¿Y qué le dirías a alguien que está evaluando dejar su país? Lo bueno no se conoce, sino que se reconoce. Sí, le diría eso. Lo bueno no se conoce, sino que se reconoce.
Después de la primera y segunda guerras mundiales millones de europeos migraron a otros continentes. En repetidas ocasiones hemos visto a ciudadanos argentinos migrando a diversos países. Para nadie es ajeno el éxodo de los últimos años de ciudadanos venezolanos. Cuba tampoco ha sido excepción, ni muchos de los países de la Europa del este, así como países africanos y asiáticos. Muchísimos peruanos durante los años del terrorismo, así como de la hiperinflación también dejaron su país; y recientemente con el actual régimen político las reflexiones sobre migrar vuelven a aparecer en las conversaciones.
Con mucho dolor veo la salida de ciudadanos ucranianos dejando sus casas, impulsados por la barbarie de la guerra.
El movimiento de personas entre naciones ha ido construyendo un mundo más global, más tolerante, dónde la persona vale por ser persona y no por el DNI que lleva consigo. Por supuesto que también encontramos sentimientos xenófobos, actitudes racistas, y otras reacciones de las que como humanidad no podemos estar felices.
Existen dos situaciones muy claras para dejar el país en el que resides:
La primera, porque el país en el que estás se torna invivible. Situaciones dramáticas de guerra, problemas serios de seguridad ciudadana, dificultades en la atención de salud, o elevado desempleo, suelen ser causas para decidir buscar otro destino. Se trata de DEJAR un lugar que no funciona para mí.
La segunda, porque el destino que estás evaluando te ofrece mejor calidad de vida. Puede ser mejor calidad de salud, de seguridad ciudadana, de trabajo, o de educación. Se trata de LLEGAR a un lugar que funcione mejor para mí.
En el caso de DEJAR casi no importa dónde llegues. El caso es que donde estás no puedes seguir. Es un empezar desde cero. En el caso de LLEGAR, en cambio, sí es importante comparar lo que tienes con lo que tendrás en caso decidas la mudanza, porque pocas veces el fruto del huerto vecino resulta ser mejor que el fruto del propio huerto. Es que a veces, lo bueno sólo lo reconocemos cuando ya no lo tenemos.
Esta reflexión es de mirada individual. El análisis debe hacerse igual para la pareja y para los hijos si los hubiere, lo que te dará un panorama integral. Y esta mirada abre una opción mixta. Aquella en que, en extrema generosidad, personalmente asumes un DEJAR para poderle dar a tus hijos y a tus nietos un claro LLEGAR.
No olvides que lo bueno no se conoce, sino que se reconoce.