretos:
- Inventariar todas las deudas, con monto, tasa y plazo.
- Clasificarlas por prioridad, empezando por las que tienen mayor interés o riesgo de pérdida de un bien.
- Negociar antes de atrasarse, o centralizar todas las deudas mediante una compra de deuda con menor tasa efectiva.
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En caso de perder el empleo
El peor error ante una pérdida de ingresos es quedarse inmóvil.
“Lo primero es revisar el presupuesto y reducir los gastos no esenciales. Luego, comunicar de inmediato al banco la dificultad para acceder a una reprogramación o periodo de gracia”, explica Arrilucea.
Carrillo añade: “Si tengo CTS o liquidación, debo calcular cuántas cuotas puedo cubrir sin afectar mis gastos básicos. Si el fondo se acaba, ahí sí conviene pedir un refinanciamiento”.
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Herramientas para mantener el control
Ambos especialistas coinciden en la importancia de la disciplina y la planificación.
Arrilucea recomienda usar hojas de cálculo o apps para registrar ingresos y gastos, aplicar la regla 50-30-20 (50% necesidades, 30% estilo de vida, 20% ahorro o deuda) y revisar el presupuesto semanalmente.
Carrillo sugiere además una guía práctica:
“Las deudas no deben superar la tercera parte de los ingresos netos. Si gano S/ 3,000, no debería destinar más de S/ 1,000 al pago de cuotas”.
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Finalmente, Arrilucea recuerda un dato preocupante: solo el 33% de peruanos podría cubrir sus gastos por más de un mes ante una pérdida de ingresos, según la Encuesta Nacional de Capacidades Financieras de la SBS y la CAF.
“El resto vive al día, sin fondo de emergencia. La educación financiera sigue siendo una tarea pendiente”, concluye.

Escribo sobre política, economía, defensa y afines. Nueve años contando historias y analizando problemáticas en prensa escrita, radio y televisión.








