
Escribe: Enrique Castillo, periodista
Los que buscan la salida del ministro del Interior Juan José Santiváñez y los que tratan de defenderlo se juegan sus últimas cartas, por lo menos en esta ocasión.
Hoy podría ser un día decisivo para la permanencia del ministro en Córpac, pero con este Congreso nunca se sabe. Hay bancadas que han suscrito las mociones de censura, pero hay congresistas de esas bancadas que han salido públicamente a defenderlo, a decir que sí hay avances en su trabajo, y que un cambio de titular no ayudaría en nada.
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También hay bancadas que van a esperar hasta el último momento para decidir, y hay quienes siempre tendrán el recurso de la inasistencia, de la abstención o de la presión. La presencia del ministro ayer en el Parlamento también cuenta. Debe haber varios congresistas que están en deuda con él, o que tienen temas pendientes con el sector, y verlo ayer frente a frente en el hemiciclo puede haberles recordado esas facturas por pagar, lo cual podría definir algunos votos que pueden llegar a ser decisivos.
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Lo cierto es que el ministro del Interior se ha convertido en una manzana de la discordia en la política peruana hoy, y en un abanderado y promotor de uno de los dos sectores en pugna en estos días: los anticaviares y los caviares.
Hay quienes desde la izquierda radical o desde la derecha más conservadora defienden al ministro o, por lo menos, no lo censurarían y lo mantendrían en su puesto. Y no por sus méritos o logros como responsable de un sector tan importante, sino por su encarnizada y decidida lucha contra los caviares.
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Y desde el otro lado, hay quienes detestan al ministro precisamente por ese “atributo”, de ser hoy el enemigo número 1 de los caviares, y no por lo que haya hecho o haya dejado de hacer.
Lo que se supone que estaba en discusión era la incapacidad del Gobierno, y concretamente del ministerio del Interior y de la policía, para hacer frente a la imparable ola de delincuencia, violencia y muerte que azota a las familias peruanas en todo el país.
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Se supone que lo que estaba también en discusión era la actuación política del ministro, que en lugar de dedicar sus esfuerzos a trazar las estrategias y conseguir los recursos para la efectiva acción policial, se dedicó a ser un operador político de la presidenta Dina Boluarte para contrarrestar las investigaciones y las acusaciones que la Fiscalía y el periodismo llevan adelante contra la mandataria, su hermano y algunos ministros de Estado.
Y se supone que lo que se buscaba era reemplazar al actual ministro por alguien con mucha mayor capacidad técnica, pero, sobre todo, con el liderazgo suficiente como para encabezar esta cruzada que nos empiece a liberar de esta pesadilla diaria que significa ahora salir a la calle o recibir una llamada.
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Pero en pocos días, todo esto ha devenido en otro tipo de lucha política, en donde todo vale con tal de mantener al ministro favorito e irremplazable de la presidenta, o con tal de sacarlo de su puesto.
La consecuencia de esto es que si cae el ministro del Interior su reemplazo será o un clon o alguien con un perfil y una posición muy cercana a él. Es más, muy probablemente, él mismo recomiende y ponga a su reemplazo, incluso sin conocimiento del primer ministro Gustavo Adrianzén. Y con esto se prolongará la lucha política que nada tendrá que ver con poner las columnas vertebrales para hacer retroceder al crimen.
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Y si se mantiene el ministro en el cargo, por obra y gracia de algunos congresistas que defienden lo indefendible o que defienden solo sus propios intereses personales, no va a cesar este enfrentamiento que no nos lleva a nada, y que mantendrá las cosas como están ahora.
En este ambiente, cualquiera que sea el final de este episodio, es imposible pretender hacer esfuerzos y reformas urgentes en los sectores que se necesitan para una labor articulada. Una cosa es trabajar adecuadamente y en coordinación general, y otra es tratar de tomar medidas desesperadas para tratar de justificar que se tiene razón, y que los enemigos están en una tarea desestabilizadora.
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Muestras de esas medidas desesperadas las hemos tenido estos días, en que en Palacio de Gobierno se anunciaban millones de soles en inversión, con los empresarios presentes, y los anuncios de capturas por millares que no se habían hecho antes, y del otro lado, improvisando para la platea, presentando oportunistas mociones de censura de última hora y sin convicción.
Todo esto es una muestra de cómo será la campaña electoral. Quizás ya no sea de fujimorismo y antifujimorismo, sino de anticaviares y caviares; o de dinistas y antidinistas.
