El asesinato del fiscal César Suárez la tarde de este miércoles en Guayaquil es solo la punta del iceberg de la violencia que padece Ecuador, en donde una persona muere cada 69 minutos a causa de la inseguridad, lo que ha convertido al blindaje de ropa, vehículos, casas y oficinas en una creciente necesidad para sentirse seguros.
Las cifras son contundentes. Según el portal de estadística alemán Statista, la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes aumentó en un 300% en 2023, al alcanzar el récord histórico de 7,878, de los que solo se resolvieron 584.
La más reciente víctima es Suárez, quien investigaba la toma de rehenes el pasado 9 de enero en el canal público TC Televisión por parte de la banda criminal ‘Los Tiguerones’ e importantes casos de corrupción.
Las autoridades aseguraron que el fiscal se movilizaba solo en una camioneta blanca que recibió cerca de una veintena de disparos y que Suárez no portaba chaleco antibalas.
Llueven balas
Al ser considerado ‘el país más violento de América Latina’ por el Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado, no es raro que el negocio de los artículos de protección antibalas esté en ascenso.
“El año pasado vendimos 6,500 chalecos antibalas y la proyección es vender 10,000 en 2024″, dijo a EFE Christopher Eggeling, gerente general de la empresa Globalsegupro, dueña de la marca EggelingArmored.
En su planta de producción instalada en Quito, la compañía usa materiales de última generación importados de Estados Unidos y Europa, como dyneema, considerada la fibra más resistente del mundo, y kevlar, que es resistente a los impactos de bala, las altas temperaturas y la exposición química.
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“Es una reacción natural querer protegerse ante la inseguridad que padecemos a diario”, aseguró el empresario, quien explicó que el precio de los chalecos oscila entre los 280 y 1,300 dólares, dependiendo del nivel de protección que ofrecen.
El Instituto Nacional de Justicia (NIJ, por su sigla en inglés) de Estados Unidos es el encargado de establecer el estándar de blindaje, que comienza en el grado IIA para detener balas 9 milímetros y balas encamisadas o ‘full metal jacket’, y va hasta el nivel IV, que es eficaz para las balas calibre 7.62 milímetros y hasta las .30.
En agosto de 2023 causaron revuelo las imágenes del entonces candidato presidencial Daniel Noboa asistiendo a un debate vestido con traje oscuro, corbata y chaleco antibalas.
Moda antibalas
A partir de ese momento otros candidatos siguieron los pasos del hoy presidente, quien el 12 de enero visitó las instalaciones del canal TC televisión para solidarizarse con el personal que sufrió la irrupción del grupo armado.
Ese día vistió una camiseta negra y un pantalón. Sin embargo, varios conocedores del tema dijeron a EFE que Noboa portaba debajo una ‘Tank-Top’ (camiseta sin mangas) con blindaje nivel IIIA, que ofrece una protección balística lateral para los órganos vitales y cuyo precio varía de 1.300 a 1.545 dólares.
En Police Tactical Equipment, especializados en la venta de ropa y calzado táctico y distribuidores de la marca colombiana Miguel Caballero, conocido como el “sastre de la moda blindada”, la demanda de prendas similares a la que usó el mandatario se ha incrementado en un 35 % frente al año pasado en Guayaquil, y el 15 % en Quito.
“Lo que más nos piden son las ‘Tank-Top’ por tratarse de algo discreto, que permite a ejecutivos, empresarios y políticos sentirse seguros porque soporta el impacto de balas de 9 milímetros y .44 Magnum”, explicó el jefe administrativo de la empresa, Rubén Camba.
Búnker sobre ruedas
La preocupación y el nerviosismo reinante en Ecuador hacen que hoy sea “normal” cotizar el blindaje de ventanas y puertas para las casas y oficinas, y tratar de convertir en un búnker sobre ruedas al vehículo.
Fernando Sánchez, gerente general de AutoExpress, manifestó que prueba de la escalada del conflicto armado es que “en el 2022 la empresa blindó 40 vehículos; en 2023 fueron 160, y solo en lo que va de enero van 30 servicios confirmados”.
El proceso no es fácil y demora entre tres y cuatro semanas en las que desarman completamente el automotor, le retiran la tapicería, el panel y las partes eléctricas y electrónicas para dejar solo las latas y empezar a hacerlo desde cero usando fibras ultrarresistentes y acero.
Un blindaje promedio para proteger de armas cortas y hasta Magnum calibre 45 todo el habitáculo incluye la adecuación del 100 % de los vidrios, puertas y la parte frontal, con un costo promedio de US$ 20,000.
“Contra los disparos de un fusil, que son blindajes 100 % acero, el precio se eleva a entre 40,000 y 50,000 dólares porque convierten al vehículo en un búnker”, precisó Sánchez.
Como la violencia en Ecuador está lejos de detenerse surgió una nueva línea de negocio: el blindaje arquitectónico, que va de 10,000 a 15,000 dólares, e incluye casi siempre la fachada de la oficina o la vivienda porque, como sostuvo el ejecutivo, “ningún precio es muy alto si de lo que se trata es de preservar la vida”.
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