
La única ciudad del mundo donde un tren atraviesa un edificio de viviendas. La llamada “ciudad 4D” y, para muchos, el lugar “más loco” de Asia porque uno nunca termina de saber en qué nivel está: si en el primero, en el décimo… o en ambos a la vez. Así es Chongqing, la megaciudad china que se ha vuelto viral en redes sociales —y no solo en TikTok—, con decenas de rascacielos construidos en apenas las últimas dos décadas. Hoy apunta a consolidarse como uno de los principales polos turísticos y logísticos de ese país (que se conectaría incluso con el puerto de Chancay). ¿Otra singularidad? tiene una población casi igual a la del Perú (32 millones de habitantes), pero en un territorio mucho más pequeño. Pudimos visitarla.

Este viaje comenzó en Lima. Más de 25 horas de vuelo separan al Perú de China —con escala en París y luego en Pekín— antes de abordar un avión adicional de casi tres horas rumbo a Chongqing, en una aerolínea que lleva al oso panda estampado en todos sus boletos. Esta megaciudad nos recibe con una humedad intensa. Ubicada en una zona montañosa, explica por qué sus rascacielos están a distintos niveles, generando un panorama que parece futurista o sacado de una película de ciencia ficción. Y no en vano también se la conoce como la capital de los puentes: alberga más de 20,000.

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El encanto de Hongyadong
La primera parada, prácticamente inevitable al salir del aeropuerto, es Hongyadong, un barrio tradicional que recuerda a las calles antiguas de Barranco (en Lima), aunque multiplicadas por diez. Sus pasajes empinados están llenos de arte, cafeterías y casas de té. Las escaleras de madera junto a su abundante vegetación conducen a un mirador desde el que se observa el río Yangtsé, uno de los más importantes de China. Se trata de uno de las pocas zonas que conserva el espíritu de la antigua ciudad de pescadores.
Desde ese punto se puede divisar otra de sus grandes obras: The Crystal, el edificio horizontal más grande del mundo. Inaugurado hace apenas cinco años, es una estructura de 300 metros de largo y 15.000 m² suspendida a 250 metros de altura, conectando cuatro torres como si fuese un puente de lujo. Aloja una piscina infinita, hoteles y restaurantes. Un reflejo del proyecto de transformación urbana que impulsa el gobierno central. Y no es casualidad. Chongqing ha sido 3 veces la capital de China y ahora es el punto de conexión entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta y el Cinturón Económico de Yangtsé.

Cuando cae el sol, el paisaje adquiere un aire casi irreal. Hongyadong se convierte en el principal imán turístico: no son cientos, sino miles de visitantes —chinos, viajeros de otros países asiáticos y, cada vez más, europeos y latinoamericanos— los que llegan para contemplar el conjunto iluminado. Las luces amarillas perfilan las casonas tradicionales de Chongqing y crean una escena que podría pertenecer a un anime. Jóvenes vestidos con trajes de distintas dinastías, mientras influencers y fotógrafos aficionados buscan el mejor ángulo. Conviene llegar temprano si se quiere asegurar un buen sitio; es, probablemente, el punto que más viajeros ha atraído a la ciudad. Pero no es el único.

Naranjas, pastas y parques industriales
Viajar a Chongqing es asomarse a una China que aspira a consolidar su desarrollo económico en el 2049. La ciudad presume de varias récords mundiales: la estación de metro más profunda del planeta; uno de los puentes más largos; y, en Yunyang —un distrito a casi dos horas del centro con tren bala—, el parque geológico más grande de Asia, donde funciona el segundo columpio más alto del mundo. Antes de subirse, los visitantes deben pasar por un control de presión arterial; los mayores de 60 años no pueden hacerlo. En concreto, la expansión urbana es constante: cada día parece levantarse un nuevo edificio.

Sin embargo, Chongqing no creció gracias al turismo, un sector que recién se ha reactivado tras la pandemia. Mucho antes de las grandes obras de infraestructura, ya era conocida por su producción agrícola. Su cultivo de naranja es emblemático; en Yunyang se encuentra además la mina de sal más antigua del mundo. La región produce el 33% de todos los crisantemos de China y es un importante polo de plantas medicinales. También es célebre por sus maestros de pasta: se dice que la producción diaria de pastas podría dar casi cien vueltas a la línea ecuatorial.

El desarrollo industrial es igual de significativo. Chongqing tiene al menos tres grandes parques industriales, incluido uno cercano al puerto de Luohuang, donde se proyecta consolidar el tren intermodal que conectará con Shanghái y, posteriormente, con el puerto de Chancay: las autoridades locales confían en su viabilidad. Este parque combina un centro logístico y una zona franca, y su ubicación es estratégica: a 45 minutos del aeropuerto, del puerto y de las vías rápidas, además de contar con acceso ferroviario —incluida la cadena de frío— para exportación e importación.
Solo en 2024 se exportaron desde allí más de 13 billones de yuanes. A pesar de tener menos de diez años de operación, ya alberga más de 1.100 empresas entre fábricas y almacenes: firmas automotrices, compañías agrícolas que exportan té, pastas y licores, productoras de papel y materiales de construcción, fabricantes de vehículos y muebles inteligentes, e incluso marcas coreanas de cosméticos han elegido instalarse ahí.

¿Hasta dónde puede crecer? Nadie lo sabe con certeza, porque el parque industrial continúa ampliándose. Uno de los funcionarios locales comenta el interés por fortalecer la importación de carne. No sería extraño: Chongqing es una ciudad de gran consumo de cerdo y su plato más reconocido, el Huo Guo —la popular olla caliente— suele incluir cerebro de cerdo. Es uno de sus platos más típicos.


Y aunque Chongqing pueda sonar como un lugar futurista, la tradición milenaria también es parte de su identidad. Una parada imprescindible para entender esa dualidad son los tallados rupestres de Dazu, cuya belleza y experiencia turística merece un artículo propio (Nota: pronto lo publicaremos). Estas esculturas, ubicadas al pie de la montaña, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y constituyen una de las expresiones artísticas más notables del país.
El conjunto representa una fusión y armonía —una palabra muy presente durante todo el viaje a China— entre el budismo, el taoísmo y el confucianismo. Sus relieves narran escenas de la vida cotidiana entre los siglos IV y XIII. Al igual que en este espacio, en Yunyang el gobierno local está realizando diversas inversiones y esfuerzos para atraer a más turistas fuera del Asia, principalmente a aquellos que gustan de la vida en el campo y los deportes extremos.


Otros datos sobre China
- La mejor época para visitar China suele ser entre septiembre y octubre, cuando las temperaturas son más suaves. Si el viaje coincide con octubre, conviene hacerlo después de las festividades nacionales, periodo en el que el flujo interno de turistas se incrementa de forma notable.
- Los ciudadanos peruanos pueden ingresar a China sin visa para viajes de corta duración. Sin embargo, según el propósito de la visita, es posible que deban acudir previamente al Consulado de China en Lima, ubicado en San Isidro, para completar ciertos trámites o confirmar requisitos.
- El pasado 4 de diciembre se inauguró la ruta Buenos Aires–Shanghái, un trayecto de 25 horas que ya figura entre los vuelos comerciales más largos del mundo.
- La autora de este artículo viajó a China para participar en el Seminario para Profesionales de Medios de Comunicación de Perú, organizado y financiado por el Ministerio de Comercio de la República Popular China.

Coordinadora en la revista G de Gestión e integrante del podcast de economía y negocios 'Actualidad Latinoamericana'. Escribo sobre management, agricultura, tecnología y emprendimientos. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Activa participante de los cursos del Centro Knight para el Periodismo en las Américas.








