Desde el hilo telefónico, la chef Lourdes Pluvinage suena emocionada. El desconfinamiento ha empezado en París, Francia, y es el primer día en que los restaurantes pueden abrir. No lo hacían desde noviembre por la pandemia. El suyo, llamado “El Picaflor”, ya atiende a su público y ella no puede estar más feliz. “París retorna a la vida. Todo estaba triste sin turistas”, comenta.
Pluvinage es arequipeña y llegó a Francia en el año 88, cuando tenía 29 años. En ese entonces, no tenía un restaurante, ni era reconocida como una de las embajadoras de la gastronomía peruana en Europa. Llegó para tener un año sabático con amigas, conocer la cultura francesa (había estudiado el idioma en Lima) y volver al Perú para seguir su carrera como asistenta social.
Pero a los 15 días de llegar a París conoció al que luego se convertiría en su esposo (Pluvinage es su apellido de casada) y se quedó. Entonces, la cocina peruana, que había aprendido de su madre, se volvió casi sin quererlo en un salvavidas, en una forma de ser conocida primero entre la pequeña colonia de peruanos y que la hizo cruzar las fronteras de Europa con su sazón.
Hace unas semanas, la chef realizó un almuerzo para Alberto, el príncipe de Mónaco, en el que le ofreció una diversidad de platillos locales. El Príncipe, sorprendido, satisfecho y terrenal, le dijo: “Usted me ha llenado los ojos y el corazón con el Perú”, cuenta la cocinera.
Las empanadas de París
Antes de servir la mesa a príncipes y primeros ministros, Lourdes Pluvinage primero se hizo conocida entre los pocos latinos que había en París. “Todos me buscaban para cocinar”. Gracias a sus empanadas cobró notoriedad poco a poco en la Ciudad Luz. Eso, a su vez, la llevó a afianzar lazos con la embajada peruana y con las delegaciones latinoamericanas en la Unesco, a quienes siempre llevaba ese y otros platos.
Uno de sus fieles compradores era un tal Julio Ramón. “Nos sentábamos a conversar sobre la papa a la huancaína y de la causa. ¿Cómo la haces, dónde encuentras los ingredientes?, me preguntaba. Era muy simpático. En esa época todos lo llamaban Julio Ramón y yo también”, recuerda la chef sobre el autor de “Los gallinazos sin plumas”.
En 1994, Pluvinage abre las puertas del restaurante que tiene hasta hoy, El Picaflor, en el barrio de La Sorbona.
Este hito en su carrera la volvió más conocida, ya no solo entre la comunidad latina, sino entre los parisinos. Estudió mucho para aprender las técnicas francesas y aplicarlas en insumos peruanos.
“He cocinado para Javier Pérez de Cuéllar, para el primer ministro francés, entre otras personalidades de la política”, cuenta.
Almuerzo con el Príncipe
El pasado 11 de mayo, la chef y un equipo de cocineros viajaron a Mónaco para ofrecer un almuerzo protocolar organizado por AMLA (Asociación Monegasca de Latinoamérica). El invitado de honor era Alberto de Mónaco.
La cocinera diseñó un menú que representara lo mejor del Perú. Cebiche, conchitas a la parmesana, empanadas, seco de cordero con quinua atamalada, un postre de lúcuma y alfajorcitos. Asimismo, hubo danzas típicas del ande y marinera.
“Dudé un poco de ofrecer anticuchos, pero al príncipe le encantaron”, cuenta.
Alberto de Mónaco llegó con una delegación de 80 personas, donde había ministros, empresarios y diplomáticos. “En el protocolo decía que él llegaba a las 12:30 p.m. y se iba a las 2:45. Pero anuló sus citas y se quedó hasta las 4 de la tarde, feliz”, detalla Pluvinage.
Comenta además que a Alberto de Mónaco, que es un aficionado a los caballos de paso, le obsequiaron un sombrero de chalán durante el evento.
Al príncipe le gustó todo y se llevó una grata impresión de la cultura peruana. “Pero sobre todo se mostró muy interesado en conocer más sobre la lúcuma”, señala la cocinera arequipeña. “Yo le respondí que ella es el fruto de la nostalgia peruana, pues nadie más que nosotros puede reconocerla”, afirma, llena de orgullo, una peruana que a lo lejos sigue haciendo patria.