
Escribe: Georgette Montalvan, directora independiente y miembro de WCD Perú
De acuerdo con información del Banco Mundial y OpenAI, a ChatGPT le tomó apenas tres años alcanzar cerca de 800 millones de usuarios, cifra que a la internet le tomó trece años lograr.
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Este dato refleja la velocidad con la que la inteligencia artificial (IA) se ha insertado no solo en la vida cotidiana sino también en la toma de decisiones empresariales a nivel global. Sin embargo, su relevancia y aplicación no responde a un modelo único. Cada empresa debe integrarla dentro de un plan de transformación digital que dialogue con su estrategia corporativa y atienda sus prioridades específicas.

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La prisa por no quedarse atrás puede llevar a muchas organizaciones a experimentar con IA sin un norte claro, sin prioridades definidas y sin metas medibles. Aunque existe casi una obligación de explorar su uso, es indispensable hacerlo de manera responsable y efectiva.
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La inversión en una transformación digital puede ser significativa y exige, además, un compromiso paralelo con la ciberseguridad. Por ello, el directorio debe velar por cuatro aspectos fundamentales:
- El diseño de un plan de transformación digital desde la gerencia, con participación de diversas áreas de la empresa y, de ser conveniente, con asesoría externa especializada. Dicho plan debe priorizar iniciativas que impulsen el plan estratégico. En algunos negocios la prioridad puede estar en el customer journey; en otros, en procesos productivos o logísticos.
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- La evaluación y aprobación del plan antes de su despliegue. Aunque no corresponde al directorio desarrollarlo, sí debe validar que esté alineado con la estrategia y que su costo-beneficio sea razonable.
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- La comprensión de los hitos y metas vinculados al plan, y la disciplina de revisar avances al menos trimestralmente mediante indicadores clave de desempeño (KPI) vinculados a los objetivos y resultados clave. Asimismo, debe existir la flexibilidad para recomendar o aprobar ajustes cuando sea necesario.
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- El uso ético y responsable de la tecnología, especialmente de la IA generativa. Ésta, aunque poderosa, conlleva a riesgos al alimentarse de fuentes no siempre fidedignas o que pueden contener sesgos de género, raza u otros. Además, puede afectar la privacidad de las personas y la propiedad intelectual, e incluso ser utilizada con fines delictivos. A ello se suma que el desarrollo de la IA avanza más rápido que la regulación, obligando a las mismas empresas a definir sus propios límites y alertas.
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Por lo tanto, la transformación digital en una empresa debe acompañarse no sólo de un plan claro con hitos y metas, así como de una inversión en ciberseguridad, sino también de un modelo de gobernanza que establezca roles claros y protocolos de uso responsable validados por el directorio. Todo ello debe desarrollarse dentro del marco regulatorio vigente.
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La transformación digital no es sólo un desafío tecnológico, es una decisión estratégica que exige gobernanza, seguridad y responsabilidad. Solo así las empresas podrán aprovechar el potencial de la IA y la digitalización, minimizando riesgos y asegurando que la innovación se traduzca en valor sostenible.







