Situado en pleno desierto de Atacama, en las estribaciones de la precordillera que asciende hacia los 6,000 metros del impresionante volcán “Los Ojos del Salado”, en la frontera con Argentina, el salar de Maricunga es uno de muchos paisajes de Chile que quita el aliento por su belleza.
Un espacio prístino, solo alterado por la pista de tierra que se conecta al país vecino, a cerca de 4,000 metros de altitud, colonizado por grupos de guanacos, vicuñas, flamencos, cóndores y de cuando en cuando un vehículo que rompe el silencio y envuelve en polvo su blanca superficie, casi alba.
Naturaleza en estado puro que garantiza, además, el surtido de agua a las pequeñas poblaciones de la etnia “colla” que viven del pastoreo y la agricultura en las quebradas colindantes, ahora extremadamente preocupadas por la fiebre del litio, que se ha desatado en todo el país y amenaza su fuente de vida.
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Según una prospección publicada semanas atrás por la empresa nacional del cobre (Codelco), el salar de Maricunga es el segundo del mundo en concentración de litio, solo superado por el cercano de Atacama, explotado desde hace años.
En las 132 muestras analizadas en laboratorio, extraídas a partir de la perforación de 10 pozos, se observan concentraciones que oscilan entre 517 y 1,787 milígramos por litro (mg/l), con un promedio de 1,073 mg/l y una mediana de 978 mg/l. En total, desde 2016 se perforaron en el salar 2,368 metros, llegando a profundidades máximas levemente superiores a los 400 metros.
Esperando lo inevitable
Aunque la bandera de la lucha permanece alzada, llevada el pasado mes de mayo hasta el Palacio de la Moneda por Ercilia Araya, líder ancestral de la comunidad Colla Pai Ote, grupo humano trashumante que habita desde hace cientos de años la zona entre el desierto de Atacama y la cordillera de los Andes, el pesimismo de lo que se perfila como inevitable domina sobre la esperanza entre las pequeñas comunas que salpican los cerros.
A un centenar de kilómetros de la carretera que serpentea en el desierto y une las distintas minas de cobre y oro diseminadas en la zona con la ciudad de Curicó, Miriam Rivera Bordones, portavoz de las familias de El Bolo, en la comuna de Copiapó, pone rostro a esa lucha de los pequeños contra la gigantesca industria de la minería chilena.
Y deja una primera frase que compendia todo el problema y sentencia el eterno dilema económico entre explotar el presente -arraigado en el sistema neoliberal- o mirar hacia el futuro.
“El agua es mucho más valiosa que el litio, por eso decimos que si llegan a explotar el litio las futuras generaciones van a ser las perjudicadas y a tenerse que ir de aquí porque ¿qué van a hacer sin agua?”, se pregunta antes de subrayar que no es algo especulativo, sino un hecho constatado.
Un camino irreversible que la explotación masiva que mineras locales y extranjeras dedicadas a la búsqueda de cobre y oro ya han mostrado en la misma región.
“Lo que era la laguna Santa Rosa, que era una laguna inmensa, es una cuarta parte de lo que era. Las mismas mineras que lo han explotado han estado chupando el agua y se están apocando igual que la laguna San Francisco. Eso ya está ocurriendo”, advierte.
Impacto en la biodiversidad
Biólogos que también han trabajado en la zona advierten, por su parte, de la gran diversidad animal y vegetal que quedará en mayor riesgo si se avanza en la explotación, una decisión que parece estar ya tomada a juzgar por las infraestructuras de caminos que ya cruzan en el salar.
Además de las microbacterias presentes en este lugar inhóspito, es un ecosistema más bien desconocido, sin muchas indagaciones científicas anteriores y con una alta probabilidad de sufrir impactos irreversibles.
Tampoco es, en este caso, una conjetura: la citada laguna Santa Rosa alberga una de las poblaciones de flamencos únicas en el mundo, con tres especies cuya supervivencia depende de la conservación que se haga de los salares atacamatinos, advierte un estudio de la “Royal Sociaity” británica.
Una lucha desigual con la economía: durante los últimos cinco años, la demanda de litio se ha triplicado en América del Sur, impulsada principalmente por la necesidad china y europea de empujar la transición energética, específicamente a través del Pacto Verde Europeo en la UE.
Si bien el litio traza todo este potencial futuro en Chile, la empresa Cochilco proyecta que en 2030 Argentina la superará en niveles de producción, lo que para muchos debe dejar atrás las consideraciones ambientales y avanzar en la explotación, pese a arriesgar el agua, el futuro “oro azul” de la humanidad.
Fuente: EFE
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