Economista Pad – Escuela de Dirección Universidad de Piura
Primero: A diferencia de otras regiones y economías, la inflación peruana no está mostrando un contundente dinamismo hacia la baja.
Los últimos nueve meses, por ejemplo, la inflación norteamericana ha pasado de 9.1% a 5%; en Brasil se ha reducido a casi la mitad, bordeando también alrededor del 5%. Perú, en contraste, la mantiene casi congelada en alrededor del 8%. A pesar de las cifras de abril, aún no hay un claro derrotero bajista.
Segundo: Debe entenderse que, a diferencia de antes, el origen de nuestra inflación dejó de ser externo; el componente importado dejó de ser el relevante.
Hoy en día las secuelas de los acontecimientos internos ligados al desorden sociopolítico en el sur del país y al impacto de los desastres naturales del norte tienen un rol protagónico en su explicación. Se afectó la cadena de suministro nacional, la dinámica productiva y la infraestructura básica. Controlar la inflación en esas circunstancias, muy difícil.
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Tercero: La tendencia a la baja del precio de los alimentos y de la energía en los mercados internacionales, acompañada de una evolución del tipo de cambio sin sobresaltos al alza, constituyen elementos que han coadyuvado a contener la dinámica inflacionaria.
No obstante, la inflación no ha cedido como era de esperarse. De acuerdo con nuestro BCR, hasta marzo del presente año, la inflación que mostró el segmento de productos sujetos al comercio internacional se incrementó en 6.4%, por debajo del promedio de inflación de 8.4%.
Cuarto: Lo cierto y preocupante es que la inflación vinculada exclusivamente al grupo de alimentos viene desenvolviéndose a un ritmo anual de dos dígitos los últimos doce meses. Es más, recientemente por cada punto de inflación, los alimentos suben a un ritmo cercano al doble.
Como es conocido en Perú, los hogares del grupo socioeconómico más bajo orientan más del 60% de sus gastos a alimentos. En esas circunstancias, la inflación de los pobres tiene que ver poco con la media expresada periódicamente por el IPC general.
Quinto: Hasta hoy oficialmente en nuestro país no existe claramente definido un cálculo de la inflación estratificada para cada grupo socioeconómico.
Se calcula la inflación para 26 ciudades y, a nivel nacional, nada más. Esta es una carencia que no se observa en otros países de la región y que, además, constituye una limitante que impide focalizar adecuadamente las políticas de compensación social del Gobierno.
Increíble que en pleno siglo XXI esto no se haya corregido. Hacemos política social casi a ciegas, increíble.
Sexto: Nuestro banco central ha cumplido su labor intentando amainar la tasa inflacionaria. Ha incrementado progresivamente su tasa de referencia y esterilizado parte de la expansión crediticia asociada al programa “Reactiva Perú”.
La verdad, eso es lo que han hecho todos los bancos centrales del mundo. Sin embargo, nuestro BCR ha sido cauto y el alza de su tasa de interés de referencia es considerada una de las menos agresivas de la región en términos reales, todo esto a efectos de ser prudentes y no dañar en extremo la ya golpeada dinámica productiva y de inversión.
Séptimo: Debe reconocerse también que el esfuerzo del BCR está parcialmente limitado. Aunque bien orientado y loable, es menos efectivo de lo que se entiende comúnmente. Eso es así porque la presencia de la informalidad y la escasa bancarización generan limitaciones a los canales tradicionales de transmisión monetario.
Sus instrumentos solo afectan y llegan a una fracción de nuestra economía. De otro lado, el origen de nuestra inflación compromete un shock de oferta no deseado, lo que limita más aún su efectividad.
Octavo: La transitoriedad de nuestro proceso inflacionario está puesto en tela de juicio hasta hoy. La naturaleza incierta y la posibilidad de recurrencia de inestabilidades sociopolíticas, climatológicas y nuevos desbalances en el frente internacional siempre están presentes.
Nadie, en ese contexto, puede aseverar nada categórico sobre su no recurrencia. No es lo mejor remarcar el concepto de transitoriedad de nuestra inflación, podríamos perder credibilidad.
Noveno: Llegar a una meta inflacionaria de menos de 3% anual demandará tiempo, persistencia y paciencia. La tasa de inflación se va a retraer sin duda los próximos meses y para ello basta que se sostengan las cotizaciones internacionales, que el tipo de cambio no denote fuertes volatilidades y que la evolución del incremento del índice de precios al por mayor (IPM) se mantenga por debajo del tradicional IPC.
El tema central es preguntarnos con qué velocidad se contraerá y cuánto tiempo demandará alinearla a nuestro rango meta entre 1% y 3% anual. El 2023 casi imposible, el 2024 quizás. El entorno interno será el determinante.
Décimo: Debemos tomar conciencia que, a más convulsiones sociales, más inflación; a más inestabilidad política, más incertidumbre e inflación.
Tenemos que repensar esos dos frentes para darle sostenibilidad al cumplimiento de la meta inflación de nuestro BCR. El daño que el frente político irresponsable viene causando es inmenso. Lo peor de todo es que lo hacen en nombre de los pobres. Increíble.
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