En el último año, la economía del Perú se ha achicado, se ha reducido de tamaño. Hoy los 33 millones de peruanos nos movemos en una economía que es 1% menor en el volumen de su actividad que hace un año. Resultado: menos trabajo, menos remuneración, más pobreza, más pesimismo.
El malestar económico se ha presentado como una “recesión” económica, una caída temporal que se superará pronto. Y técnicamente así es. Efectivamente saldremos del hoyo, pero el diagnóstico de recesión no nos dice si esa es efectivamente la enfermedad y cuál debe ser el tratamiento. La crítica y el comentariado económico le atribuyen la coyuntura a diversas supuestas causas: carencia de inversión tanto pública como privada, el Parlamento disfuncional, la creciente burocracia, etc. Todas tienen algún elemento de verdad teatral, pero detrás del telón está el gran cuco, el gran fantasma: ¿dónde estará el Perú en dos años? Es la misma pregunta que con diversas variaciones se plantean los peruanos desde que los tristes acontecimientos en el 2017-18 forzaron mi renuncia a la Presidencia de la República.
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Hoy estamos inmovilizados, como un venado al atardecer rodeado de cazadores. Los preparativos siguen para las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2026. Los candidatos y los “partidos” pululan.
El único candidato que recorre el país (con un mensaje de rebelión) es un exmilitar retirado que se pasó 17 años en la cárcel después de ser condenado por el asesinato de cuatro policías de Andahuaylas en enero 2005. Los otros “candidatos” siguen deshojando margaritas mientras sus propuestas, si las hay, se pierden en la poco inspirada televisión y las redes sociales hiperactivas.
¿Todo está tan mal? Estamos sentados sobre inmensos activos, entre ellos la segunda reserva de mineral de cobre del mundo. El cobre es el metal del futuro, esencial para la electrificación que, se espera, irá reemplazando a los hidrocarburos en un mundo más consciente de la importancia del medio ambiente. A pesar del ralentizamiento de la economía china, el principal comprador del cobre (y de casi todos los otros metales), el precio del metal rojo se ha mantenido en niveles atractivos con la perspectiva de aumento en el futuro intermedio. Existen varios grandes proyectos cupríferos ambientalmente bien preparados para iniciarse en el Perú, pero por el momento están sentados, esperando no sólo que la perspectiva política se aclare sino también que evolucionen las actitudes cavernarias antimineras promovidas por organizaciones nacionales e internacionales poco transparentes que se aprovechan de la ignorancia de las masas.
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Nuestro principal activo es nuestra fuerza laboral. Como todo activo, hay que cuidarlo. La educación se ha retrasado a raíz del covid. La inestabilidad política y económica ha hecho que un millón de peruanos dejen el país en los últimos cinco años, muchos de ellos profesionales. Así estamos descapitalizando el país. Otro activo que se puede estar depreciando con el tiempo es nuestra envidiable estabilidad financiera, la cual destaca en la atribulada América Latina. Pero con el tiempo será cada vez más difícil mantenerla si la economía no recupera el dinamismo: la recaudación fiscal se estancará (como ya ocurrió en el 2023) y empezarán a surgir las viejas propuestas inflacionarias que el Perú descartó hace más de treinta años.
Entonces, ¿qué hacer? El Gobierno y el comentariado político deben buscar un justo equilibrio entre la prudencia y la iniciativa. No hacer nada no es una opción. El inmovilismo tiene el grave peligro de que se incendie la pradera con mucha gente frustrada por el desempleo y por la ola criminal que se ha desatado en los últimos cinco años en el país. Se dice que son “los venezolanos”; en realidad es la droga, la cual se expande cómodamente en toda la región, financiada por las crecientes utilidades que le ha dado la enorme expansión del cultivo de coca en Colombia (a partir del acuerdo con las FARC en el 2017) y también en Perú y Bolivia. Los grandes cárteles de México, Colombia y Brasil hoy pagan mucho menos por su materia prima y están invirtiendo sus aumentadas utilidades en diversificación y expansión de negocios. Mientras no entendamos bien el negocio será difícil combatirlo.
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Los líderes del Perú deben señalarle a nuestros compatriotas por dónde es la salida. Los recursos están, falta la voluntad. Hay que empezar con proyectos puntuales y realizables, tal como ponerle gas y servicios básicos a Juliaca y Puno. No con proyectos elefantiásicos, pero con inversiones factibles en las cuales pueda participar el sector privado. Las ideas están. Las desarrollaremos a partir de nuestra próxima columna.
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