“Tus actos hablan tan fuerte que no dejan escuchar lo que estás diciendo”, frase que se le atribuye a Ralph Waldo Emerson, escritor y filósofo estadounidense, pero que con certeza podríamos suscribir también. Recuerdo con absoluta nitidez una anécdota de mi infancia. Jugaba en casa de una tía y al encontrar un chocolate, me lo comí. Minutos después la tía preguntó: “¿Quién se comió el chocolate?”. Respondí apresurada que no lo había visto, ignorando la envoltura que asomaba por el bolsillo de mi pantalón. Recuerdo su llamada de atención, su tono ante mi mentira y la tremenda enseñanza sobre el valor de decir la verdad. Avergonzada creí haber aprendido la lección para siempre. Al instante, llamaron a la puerta y mi tía tranquilamente ordenó a su hijo: “Di que no estoy”.