(G de Gestión) Llegó un domingo, y de allí su nombre. Estaba asustado, visiblemente golpeado por la vida y quién sabe por quiénes más. De pronto, Samuel cruzó miradas con él, cosa difícil porque las ramas y las hojas, sumadas a su pelo negro, que se mimetizaba con la oscuridad del hueco entre las enredaderas donde se había escondido, hacían casi imperceptibles esas dos lamparitas marrones que tiene como ojos. Rápidamente le bajó agua y comida, que puso de forma estratégica en la palma de su mano para establecer confianza.
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