
El ritual navideño en Perú incluye una taza de chocolate caliente. Este hábito estacional ha impulsado, desde el siglo XX, la activación de varios eslabones económicos: producción agrícola, empleo, transformación industrial, transporte... y la lista podría continuar cual carta a Papá Noel.
¿Cómo el grano del cacao se llegó a vincular emocionalmente con las canciones de Los Toribianitos? Aquí, la historia al ritmo de “Canta, ríe y bebe”.
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La ruta del cacao
Antes de 1965, en Cusco, el chocolate circulaba solo a granel, como “bolas de pasta de cacao”, precisa José Antonio Mejía, presidente del Comité de Café y Cacao de Adex.
“El chocolate para taza que nuestros abuelitos tomaban era elaborado en las cocinas de leña. Tostaban los granos de cacao en ollas y, con la ayuda de morteros, los convertían en masa. Normalmente tiene un sabor amargo, pero, al mezclarlo con leche, es muy agradable. [...] En Quillabamba, Cusco, todavía guardan la tradición; y en los mercados de Ayacucho también”, detalla.
Este producto artesanal simbolizaba un elemento de cotidianidad: en el ‘Ombligo del mundo’, el chocolate caliente se consumía entre tres y cuatro veces por semana.
Ante tal nivel de demanda, Sol del Cusco vio la oportunidad de expandir en todo el país una tradición inicialmente sureña. Puno, Apurímac, Moquegua y Arequipa fueron los primeros paraderos, cuenta Amanda Gallegos, gerente general de Incasur, la empresa peruana a cargo de la marca.
“Llevamos el chocolate a un empaque por un concepto de inocuidad, de estándares de calidad, de protección del producto. Entonces, la primera tableta de chocolate industrial y bajo una marca propia fue Sol del Cusco. Estamos cumpliendo 60 años en los hogares peruanos. [...] Se comercializaba en un mercado regional, pero, gracias a una etiqueta con colores que evocan a la tradición, empezó a coger fuerza en el mercado de la macrorregión sur”, expresa la vocera.

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La “estrella” navideña
De acuerdo con el especialista de Adex, el Perú cuenta con 16 regiones productoras de cacao. La que más destaca es San Martín, donde se genera hasta el 45% del total. Le siguen Ucayali, Amazonas, Bagua, Jaén y Junín. Desde estas tierras, el producto parte hacia destinos como Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica, México y España.
“De la producción nacional de cacao, que es de 190,000 toneladas, 50,000 toneladas se consumen a nivel interno. El resto lo exportamos como grano de cacao, derivados o chocolate mismo”, indica Mejía.
Sin embargo, “en el centro neurálgico de la producción y la exportación de chocolate para taza se ubica el cacao cusqueño”, aclara Gallegos.
Y agrega: “El cacao cusqueño tiene características particulares de aroma, acidez, color y sabor. [...] Dado el alcance, este año lo estamos cerrando con 40 millones de tabletas. En valores, la categoría chocolate para taza en Incasur representa más o menos el 55% de su facturación”.
Mejía refuerza la premisa: “El chocolate del sur, considerado como común o chuncho, es el nativo y guarda bastante grasa en el grano, lo que hace que la bebida sea más sabrosa, más espesa, como les gusta a los peruanos. En cambio, el chocolate de San Martín o el de Ucayali pertenece a variedades mejoradas como el CCN 51, que nos ha servido, más bien, para incrementar nuestras exportaciones, por el alto rendimiento”.
En suma, la oferta agrícola privilegiada contribuyó a que sea más sencillo para los peruanos seguir “las tradiciones americanas”: tomar una bebida caliente en Navidad, una fórmula típica en el ideario estadounidense. Y para cumplir con dicho requerimiento de los consumidores, Incasur, por ejemplo, opta por una producción full time entre agosto y septiembre.
“Vamos a doble turno de lunes a sábado, en dos líneas de producción, y ya no solo una, para poder llegar a los volúmenes. La campaña la cerramos en noviembre. A esas alturas, el chocolate ya está disponible a nivel nacional”, narra la gerente.
Pero ahí no queda todo: una vez introducido en el imaginario festivo de diciembre, el chocolate para taza se empieza a propalar hacia otros fines.
“Si bien en Navidad siempre crece el volumen de chocolate para taza, hoy en día producimos todo el año. [...] La tableta se usa también en repostería para hacer fudge, brownies o tortas de chocolate”, observa.

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Identidad y lovemark
Después de Brasil, Perú es el segundo país con más industrialización de cacao en Latinoamérica. Adex previamente había señalado que en el Perú se muelen cerca de 85,000 toneladas de cacao por año, lo que significa que alrededor del 40% de la producción de este grano se tritura y se transforma en derivados.
En ese sentido, la fuerte presencia de la industria cacaotera responde, en parte, al peso de empresas consolidadas en el mercado, como Machu Picchu Foods, Romex o la Compañía Nacional de Chocolates.
Al respecto, Incasur explica que dicha estabilidad permite apostar por versiones premium con el objetivo de reforzar la conexión con los consumidores, un camino que eleva a cualquier marca al podio de una “lovemark”.
“Hay toda una ceremonia alrededor de la preparación del chocolate para taza. Es una tradición que se traslada de generación en generación. [...] Como empresas, somos fieles al origen, a la identidad. En el caso de Sol del Cusco, hemos logrado abrir puertas en Estados Unidos, Japón, Taiwán, España, Chile, México”, analiza Gallegos.
La trayectoria nacional la respalda: cinco años atrás, el Perú solo exportaba el 2% de su producción en chocolates. Ahora, ha llegado a despachar el 20%, recaba Adex.
En resumen, el cacao peruano es una economía viva: 120,000 familias, distribuidas en 215,000 hectáreas de trabajo, se dedican a su cultivo. Al final, la taza de chocolate protagonista en la Nochebuena carga geografía generosa, fuerza corporal y un sabor de orgullo.

Redactora de Economía en diario Gestión. Periodista piurana con seis años de experiencia profesional en el rubro.









