Milton Friedman ocupa un lugar preponderante en la vida personal y política de quien probablemente será el próximo presidente de Argentina. Las ideas de Javier Milei, que lo llevaron a conquistar una inesperada victoria en las primarias del país en agosto, se inspiran en el economista de libre mercado más distinguido del siglo XX.
La influencia de Friedman es evidente en las opiniones de Milei sobre el tamaño ideal del Estado (minúsculo) y su papel en la economía (inexistente). La admiración de Milei es tal que le puso nombre a uno de sus cuatro mastines en honor a Friedman. El antiguo profesor de economía le dijo a The Economist en una entrevista reciente que Milton y sus otros perros, todos con nombres de economistas, son “el mejor comité estratégico del mundo”.
La más aparatosa de las propuestas de Milei con influencia de Friedman es la de dolarizar la economía. Esta medida implicaría remplazar al peso con el dólar y cerrar el banco central de Argentina, que según Milei es “lo peor del universo”. Claro que exagera, pero solo un poco. La economía de Argentina está hecha trizas. La inflación anual en este momento es del 113%. El banco central ya agotó sus reservas de dólares.
El peso ha perdido la mitad de su valor con respecto al dólar desde principios de año. En síntesis, es hora de optar por ideas radicales. Por desgracia, es más probable que la dolarización sea una maldición a que sea una solución para los problemas de Argentina.
Cuando un país liga su economía a la moneda de otra nación, renuncia a definir su propia política monetaria. En ese caso, la Reserva Federal se encargaría de determinar las tasas de interés, por lo que serían más predecibles y sería casi imposible manipularlas. Para un país con un historial tan escabroso como el de Argentina, esta medida causaría varios dolores de cabeza.
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La mayoría de los argentinos ya de por sí usan dólares. Hacer oficial su uso le evitaría al público la molestia de hacer conversiones de dólares a pesos y viceversa. Nada de lo que ocurra en Argentina, que es una economía muy pequeña, afectaría el tipo de cambio del dólar, la moneda más negociada del mundo, es decir que el valor monetario ya no se movería en un sube y baja. Es una fórmula que, al menos por un tiempo, mantuvo el mercado relativamente estable en Ecuador después de su dolarización en el año 2000.
Sin embargo, el principal atractivo es que Argentina no podría imprimir efectivo. Friedman criticaba a los bancos centrales porque estaba convencido de que la mayoría no cuenta con la firmeza suficiente para mantener la inflación bajo control, puesto que es necesario resistir las presiones de los políticos para facilitar el pago de las cuentas o dejar que la economía se sobrecaliente en periodos electorales.
Como Milei señala sin dudar, el banco central de Argentina ha sido uno de los más irresponsables. La dolarización pondría las imprentas definitivamente fuera de su alcance. Según los partidarios de esta medida, de aplicarla, al cabo de un tiempo el Estado se reduciría y la prolongada batalla con la inflación llegaría a su fin.
Pero hay un problema con esta proposición: supone una opinión positiva nada realista de los gobiernos. Da por hecho que los políticos, conscientes de que ya no sería posible recurrir al banco central si se presentara una crisis, reducirían automáticamente sus préstamos a un nivel seguro. Esta suposición sería acertada si el único motivo por el que los gobiernos piden demasiados préstamos fuera que saben que el banco central los rescatará.
En realidad, la mayoría de los gobiernos solicitan préstamos porque están bajo una enorme presión. Tienen que pagarles a los prestamistas. Deben reestructurar las burocracias. Los partidos de oposición fuerzan a los gobernantes a gastar. Además, la mayor presión es que los votantes esperan ciertos servicios del Estado. El hecho de que no haya imprentas no es suficiente para apaciguar estas inquietudes.
Cuando se presenta algún desastre, todo se complica en una economía dolarizada. No existe un banco central que pueda fungir como acreditante de última instancia para el gobierno o el sistema bancario. Por lo tanto, aumenta mucho la probabilidad de incurrir en incumplimientos.
Los bancos que podrían haberse salvado con liquidez de emergencia quiebran y el gobierno no cuenta con dólares suficientes para cubrir el dinero de los depositantes, por lo que millones de personas pierden sus ahorros. Más aún, para entonces la mayoría de los préstamos podrían regirse conforme a la legislación estadounidense, lo que pondría al gobierno en una posición defensiva en las negociaciones de reestructuración.
De hecho, Ecuador experimenta en este momento muchas de las desventajas de la dolarización. Cuando se instauró la política, estabilizó los precios de inmediato. Pero no logró contener el déficit presupuestario del gobierno. Desde entonces, los legisladores han recurrido a mecanismos cada vez más creativos para reunir los fondos necesarios, lo que obligó al país a suscribir un acuerdo con el FMI en 2019.
Milei, sacudido
Es más fácil vislumbrar un futuro en el que Argentina sufra un desastre que uno en que los legisladores tomen las difíciles decisiones necesarias para que la dolarización sea un éxito. El gasto excesivo ha sido un problema desde hace casi un siglo.
El país ha requerido 22 rescates del FMI en los últimos 65 años, por lo que el fondo ya está tan agotado que ni siquiera le exige al país pagar por completo. Una serie de gobiernos de izquierda han construido un extenso estado de bienestar y una vasta burocracia. Milei promete recortes equivalentes al 15% del PBI a un sector público que representa el 38% del PBI, pero no ha podido explicar de dónde vendrán.
Hay muchos otros problemas. Uno significativo es cómo encontrará el gobierno de Milei los US$ 40,000 millones que su equipo cree que hacen falta para hacer el cambio a dólares. En este momento, Argentina ni siquiera puede pagarle al FMI, al que le debe US$ 44,000 millones.
Como ya se acabaron sus reservas de dólares, el banco central más bien ha ocupado un préstamo en yuanes que le otorgó China. Milei propuso vender empresas estatales y deuda del gobierno en un fondo extranjero para recaudar el capital necesario. Es difícil imaginar que haya muchos compradores interesados.
Independientemente de quién ascienda al poder en diciembre, arrancará desde una posición terrible. Ni pensar en encontrar el dinero necesario para la dolarización. Cada vez más economistas creen que el país de nuevo es insolvente, por lo que es casi imposible que logre pagar su deuda existente. El precio de los bonos soberanos del país refleja el hecho de que los mercados financieros están considerando otra reestructuración de deuda. Para empezar de cero, Argentina quizá deba incurrir en el incumplimiento del pago de su deuda en vez de optar por la dolarización.
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