Crítico gastronómico
Osteria Burgos se presenta como un restaurante de barrio, pero es más que eso. Cumple con la promesa de ofrecer comida confortable y fácil de entender –pizzas, arroces, guisos y demás gollerías para engreír al corazón–, pero ejecutada con mayor nivel del que uno espera en un establecimiento vecinal. Influye mucho que la cocina la lidere Rafael Piqueras, uno de los cocineros peruanos con mayor trayectoria. Sin contar consultorías y mudanzas internacionales, en Lima regentó Insumo en el AC by Marriott, antes Maras, en el hotel Westin, Fusión, también en San Isidro, y San Felice, el restaurante en el que empezó a desarrollar su propia voz. Por lo que uno come en Burgos, uno tiene la sensación de que después de su silencio en la escena local ha querido que su retorno sea discreto, sabroso, seguro y sencillo. En definitiva, un menú confiable conformado solo por apuestas seguras que gustan a todos fácilmente y que suponen mínimo riesgo. Algo coherente con los tiempos recesivos que empiezan a imponerse, en los que los comensales salen menos, gastan menos y buscan maximizar su satisfacción con platos que le hablen más al corazón que a la cabeza.
La carta incluye algunos de sus clásicos, revisitados para ajustarlos a las exigencias de precio y escenario que un restaurante vecinal impone. Su pastel de choclo relleno con carne y salsa de hongos sigue siendo tan bueno como cuando se hizo famoso en sus otros restaurantes, sus arroces funcionan a la perfección, las pastas están buenas y su carta de pizzas tiene una selección pequeña pero suficientemente variada de opciones, incluyendo una de carpaccio que recomendamos entusiastamente. Hay pocas opciones de postre, pero tienen la omnipresente tarta de queso en una versión excelente y unas ponderaciones al plato, ese indulgente postre tradicional limeño que se ve poco en las casas y casi nada en los restaurantes.
La carta de vinos es sencilla, pero cumple con propuestas que funcionan perfectamente con los platos. Los días de semana está tranquilo, a diferencia de la vecina La Bonboniere, el establecimiento más tradicional de la zona, que se llena con facilidad, y que le rebota clientes cuando se copa; pero los fines de semana es imposible conseguir mesa si no reserva, precisamente porque Osteria Burgos termina siendo algo más que un restaurante de barrio, porque llega gente de todo lado atraída por el boca a boca y la buena prensa que el establecimiento ha ido cosechando en los pocos meses que lleva abierto. Es cierto que los paladares más aventureros extrañarán un poco más locura en la carta, pero también que es precisamente su conservadurismo el que la convierte en una opción tan recurrente. Recomendable.
CLAVES
Pizza. Las pizzas son una excelente opción para picar, pero pueden servir como algo más que una entrada para una persona. La pizza carpaccio es deliciosa, pero tienen una de jamón ibérico con tomates asados que también amerita la visita.
Arroz. Los arroces de Rafael Piqueras siempre han sido impecables. Brillan el negro con langostinos y calamares y uno servido en sartén.
Postre. Deje sitio para el postre. Valen la pena.
DATO
Osteria Burgos representa el retorno de Rafael Piqueras a la escena local luego de un tiempo montando proyectos en otros países de Latinoamérica.