Ciencia alimentaria
Ciencia alimentaria

Hace unas semanas, una afirmación científica que vinculaba el aceite de canola con el riesgo de Alzheimer planteó una pregunta intrigante: cuando se trata de una alimentación saludable, ¿tenemos que elegir entre la cabeza y el corazón?

En otras palabras, ¿es posible que los alimentos promocionados como buenos para la salud cardiovascular, como el aceite de canola, sean malos para el cerebro?

Sorprendentemente, hay poca información sobre qué comer para la salud del cerebro. La gran mayoría de la investigación nutricional se centra en el corazón. ¿Por qué los científicos no querrían enfocarse en mantener la sede de la conciencia, memoria, creatividad, amor, aprendizaje y alegría, frente a una bomba glorificada?

Claro, la enfermedad cardíaca es la principal causa de muerte en Estados Unidos. Pero los trastornos del cerebro pueden causar más sufrimiento, y las cifras están creciendo. De acuerdo con un nuevo informe, más de 6 millones de estadounidenses viven actualmente con Alzheimer, y para el 2060, la cifra aumentará a 15 millones.

Dada la elección, preferiría vivir con un corazón vacilante y un cerebro en perfecto estado que al revés.

Dado que muchos de nosotros estamos hambrientos de información sobre la salud del cerebro, no es sorprendente que los medios de comunicación resalten el factor de miedo en el estudio del aceite de canola, a pesar de que el efecto perjudicial se encontró en ratones y, por lo tanto, puede no aplicarse a humanos.

Los investigadores, de la Universidad de Temple, en Filadelfia, realizaron dos estudios, el primero utilizando aceite de oliva y el segundo, de canola, que se encuentra en muchos alimentos procesados y prepreparados.

Utilizaron ratones especiales con una predisposición genética a desarrollar Alzheimer y le dieron a un grupo unas gotas de aceite de oliva cada día. A los ratones a los que se les dio aceite de oliva les fue ligeramente mejor en las pruebas de memoria, y, en el análisis por disección, tenían menos placas en sus cerebros que aquellos alimentados con una dieta estándar para ratones.

Cuando realizaron el mismo experimento con aceite de canola, descubrieron que a los ratones que se les dio el aceite adicional les fue peor en las pruebas de memoria y habían acumulado más placas cerebrales. Puede que los resultados no sean suficientes para hacer que alguien renuncie al aceite de canola, pero demuestran algo importante: la comida afecta el cerebro.

Algunos críticos de los medios, como Mary Chris Jaklevic, de Health News Review, reprendieron a los reporteros por no poner este estudio en contexto. Pero, ¿qué contexto? No muchos científicos se especializan en dieta y cerebro, y cuando busqué, la gente me indicaba a alguien a quien había entrevistado en 2011: Joseph Hibbeln, bioquímico y psiquiatra que trabaja en el National Institutes of Health.

Su investigación se ha centrado en una posible influencia positiva de un tipo de grasa: los ácidos grasos omega-3, que se encuentran en pescados, mariscos y algunas plantas. Dirigió estudios que sugerían una conexión entre la baja ingesta de omega-3 y una gran cantidad de padecimientos, como el suicidio, la violencia y la obesidad.

Drew Ramsey, clínico psiquiatra especializado en nutrición, también observa que algunos ensayos clínicos controlados han sugerido que los ácidos grasos omega-3 mejoran los síntomas de la depresión.

Esa es la parte indiscutible, ya que los ácidos grasos omega-3 están aprobados por la American Heart Association como parte de la familia conocida como grasas poliinsaturadas.

Donde se pone complicado es en la bioquímica, porque, como explica Hibbeln, hay una competencia química entre el omega-3 y otro tipo de grasa poliinsaturada supuestamente saludable para el corazón: el omega-6, que se encuentra en las semillas de algodón, girasol, cártamo y aceites de maíz, así como en aves de corral de criaderos industriales alimentadas con maíz y soja (los aceites de canola y oliva se encuentran en una categoría diferente llamada grasas monoinsaturadas).

El problema con los ácidos grasos omega-6, dice Hibbeln, es que mientras más se consume, menor será el nivel de grasas omega-3 en el torrente sanguíneo con la misma ingesta de omega-3. Esto sucede porque ambos tipos de grasa compiten por una enzima que las convierte en alguna forma que el cuerpo pueda usar.

Entonces si le importa la alimentación para mantener su cerebro saludable, la evidencia sugiere mantener los niveles de omega-3 altos, y eso significaría no frustrar el esfuerzo ingiriendo grasas omega-6.

La relación de grasas omega-6 a omega-3 ha cambiado drásticamente en los últimos 75 años, ya que las grasas omega-6 pasaron de aproximadamente el 1 al 10 por ciento de la dieta humana y los niveles de omega-3 en la sangre se han desplomado. En el artículo que escribí en 2011 sobre el trabajo de Hibbeln, él lo llamó "la mayor transformación alimentaria en la historia del Homo sapiens".

Si las grasas omega-6 son saludables para el corazón depende de con quién hable. Las recomendaciones de la American Heart Association continúan promoviendo todas las grasas poliinsaturadas como saludables, y demonizando las grasas saturadas, del tipo que se encuentra en la mantequilla y otros productos lácteos enteros.

Hubo un ensayo clínico controlado muy extenso que comparó los efectos de una dieta típica con una en que la mayor parte de la grasa saturada se cambió por aceite de maíz rico en omega-6. Un nuevo análisis publicado el año pasado concluyó que las personas que ingirieron el aceite de maíz tenían menores niveles de colesterol, pero tenían más probabilidades de morir.

La grasa saturada es neutral en la pugna entre las grasas omega-6 y omega-3. Hay numerosos estudios que sugieren que las grasas saturadas son malas para el corazón, pero gran parte de ellos se realizó en conejos. Los estudios en humanos, tanto observacionales como clínicos, han sido cuestionados recientemente y continúan generando controversia.

¿Qué debe comer una persona consciente de su salud cuando la ciencia se encuentra en este estado de caos? Las únicas grasas que parecen ser indiscutibles son las grasas omega-3 y el aceite de oliva.

El aceite de canola es químicamente similar al aceite de oliva, pero estos nuevos estudios sugieren que no son intercambiables. Como me dijo Hibbeln, el cerebro representa el 2% del cuerpo en términos de peso y utiliza hasta el 25% de la energía que consumimos. Destinar más investigación a cómo alimentarlo parece una obviedad.

Por Faye Flam

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.