
El año calendario del 2025 quema sus últimos días y, aunque las fiestas de diciembre suelen crear una época de felicidad, le resulta ajena a los trabajadores más jóvenes en Lima Metropolitana. Sus esperanzas, de hecho, están en que empiece a revertirse un panorama sumamente adverso que viene desde hace más de tres años.
En el trimestre móvil a noviembre, la población ocupada (que cuenta con algún tipo de trabajo), en general, tuvo un avance de 4.2%, sumando más de 232,400 trabajadores (total: 5.8 millones). De estos, los adecuadamente empleados aumentaron en un 10.8%, agregando más de 10,800 plazas.
Sin embargo, el grupo de ocupados de entre 14 a 24 años tuvo una nueva caída de 8.7% (a 619,400), significando que casi 60,000 jóvenes perdieron su empleo y agravando su retroceso por segundo período consecutivo. En comparación al mismo período de la prepandemia (2019), la contracción es de 23.2%, equivalente a más de 187,000 desempleados.
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Con este resultado, como ha venido alertando Gestión, el empleo juvenil viene en “caída libre” desde el trimestre móvil a octubre del 2022, 38 períodos consecutivos, y con su momento más crítico en la primera mitad de este año, con retrocesos a doble dígito.
En el ámbito del empleo adecuado, a noviembre, tuvo un avance de 7.3%, pero frente a la prepandemia la caída en los más jóvenes es de más de 28%, representando casi 105,000 personas que perdieron su trabajo.
Otra forma que permite dimensionar este crítico momento es la reducción de la participación del grupo más joven dentro del total del empleo.

A nivel de ocupados, en 2019, el grupo de entre 14 a 24 años representaba casi el 17% del total. Seis años después, los más jóvenes significan solo el 10% de los que cuenta con un empleo en Lima Metropolitana: uno de cada 10 trabajos lo ocupan ellos.
El empleo adecuado también presenta un panorama deteriorado fuertemente: en la prepandemia ocupaban casi el 12% del total de puestos, este año apenas representan el 7%.
Panorama juvenil adverso
Paola Herrera, analista senior del Instituto Peruano de Economía (IPE), indicó que cualquier cifra económica, actualmente, brinda un balance positivo, pero destaca que las relacionadas a los jóvenes son las únicas que vienen adversas y desde hace varios años.
La preocupación es que los jóvenes no solo están dejando de trabajar, sino que también están saliendo del mercado laboral, es decir, dejan incluso de buscar trabajo.
Complementando, Miguel Jaramillo, investigador de Grade, señaló que la situación de los jóvenes no es distinta a nivel nacional, donde las principales mejoras se enfocan en los mayores de 45 años.
“El problema es bien claro: no solo no crece entre los más jóvenes, sino que tampoco hay evidencia que se den mejoras al respecto”, anotó.
La Población Económicamente Activa (PEA) en el grupo de 14 a 24 años tuvo una caída de 6% a noviembre. Frente a la prepandemia, anotó un retroceso de 23%, representando que más de 223,000 salieron del mercado laboral activo.
Jaramillo indicó que esta reducción significativa de jóvenes con empleo o que están buscándolo es alarmante porque el crecimiento per se del mercado laboral supondría que este grupo esté expandiéndose, al menos, en un 5%. “Lo cierto es que hay una caída de más de 20%”, agregó.

Estas cifras se suman a un contexto peruano que históricamente plantea barreras más pronunciadas para los más jóvenes frente a otros grupos de edades y otras economías.
“Con estas dificultades han estado más propensos a entrar a la informalidad. A los jóvenes les resulta más costoso competir con trabajadores de otros grupos de edades. En tanto, a las empresas que pagan sueldo mínimo, por ejemplo, tampoco les sale a cuenta realizar estas contrataciones, que son una inversión e implican capacitaciones y una curva de aprendizaje”, indicó.
El riesgo, en general, es que todo este grupo de trabajadores no está viviendo los primeros años de aprendizaje laboral. “Están perdiendo esa experiencia”, sostuvo Herrera.
Al país le terminará “pasando factura” este fenómeno porque los niveles de productividad serán bajos, impactando también en remuneraciones bajas, por ejemplo.
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Impacto de período electoral
Pese a parecer que se ha tocado fondo, Herrera observó “complicado” que se registren mejoras en la primera parte del 2026, que estará marcando por la incertidumbre de las elecciones generales.
La economista apuntó que, en los próximos meses, sí se notarían menores caídas del empleo, pero no a razón de que la situación esté siendo menos crítica, sino porque la base comparativa tuvo ya numerosas pérdidas de empleo.
“Es complicado que veamos mejoras en el inicio del próximo año. Lo que sí notaríamos es que las tasas de retroceso serían en menor magnitud, pero es porque en la primera parte del 2025 tuvo caídas con tasas a doble dígito. En general, no se revertiría esta situación crítica para el empleo juvenil”, comentó.
Otra razón para creer que no se complicaría aún más este panorama laboral, mencionó, es que en las expectativas de las empresas no se espera una desaceleración significativa en la contratación.
Para Jaramillo, el empleo juvenil tendrá dos “momentos bisagras” el próximo año: incertidumbre hasta los resultados del balotaje, en caso lo hubiera; y una perspectiva más clara a partir de que se presuma quién podría ser el nuevo Presidente.
¿Por dónde empezar a revertir el panorama?
Ya con un nuevo Gobierno, el investigador de Grade señaló que hay cuatro aspectos por dónde empezar a abordar esta situación. “Primero tiene que percibir que hay un problema. A la fecha, no hay manifestación alguna, ni de esta gestión, ni de la anterior [Dina Boluarte]. Esto es netamente presentar voluntad política”, subrayó.
Descontado este factor, aparecen tres tareas claves a su parecer. Primero es una mayor inversión en formación. “Resulta paradójico que las empresas no encuentren trabajadores adecuados y los jóvenes no encuentren empleo. Eso se cierra con capacitación pertinente”, indicó.
La segunda se orienta a contar con más información, pues actualmente los jóvenes vienen recibiendo formación en áreas que no proyectan dinamismo laboral en los próximos años. “Deberíamos saber, por ejemplo, cuánto ganan los egresados de cierta universidad transcurridos uno, tres y cinco años. El problema es que las universidades de peor calidad son las mejores representadas. Aquí el problema es político”, sostuvo.
Por último, apuntó a un marco con mejores reglas de juego. Detalló que se debe abordar la regulación del mercado laboral que es “onerosa, inequitativa y excluyente”. “Esto lo es particularmente para los jóvenes. Hay que tomar medidas para que el mercado laboral sea más amigable para su contratación”, enfatizó.

Bachiller en Comunicación y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), especializado en economía, negocios, mercado laboral, políticas públicas, tributario, procesos concursales.








