Escribe: Alejandro Deustua, internacionalista.
A la incertidumbre que caracteriza el cambio del sistema internacional se añade hoy el de la redefinición del orden interno en la primera potencia mundial luego del rápido triunfo de Donald Trump.
El desasosiego que genera la implementación de la nueva versión de America First se sustenta hoy en una arraigada división interna en Estados Unidos, en el eventual copamiento de las instituciones y en un cambio de orientación externa mucho menos cooperativa.
Si el deterioro hegemónico norteamericano implicaba pérdida de eficacia de la primera potencia e incremento de conflictividad, el intento de su recuperación a costa de los demás y desde una posición de fuerza (que incluye negociaciones meramente pragmáticas y coerción comercial) no amaina el conflicto.
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Menos cuando las dudas pre-existentes sobre la consistencia de los compromisos externos norteamericanos, que Kamala Harris procuraba mantener, se han incrementado en los interlocutores.
En asuntos de seguridad y de comercio ello incluye, probablemente, a los aliados europeos (el caso de la OTAN) y a socios asiáticos y otros (el incremento del proteccionismo arancelario (10% - 20% para todos -al margen del 60% para China- que pone en cuestión el sistema de acuerdos bilaterales en un escenario de quiebra de la OMC).
En el campo de la seguridad, las promesas de solución rápida del conflicto ruso-ucraniano y la persistencia del apoyo a Israel pueden mitigar el riesgo. Pero ello equivaldrá sólo a soluciones en el terreno (implicando quizás cesiones territoriales) sin atención a los intereses de largo plazo de las partes ni a la latencia de la beligerancia que permanecerá en los perdedores.
Este escenario ocurrirá en el marco de uno predominante: el nivel superior del conflicto sistémico (el desafío chino sobre el que Estados Unidos debe prevalecer) y en dos secundarios: la reducción de la responsabilidad tutelar sobre los aliados occidentales y el respaldo a Israel como centro de algún orden en el Medio Oriente.
Pero para la dinámica de la redistribución del poder mundial y su rumbo a la multipolaridad la nueva administración no tiene respuesta (Estados Unidos carece de las capacidades necesarias para contener la emergencia de nuevas potencias). Menos aún, si desaparece la racionalidad democrática de su proyección externa.
Y en el campo del comercio internacional el proteccionismo contencioso es especialmente grave cuando los intercambios decaen sistemáticamente (a 2.4% este año muy por debajo del 3% de promedio del PBI global, UNCTAD) y la insostenibilidad del déficit fiscal y de la deuda norteamericanos (7% y 124% del PBI, respectivamente) no encuentran solución, aunque esa economía crezca.
Si a ello se agrega el desconocimiento de los problemas globales (medioambiente) o su atención bajo presión (migración, crimen organizado), el Sr. Trump tiene mucho que responder.
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