Periodista
El Gobierno decidió separar al viceministro de Salud por ir a un restaurante y según él hacer un brindis. Pero no le pidió la renuncia a la ministra de Salud por ausentarse del país (cualquiera haya sido el motivo) en momentos en que varias regiones del Perú vivían una dramática situación que justamente ponía en riesgo la vida y la salud de muchas personas.
Y no se trataba solo del momento que se vivía, sino de lo que se venía como consecuencia de las torrenciales lluvias: situación de la infraestructura hospitalaria, atención en los hospitales y centros de salud de las regiones, distribución de medicinas, posibles epidemias, etc. Nada de eso se atiende o lidera por trabajo remoto.
Y empezamos esta columna con este tema porque grafica el desconcierto y los desajustes del Ejecutivo en un momento en que debía demostrar que no solo está en el poder para sobrevivir o para reprimir, sino para gobernar hasta la fecha de las nuevas elecciones (cualquiera que esta sea) y para enmendar gran parte de los errores que se cometieron en el pasado reciente.
Las lluvias y los huaicos han hecho destrozo y medio en la vida de muchas familias, en la infraestructura de todo nivel y en las economías locales y regionales con impacto en la nacional.
El daño, que una vez más se produce hoy, no es solo generado por la naturaleza, es también causado por la desidia, negligencia e irresponsabilidad de quienes debieron hacer su tarea y no la hicieron, o la hicieron con objetivos e intereses distintos a los que realmente se requería. Llegará el momento de deslindar responsabilidades, pero hoy la tarea del Gobierno es otra.
Los deslizamientos se llevaron también políticamente y, por lo menos, temporalmente las protestas en diversos puntos del país, así como la discusión por el adelanto de elecciones al 2023, que volvió a ser rechazado en el Congreso sin generar una mayor reacción en la calle. Las imágenes que nos muestran las pantallas motivan, en este momento, otro tipo de sentimientos en la opinión pública.
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Dina Boluarte, que decidió no renunciar, tuvo una buena oportunidad para darle un giro a su Gobierno cuando las protestas y movimientos violentistas dieron una tregua a finales de diciembre y a inicios de año, y no la supo aprovechar.
Hoy nuevamente, y por estos lamentables sucesos producidos por Yaku, se le vuelve a presentar una nueva oportunidad para enmendar rumbos, pero hasta ahora no toma la decisión, no quiere o no se anima a hacerlo.
La atención de la emergencia requiere de una estrategia y un comando único. Sin embargo, en el Gobierno son varios los líderes y voceros, y pocas las decisiones bien meditadas y adecuadamente coordinadas.
Si esto no se corrige, sectores tan sensibles socialmente, y que involucran a millones de personas, como Educación y Salud, seguirán dando tumbos con medidas improvisadas o actitudes cuestionables, y continuarán recibiendo críticas de todos los sectores.
La coordinación estrecha con los gobiernos regionales y locales es vital. Ellos deben ser parte de la estrategia y deben conocerla y participar en esta muy activamente.
No puede ser que anteayer y ayer los alcaldes y gobernadores declaren públicamente que los miembros del Gobierno van a las localidades afectadas solo para la foto o que están decepcionados por la actuación del Gobierno.
Pasadas las lluvias y los deslizamientos, y en medio de un verano todavía sofocante, vendrá la peor parte: las exigencias y los reclamos de las poblaciones afectadas y sus autoridades, que mirarán y golpearán las puertas del Gobierno central por más recursos.
Si no se prevé esto; si se mantiene la improvisación, el desconcierto y la descoordinación; y si no hay eficacia en la respuesta al drama real que viven tantas poblaciones afectadas, el ruido social y político se hará estruendoso.
La información oportuna y adecuada a la ciudadanía es vital, y debe ser difundida oficialmente luego de ser muy bien verificada. No decimos que se debe hacer el “show” diario que Gobiernos anteriores hacían con otros intereses como en el caso de la pandemia.
Pero debe haber una adecuada comunicación que alerte o tranquilice a la población sin frases lacónicas o triunfalistas como “desde el punto de vista climatológico, lo peor ya pasó” y al día siguiente otros lugares eran castigados duramente por lluvias, huaicos o deslizamientos desde las quebradas.
Varios miembros de este Gobierno empiezan a sufrir un serio desgaste o cometen errores injustificables que la presidenta prefiere pasar por alto.
Bastantes problemas y acusaciones, de las que no se van a salvar en el presente o en el futuro, tienen ella y su primer ministro como para cargar con la responsabilidad política de sus colaboradores. Una evaluación del gabinete y un reajuste o reestructuración son necesarios si quiere tener un nuevo aire hasta las nuevas elecciones.
Necesita de ideas nuevas y de planes de acción eficaces para atender otros temas igual de urgentes y dramáticos. El país está a merced de la delincuencia. Cada semana se bate record de asesinatos, de asaltos, de robos, violaciones, extorsiones, y no hay respuesta adecuada desde el Estado.
Si Dina Boluarte y su Gobierno no reaccionan, un huaico de reclamos y denuncias se la va a llevar a ella y a su Gobierno.
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