Statera, que significa “balance” en latín, nació como una propuesta en la que mandaban la técnica y la exploración. Pero las cosas han cambiado: la esencia de bosque, los aires de langosta, la arcilla y la carne de sajino han dado paso al lomo saltado, las croquetas y las empanadillas. Tal parece que los habitantes de esta autodenominada capital gastronómica no son muy asiduos de nuevas experiencias culinarias.