(Foto: Freepik)
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Manuel Carpio Rivero

Por Manuel Carpio Rivero

Docente de Pacífico Business School

Hace pocas semanas termine de ver una serie muy buena en Netflix; Merlí. No voy a “spoilear” a los que no la han visto aún, pero trata de un educador del curso de filosofía de un instituto en Barcelona que conecta de una forma sorprendente, mágica, única con sus alumnos. Y es que para poder compartir conocimiento y experiencias, para poder formar, es necesario conectar de forma genuina.

La mejor forma de aprendizaje es aquella que nos permite aprender sin darnos cuento que lo estamos haciendo (algo muy parecido a cuando pasamos de gatear a caminar). Ello se dará si el alumno se entrega sin miedo alguno al aprendizaje. Esa entrega solo es posible si existe conexión y confianza. Así, el conocimiento atraerá y actuará por si solo.

El aprendizaje no debe estar basado solo en los objetivos, si no en el proceso. De hecho el proceso de aprendizaje es lo más valioso. El equivocarnos, experimentar, el cometer errores, ese proceso justamente hace que vayamos incorporando nuevas competencias que nos permitirán evolucionar favorablemente en el tiempo. No existe sostenida y mejor forma de aprender que equivocándonos. Es por ello que, -desde mi mirada- el sistema educativo vigente basado en premios y castigos manipulan las necesidades básicas del aprendizaje. De forma forzada no se aprende. Eso no es aprendizaje.

El amor no es ajeno a la enseñanza. Si el amor, el vínculo, la comprensión es vital para el desarrollo y el aprendizaje, ¿por que generalmente intentamos educar con amenazas y castigos? Nos falta capacidad de amar. Ello dificulta, impide, anula el aprendizaje. Cualquier educación es buena si se cuida la alegría y las ganas de vivir.

Un buen líder debe de tener la mismas capacidades de un buen educador. Debe de cuidar a sus colaboradores. Debe de crear el contexto para aprender, entregándose al proceso sin miedos y con apertura. Es importante que pueda conectar de forma genuina con sus equipos para que así, -juntos- puedan aprender durante el proceso de aprendizaje. ¿Se imaginan un equipo que le tenga miedo a su líder? ¿Se imaginan como los podría paralizar? El miedo al castigo sería tal que vivirían totalmente anulados, haciendo lo mínimo indispensable para sobrevivir, para “flotar” en la organización.

El líder debe de entender que el no es el protagonista de la película; son los colaboradores.

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