Escribe: Alejandro Deustua, internacionalista.
En un escenario de creciente fragmentación global y de beligerancia activa, el FMI acaba de emitir un mensaje esperanzador: la economía global muestra resiliencia. Ésta se expresa en mayor crecimiento que el esperado y menor inflación. Las predicciones recesivas han recibido un portazo a pesar de la divergencia de perfomances.
En efecto, el crecimiento global se ha mostrado consistente tanto en 2023 como en su proyección de 2024 y su nivel (3.2% parejo) ha retornado a las cotas de 2019. Pero si bien esa referencia corresponde al escenario anterior a los grandes shocks, ello no implica progreso: la economía global ya se desaceleraba en 2019 a 3% desde 3.9% el año anterior y hoy parece estancado.
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En ese marco, América Latina no está en posición aventajada a pesar de que la perfomance del año pasado y la del 2024 (2.3% y 2%, respectivamente) es mejor que las de 2019 (0%). Es que el rumbo es de bajo crecimiento relativo: su perfomance en 2025 seguiría siendo inferior al promedio global (3.2% FMI) insuficiente para el progreso (BM)
En ese lerdo marco la región debe hacer esfuerzos superiores para mejorar su menguado potencial de crecimiento. Para ello, sin embargo, no podría contar con mejoras sustanciales de inversión extranjera ni de comercio exterior a juzgar por el comportamiento reciente de esos motores de interdependencia.
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En efecto, el volumen del comercio global creció apenas 0.3% en 2023 y crecería este año 3% aún por debajo del crecimiento del PBI global (recién en 2025 el nivel de intercambio de bienes superaría al producto por pequeñísimo margen según el FMI). Tal debilidad del comercio internacional expresada en subordinación al nivel del PBI es un fenómeno “sin precedentes” en tiempos recientes según el Banco Mundial. Y muestra también el inmenso impacto de la fragmentación global, del proteccionismo y de la beligerancia en la actividad económica.
El comportamiento de la inversión extranjera (IED) no siguió, en 2023, esa pobre dinámica (creció 3% el año pasado según la UNCTAD mientras la colocación de bonos en el mercado internacional superó en 40% a la del 2022). Sin embargo esa colocación fue 35% menor que la del trienio 2019-2021 (CEPAL) mientras que el referido comportamiento del IED podría no ser real. En efecto, según UNCTAD buena parte de los flujos no reflejan el hecho de que ciertas fuentes importantes (algunos países de la UE, p.e.) funcionaran, en no escasa proporción, como intermediarios antes que como origen financiero efectivo. El impacto de ese fenómeno restaría a la IED 18% del total que se suma a la reducción de fusiones y adquisiciones y a menores proyectos nuevos en 2023.
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En ese marco aletargado, la rebaja del grado de inversión por S&P, ya traslada al ámbito corporativo, agrega riesgo a la posibilidad de perderla. Si bien el Perú crecería este año (2.5%), lo haría lejos de un potencial disminuido y en un contexto poco favorable. Ello incrementa la responsabilidad propia sobre la perfomance. Que el gobierno y el Congreso tomen nota.
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