
A estas alturas, y con la campaña electoral tocando la puerta, resulta muy difícil tratar de explicarse por qué el Gobierno, y varios de los partidos políticos con bancada en el Congreso, cometen tan gruesos errores, que pueden costarle muchos votos en las próximas elecciones.
Incluimos al Gobierno porque, a pesar de lo que debería sugerir un buen razonamiento político, el Ejecutivo se esmera en participar, directa o indirectamente, en la precampaña.
Además, existe un partido político que va a participar en la campaña y que se señala como muy cercano al hermano de la presidenta, el mismo que podría señalarse como uno de los oficialistas, más todavía si uno de los ministros del actual Gabinete, quizás el más entusiasta promotor de su jefa, va a tener una candidatura en una posición expectante en dicho partido.
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Y decimos uno de los oficialistas, porque los rumores señalan que otros ministros (2 o 3), y quizás varios otros funcionarios de este Gobierno y amigos y “waykis” de Dina Boluarte estarían participando como candidatos en otro partido muy cercano al Ejecutivo.
No sabemos a ciencia cierta si estas cercanías a Dina Boluarte van a perjudicar a estas agrupaciones políticas al momento de la votación, pero si queda claro que con esas incorporaciones cargarán también con una pesada mochila de pasivos que se derivan de las gestiones y las acusaciones que estos funcionarios han venido acumulando.
Por eso, no nos explicamos como es que el Ejecutivo, estas agrupaciones, y la misma presidenta, siguen pateando la misma piedra tantas veces, y siguen cometiendo gruesos errores que los llevan a ese tan desprestigiado récord de tener ya 0% de aprobación en varias regiones del país.
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Los viajes de la presidenta, quien parece “amenazar” con nuevos “tours” alrededor del mundo, tan rechazados por la población, representan un pasivo importante, políticamente hablando, tanto para ella como para quienes se los aprueban. Sus discursos y referencias tan poco atinadas (como lo de los dos millones de muertos en pandemia, o lo de la molestia de Trump por el puerto de Chancay, entre otras perlas) dejan en muy mala posición al Gobierno y a algunos ministros.
Aunque lo que más año hace son varias decisiones, como sus pronunciamientos en defensa de ciertos partidos políticos que la población considera como sus socios, violando la neutralidad electoral que deberían ser los primeros en respetar, o como las más recientes de las AFPs, lo de Petroperú, y, quizás la más importante, el fracaso de la lucha contra la delincuencia. La detención del llamado “monstruo” es un mérito de la policía paraguaya más que de la peruana, más aún si nos atenemos a lo dicho, hasta por el mismo detenido, con relación a la complicidad de malos elementos de la PNP en las constantes fugas del ahora encarcelado.
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Pero parece que nada de eso llama a la reflexión al Ejecutivo.
Lo mismo ocurre con algunos partidos políticos. El papelón de la legislación de las AFPs, la misma relación tan cercana con un Ejecutivo tan desprestigiado a estas alturas del cronograma político, las acciones y normas irresponsables que se dan desde el Congreso y que le van a hacer tanto daño al país, como la creación indiscriminada de universidades o el incremento de pensiones de maestros jubilados y cesantes, que puede ser de justicia, pero que no tiene sustento económico real, pueden ser esfuerzos populistas para buscar el voto de bolsones electorales determinados, pero también pueden llegar a ser un búmeran si se ve como un todo y como una alianza con el Ejecutivo, como hasta ahora se percibe.
“Incluimos al Gobierno porque, a pesar de lo que debería sugerir un buen razonamiento político, el Ejecutivo se esmera en participar, directa o indirectamente, en la precampaña”.
A esto se suma el manejo de la campaña que vienen haciendo, violando las normas de la neutralidad electoral como les da la gana, y las incorporaciones que vienen haciendo con miras a “consolidar” sus listas para el Parlamento.
Cualquiera pensaría que en estos momentos los partidos que van a participar en las elecciones, y el Gobierno mismo, deberían estar concentrados en tratar de mejorar la percepción que la población tiene sobre ellos, y en tratar de distanciarse de cualquier acto o pronunciamiento que profundice el rechazo del que ahora “gozan”.
Pero es al revés. Casi como quien trata de probar hasta el último bocado o el último trago de una fiesta, todos los involucrados parecen estar más dedicados a sacarle el mayor provecho a sus posiciones, sin importar las consecuencias, para ellos, para sus partidos, y mucho menos para el país.
Parece que lo que menos les importa es lo que piensen de ellos. Viven con desesperación el presente, como si lo más importante es aprovechar el hoy por si no hay mañana, sin preocuparse por los problemas, políticos, legales, y hasta familiares que todo esto puede generarles en el futuro.









