Hace 25 años, el único concepto asociado al grafiti que se tenía en el Perú eran las pandillas y las barras bravas. Poco se sabía -o se entendía- que, de esas latas con pintura aerosol, pudiera salir algo más que símbolos de violencia y destrucción social. 25 años después, artistas como Edwin Higuchi ‘Pésimo’ han demostrado que, sin importar el lienzo o la técnica, el arte es un método de transformación social muy potente.
A fines de los 90, en las calles de Santa Catalina en La Victoria, Pésimo daba sus primeros pasos en lo que hasta ese momento se asociaba con lo ilegal: el pintar paredes.
“Yo era muy chico cuando empecé con el arte urbano. Al comienzo era algo muy impulsivo, como es el grafiti en sí. Esa energía me ha seguido acompañando a lo largo de los años, pero mi estilo se ha ido nutriendo de experiencias de vida que he buscado canalizar a través de mi propio lenguaje a nivel estético visual. Pasé de las letras y poner nombres a un estilo más figurativo, abstracciones y la gestualidad de lo humano”, explicó.
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El arte ilegal
Higuchi recuerda que, cuando inició, se enfrentó a los prejuicios que bordeaban el ‘street art’ que limitaban su trabajo en las paredes. Sin embargo, con el pasar de los años y el impulso de artistas de su generación, el grafiti pudo transformarse de un arte ilegal a uno que les permita conectar con la comunidad
“Cuando comencé a pintar mis primeros murales, incluso teniendo permiso, siempre se te acercaban los vecinos o el serenazgo a increparte. No tenía una visión clara de que podía ser algo profesional o se podía vivir de esto. Si bien teníamos algunas referencias de cosas que se hacían en Estados Unidos, no era replicable a nuestro contexto”, menciona.
Sin embargo, hubo un punto de quiebre en el 2004, año en el que se realizó la primera exposición de arte urbano en una galería pública del Perú. A partir de allí, la concepción del grafiti en el país comenzó a cambiar.
“Recuerdo que ese evento tuvo mucho apoyo mediático y, al ver que el grafiti era algo más que letras y que, en verdad, era un movimiento que transmitía mucho, nos comenzaron a llamar para distintas colaboraciones con empresas. En el 2007, tuve mi primera invitación para hacer un tour en Europa y pintar en diferentes festivales de arte urbano, donde el espectro estaba mucho más desarrollado. Eso me abrió la mente totalmente y regresé con la intención de hacer este arte a nivel profesional”, señaló Higuchi.
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Murales y construcción de identidad
Ese cambio en la concepción del arte urbano ha permitido que artistas como Pésimo puedan colaborar con diferentes empresas nacionales e internacionales. En sus 25 años de carrera, Pésimo ha pintado en más de 40 ciudades del mundo: Tokio, Sao Paulo, Buenos Aires, Ciudad de México, Hamburgo, Barcelona, Madrid y Viena, son algunas de ellas.
“En los inicios de los 2000, hubiera sido imposible que inviten a un artista urbano a colaboraciones corporativas, ya que el arte estaba visto de una manera mucho más sesgada. Hoy en día, el espectro del arte es mucho más amplio y diverso, y el grafiti ha encontrado un lugar significativo en la escena cultural peruana”, precisó.
Muestra de ese avance es la última colaboración que hizo Pésimo con Citi Perú. La entidad bancaria con más de 100 años de presencia en el país apostó por el talento del artista para dejar un legado en el colegio Víctor Andrés Belaúnde de La Victoria, barrio que vio crecer al artista.
“En Citi celebramos la décimo novena edición del Día Global de la Comunidad y quisimos entregar a la comunidad educativa un legado adicional que fomentara el arte, revalorizara los espacios del colegio y que conectara con los jóvenes. Así contactamos con Edwin, quien ha entregando una propuesta inspirada en ellos, su universo fantástico y la ilusión por alcanzar sus sueños”, detalló Miguel Uccelli, gerente general Citi Perú, Ecuador y Chile.
La obra de Pésimo no solo es una manifestación artística, sino un acto de entrega y conexión con la comunidad. En sus propias palabras, el pintar murales le permite ser parte de la construcción de la identidad de los espacios que decora.
“El artista urbano, cuando crea, deja algo suyo y ya no le pertenece nunca más. Le pertenece a ese espacio, a la pared donde está y a las personas que pasan por ahí y lo ven”, finalizó.
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Periodista curiosa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con experiencia en coberturas políticas, sociales y de economía para diversas plataformas (web, radio y televisión). Actualmente, en cubro los sectores inmobiliarios, retail, startups, tecnología, gastronomía y managment en la secciones Negocios y Estilos, del diario Gestión.
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