Las promesas políticas del presidente electo Donald Trump suelen carecer de precisión. No fue así el 4 de noviembre, último día de campaña, en un mitin en Carolina del Norte. Trump comenzó anunciando que una de sus primeras llamadas como presidente sería a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.
“Voy a informarle, el primer día o antes, que si no detienen esta avalancha de criminales y drogas que llegan a nuestro país, voy a imponer de manera inmediata un arancel del 25% a todo lo que envíen a Estados Unidos de América”. La política de Trump no pudo ser mucho más clara. “Ustedes son los primeros a los que se los digo”, reveló a la multitud que lo aclamaba.
Hay pocos indicios de que esta vez su amenaza no vaya en serio. Acabar con la inmigración ilegal en la frontera sur de Estados Unidos es una de las principales promesas que llevaron a la histórica reelección de Trump. En su discurso de victoria del 6 de noviembre declaró: “nada me impedirá cumplir mi palabra”. Junto con el probable control del Congreso por los republicanos, la victoria de Trump es un “escenario de pesadilla” para México, lamentó Jorge Castañeda, quien fue secretario de Relaciones Exteriores en ese país.
El desplome del peso, que alcanzó los 20.8 pesos por dólar tras la victoria de Trump, su cotización más baja en dos años, ilustra la magnitud del daño económico que los inversionistas creen que podría sufrir México. Durante el primer mandato de Trump, el país se benefició de los aranceles aplicados a China. Las empresas buscaron en México un lugar de producción alternativo, una tendencia impulsada por la pandemia, que incentivó cadenas de suministro más cortas. En 2021 México superó a China y se convirtió en el mayor socio comercial de Estados Unidos.
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Ahora, todo eso está en peligro. Sheinbaum y su equipo se encuentran en una “burbuja de deslocalización cercana”, afirmó Lila Abed, directora del Instituto México del Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos, un centro de estudios de Washington. “El regreso de la producción [a Estados Unidos] y el proteccionismo han vuelto”.
Varias empresas estadounidenses suspendieron sus inversiones en México, entre ellas Tesla, cuyo director ejecutivo es Elon Musk, amigo de Trump. El presidente electo no tiene reparos en imponer aranceles tanto a aliados como a adversarios. Odia los déficits comerciales y Estados Unidos importó US$ 152,000 millones más en bienes de México de lo que le vendió el año pasado. Fue el mayor déficit de Estados Unidos con cualquier país, a excepción de China.
Incluso si México encuentra la manera de librarse de los aranceles, Trump podría romper el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) por otros medios, a pesar de haberlo negociado durante su primer mandato para sustituir al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Dice que quiere convertir la revisión del acuerdo en 2026 en una renegociación.
Uno de los motivos es el enfado por las inversiones chinas en México. Se queja de la afluencia a Estados Unidos de automóviles fabricados en China procedentes de México, ignorando el hecho de que ninguna empresa china ha producido todavía un solo automóvil allí. El gobierno de México acaba de hacerse más vulnerable al T-MEC. Sus recientes cambios constitucionales en el sistema de justicia podrían incumplir el tratado.
La ruptura del bloque comercial norteamericano perjudicaría a sus tres miembros. Imponer aranceles a las importaciones mexicanas elevaría los precios para los consumidores en Estados Unidos. Pero México sería el más perjudicado. El 83% de sus exportaciones se destinan a Estados Unidos y representan un tercio de su PBI.
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Su economía, ya de por sí lenta, podría entrar en recesión. El gobierno de Sheinbaum, con problemas de liquidez, se quedaría entonces sin dinero para pagar los programas sociales que constituyen la base de su apoyo, por no hablar del costo de la aplicación masiva de la ley que Trump quiere que México promulgue para frenar el flujo de migrantes.
Trump afirma que sus amenazas de imponer aranceles tienen un “100% de probabilidades de funcionar”. Su confianza puede deberse a que ya ha utilizado con éxito esta amenaza contra México en el pasado. En su primer mandato, la usó para obligar a México a retener a los inmigrantes en su propio lado de la frontera mientras se tramitaban sus solicitudes de asilo. México desplegó unos 15,000 soldados en su frontera norte para frenar el flujo de migrantes hacia el norte, y 6,500 en la frontera sur.
Además de otro despliegue a escala similar, esta vez Trump intentará obligar a México a aceptar el estatus de “tercer país seguro”, de modo que los migrantes no mexicanos tengan que solicitar asilo en México en lugar de en Estados Unidos. México se ha negado a ello de manera rotunda, calificándolo de “línea roja”. Es posible que también pida a México que coopere para aceptar a algunos de los casi 5 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos tras haber entrado en el país de manera ilegal. Son algunos de los millones de personas que promete deportar.
Incluso la amenaza más hiperbólica de Trump —bombardear a las pandillas criminales de México para detener la producción de fentanilo, un opioide sintético que el año pasado mató a alrededor de 75,000 personas en Estados Unidos— podría no sonar tanto como una fanfarronería para los funcionarios mexicanos que se enfrentan al segundo mandato de Trump.
En los últimos años, las fuerzas de seguridad estadounidenses han trabajado cada vez más contra los grupos delictivos mexicanos sin la cooperación de México. Es poco probable que las autoridades del gobierno de Trump estén dispuestas a emprender acciones conjuntas. Trump ha sugerido designar a las bandas mexicanas como organizaciones terroristas extranjeras para dar a su gobierno aún más margen de maniobra para perseguirlas.
En privado, los funcionarios mexicanos han aceptado la victoria de Trump con resignación. “A diferencia de 2016, no fue una sorpresa”, respondió uno de ellos. Sheinbaum ha respondido con optimismo y anunció que “no hay motivo alguno de preocupación” en lo que respecta al presidente electo de Estados Unidos. Sintió la necesidad de enfatizar que México es “un país libre, independiente y soberano”. No obstante, tendrá que jugar el juego transaccional de Trump y presentar ofertas lo suficientemente tentadoras como para evitar los aranceles.
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México tiene cierta influencia, en particular en materia migratoria, que ha demostrado estar dispuesto a utilizar. El número de migrantes irregulares que cruzan la frontera con Estados Unidos se redujo un 77% entre diciembre de 2023 y agosto de este año, en gran parte gracias a la aplicación de la ley por parte de México.
Sheinbaum podría hacer lo que Trump desea y desplegar aún más soldados para hacer frente a los migrantes. México ya no es solo una ruta a través de la cual los migrantes llegan a Estados Unidos, sino también un destino por derecho propio. Así que los intereses de México podrían converger con los de Trump, sugirió Abed. De hecho, un funcionario mexicano afirma que estarían “encantados” si Estados Unidos consiguiera frenar el caos en la frontera.
Pero no está claro cuánto más puede hacer México. Incluso con mejor tecnología y mucho más dinero no será posible detener a todos los que deseen atravesar su extenso y variado territorio para cruzar los 3200 kilómetros de frontera con Estados Unidos. Sería más polémico colaborar con Trump para aceptar de vuelta a los mexicanos deportados, separando a las familias. “Dar algo a cambio de nada es muy peligroso”, señaló Castañeda.
En el comercio, México quiere convencer a Trump de que puede ser una parte útil de un bloque regional para competir con China trabajando juntos. Las autoridades dicen que animarán a las empresas a adquirir más componentes en México en lugar de China. Es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando muchas de las empresas que importan piezas chinas son estadounidenses.
En materia de seguridad, Sheinbaum se toma más en serio que su predecesor la lucha contra la delincuencia organizada en México. Su política de seguridad, que incluye una mejor recopilación de inteligencia y un mayor intercambio de información, también ofrece oportunidades para la cooperación bilateral.
Trump no podrá cumplir todas sus amenazas. Pero incluso si lleva a cabo una fracción de ellas, las cosas no pintan bien para México.
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