Los saludos entre los invitados a la ceremonia de los Óscar fluyen en el teatro Dolby al tempo de los camareros y el personal de la Academia de Hollywood que coordina todo: rápidos, sincronizados y precisos. Es la gran gala del cine y no hay tiempo para las tomas falsas.
Como en toda película, entre las bambalinas de los Óscar hay protagonistas, actores secundarios y extras, y aunque no haya un guion preestablecido, todos cumplen a la perfección con su papel.
A los protagonistas, los actores y cineastas nominados, se les ve poco en el hall del teatro antes de que empiece la gala, pues entran casi directos de la alfombra roja al patio de butacas, arrastrados por sus publicistas o personal asignado para acompañarlos.
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“Es una locura”, apuntaba a EFE la ganadora del Óscar a la mejor actriz por ‘Poor Things’ (‘Pobres criaturas’), Emma Stone, mientras le tiraban del brazo con un “lo siento me la tengo que llevar”.
Igual América Ferrera, quien afirmaba a EFE no sentirse nerviosa por la nominación a mejor actriz de reparto por ‘Barbie’. “Estoy muy bien”, decía en perfecto español la intérprete de origen hondureño antes de entrar a ocupar su asiento, del que no se tuvo que levantar para recoger un galardón que recibió la favorita de la noche, Da’Vine Joy Randolph.
Los secundarios esta noche son los actores no nominados, los aspirantes de categorías menos notorias y el resto de invitados de la industria, que van llegando al Dolby en función de su relevancia.
“Confío en que ‘Oppenheimer’ gane el mayor número de Oscar y que mis amigos se los lleven”, apuntaba a EFE el actor Josh Harnet, que interpretaba al físico nuclear Ernest Lawrence en la película de Christopher Nolan, que era la favorita y triunfó con sus siete premios en total.
Desde que las puertas del Teatro Dolby abrieron, tres horas y media antes del arranque de una gala que cuesta producir casi US$ 57 millones, allí estaba para recibir a los invitados la presidenta de la Academia, la productora Janet Yang.
Estaba en la planta baja, con acceso restringido a los que ocupan el patio de butacas o tienen un brazalete azul.
“Estoy emocionado por la gente increíble que ha venido de todo el mundo y fue encantador conocer al equipo de ‘La sociedad de la nieve’”, afirmaba a EFE sobre la película del español Juan Antonio Bayona, que se fue de vacío.
Unos minutos después aparecían los primeros nominados españoles, el equipo de maquillaje de ‘La sociedad de la nieve’ y el propio Bayona, los productores y el actor del momento en Iberoamérica: Enzo Vogrincic.
Tras su primera alfombra de los grandes premios de Hollywood, que fue “larguísima” pero “alucinante”, confesaba a EFE que estaba algo cansado y con dolor de espalda, mientras deambulaba por el hall y el bar, buscando caras conocidas: “Ahí está Billie Eilish”.
Pero los verdaderos indispensables de los Óscar son los extras, los que no se ven en la pantalla, los camareros y el personal de la Academia, encargados de que todo salga a la perfección.
Ni un vaso sucio sobre la mesa, vino francés por doquier y tequila mexicano en cada una de las barras de bar que hay en cada planta. Y en las bandejas, canapés variados, que circulan entre los corrillos.
Centenares de personas hacen que todo funcione o están ahí por si acaso, como los paramédicos ubicados en cada planta. En la de abajo está Josh, también vestido de esmoquin: “Atendemos sobre todo a camareros con cortes, pero algún año me ha tocado atender a actores por ataques de ansiedad o pánico, aunque no puedo decir a quién”, relataba.
Aunque en televisión la gala se haga a veces monótona, sobre todo por la intensa publicidad, en el teatro Dolby el tiempo pasa a cámara rápida.
Los anuncios duran tres minutos y medio y es solo ahí cuando los asistentes pueden abandonar la sala. Al volver, toca esperar a la siguiente pausa.
Si alguien del patio de butacas sale, es reemplazado por los ‘SEAT fillers’ o llenadores de sillas, que entran en cada descanso para llenar los asientos vacíos y que no se vean huecos en la cámara.
Al final de la ceremonia, algunos asistentes, los más exclusivos y supervivientes todos al fuerte aire acondicionado adaptado a la vestimenta masculina de esmoquin y pajarita, se trasladan al Baile del Gobernador, en el piso de arriba.
Comienza la noche en Los Ángeles, en la que, además de quien gana o pierde, importa a quién conoces y a qué fiesta vas.
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