(Foto: Shutterstock)
(Foto: Shutterstock)

Por Lionel Laurent

Los franceses son hipócritas respecto al dinero, dijo alguna vez el futbolista Nicolas Anelka luego de que sus compatriotas criticaran su gusto por los vehículos deportivos de alto costo. Harto de los impuestos elevados del país y la presión social que le exigía evitar las exhibiciones vulgares de riqueza, se fue a jugar a Inglaterra. No es que a los franceses no les guste el dinero tanto como al resto, aseveró Anelka, sino que "en Francia escondes lo que tienes".

Los comentarios del delantero vinieron a la mente esta semana luego de la más reciente caída ministerial en el gobierno de . El ahora exministro de Energía Francois de Rugy habría llevado una vida fastuosa a puertas cerradas cuando era presidente de la Asamblea Nacional, cenando langostas y bebiendo botellas de de US$ 550 pagadas con dinero de los contribuyentes. Todo esto mientras en público mostraba su fervor por la transparencia y la austeridad.

Francia ha visto una buena cantidad de miembros de la "izquierda caviar" en el pasado. El exministro de Presupuesto Jerome Cahuzac tenía una cuenta secreta en un banco suizo. De Rugy seguramente debe ser el primer ecologista amante de las langostas, no obstante.

Protestó que era alérgico a los crustáceos y que la champaña le daba dolores de cabeza, pero insistió en que las cenas en la Asamblea Nacional tenían que mantener ciertos estándares y costumbres. No se debería obligar a los políticos franceses a sostener un nivel de probidad estilo sueco cuando incluso el no pagar por un dulce puede costar el cargo, declaró.

Puede que haya habido un momento en el que este tipo de defensa funcionaba, pero viniendo de un servidor público que ganaba cerca de 14,500 euros al mes (casi el mismo salario de Macron) cuando presidía la Asamblea Nacional, es hacer oídos sordos en el clima político actual.

Ni los chalecos amarillos que destruyeron los Campos Elíseos el año pasado ni los admiradores de cuello blanco de Macron que trabajan en el sector privado considerarán las langostas un beneficio justificado para un servidor público, menos cuando el país intenta abordar su dependencia del alto gasto del gobierno.

En parece estar endureciéndose la actitud respecto a la riqueza, ya sea un funcionario de salario elevado como De Rugy que se aprovecha de sus gastos alimenticios o uno de los magnates que florecen en el país. Mientras en el pasado el oprobio se reservaba para la ostentación de los futbolistas o el expresidente "bling bling" Nicolas Sarkozy, ahora incluso aquellos que disfrutan de su riqueza de manera discreta son blanco de críticas.

Al igual que en otras partes, en Francia se amplía la brecha entre los ganadores y los perdedores de la economía y el gobierno pierde su capacidad de compensar a los menos afortunados gastando más. Los precios de las propiedades se han disparado casi 30% en París en cuatro años, lo que significa que el país registró nuevos millonarios a un ritmo mayor que cualquier otra nación excepto Estados Unidos, según Credit Suisse.

Los controles al arrendamiento han vuelto para ayudar a los inquilinos. A los multimillonarios franceses tampoco les va mal. De acuerdo con el índice de multimillonarios de Bloomberg, su patrimonio creció más que el de los magnates de cualquier otro país en el primer semestre de 2019.

Bernard Arnault, el jefe y dueño LVMH Moët Hennessy , arrebató el puesto de segunda persona más rica del planeta a Bill Gates. Es poco probable que esto sea recibido con aplausos por la ciudadanía, a juzgar por la indignación luego de que Arnault se comprometiera a ayudar a financiar la reconstrucción de la catedral de Notre Dame. 

La redistribución que hace el Estado francés al menos mantiene la desigualdad salarial del país por debajo del promedio de la . De todas formas, los economistas el organismo de cooperación internacional Laurence Boone y Antoine Goujard advierten que la movilidad social se ha frenado en el país. Agregan que pasarían más de seis generaciones antes de que alguien ubicado en la parte baja de la escala salarial llegue al promedio en Francia.

Solo Hungría registra cifras peores. La desigualdad de oportunidades y un sistema educacional que necesita urgentemente una reforma son los verdaderos fracasos que explican el escándalo en torno al "langostagate".

Mientras tanto, serían bienvenidas normas más concretas de supervisión de los gastos de parlamentarios y una auditoría detallada del presupuesto de la Asamblea Nacional. O al menos mantener la champaña en reserva.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.