Escribe: José Ignacio de Romaña, director en Volcan.
El 28 de julio de este año cumpliremos 203 años de vida republicana y como nación me pregunto, luego de dos siglos, ¿qué razones tenemos para sentirnos orgullosos? ¿Qué hemos logrado? Si nuestra nación tendría que rendir cuentas sobre desarrollo, nivel de pobreza, salud, ingreso per cápita, seguridad, valores, ¿qué cuentas rendiría?
Son 203 años de vida republicana en un territorio con más de 5,000 años de historia, desde los inicios de Caral, la civilización más antigua de América, pasando por Chavín de Huantar y su dominio de la arquitectura, la agricultura, la hidráulica, la cerámica y la orfebrería. También por la cultura Paracas y sus textiles, trepanaciones craneanas, pesca; las Vicus, Moche, Nazca, Tiahuanaco, para luego llegar al imperio Inca y luego la conquista. Tenemos mucho para sentirnos orgullosos. Tenemos una vasta historia, historia que es la historia de América.
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Esa es la herencia que recibió la República, los padres de la patria heredaron el territorio con la más rica historia y cultura de América, los logros del imperio incaico en cuanto a organización, astronomía, agricultura, hidráulica, comunicación y orfebrería son numerosos.
Entonces, la pregunta que surge es, ¿qué hemos hecho con toda esa herencia recibida? ¿Cómo la hemos potenciado?, ¿La hemos multiplicado? ¿Siquiera la hemos preservado?
Sinceramente, avergonzado debo contestar que, ese mendigo sentado sobre un banco de oro, sigue siendo un mendigo. Y el oro en esta metáfora se aplica a toda la riqueza que este país ostenta: una riqueza cultural , en recursos, en su gente , en historia. Y si algo positivo debo resaltar de esta vida republicana, es el gran corazón que caracteriza a nuestra gente, un gran corazón que le abrió las puertas a nipones, chinos, africanos, italianos, y surgió un mestizaje sobre el ya existente con los españoles, lo que nos hace únicos y que debemos potenciar con miras a mejorar el nivel de vida de nuestra gente.
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Siempre hemos ostentado nuestro rico país y las grandezas que este posee. Sabemos lo que tenemos, pero nunca hemos capitalizado dicha riqueza, nunca nos ha rendido ningún tipo de interés, dado que no hemos sabido hacer las inversiones necesarias para que den sus frutos.
Al igual que siempre supimos lo bien que se comía en el Perú, pues solo bastaba viajar al extranjero y añorar la comida de casa. Pero nadie se la creía. Lo hablábamos y solo quedaba en dichos y conversaciones patrióticas culinarias. Surgió un muchacho soñador, visionario que se la creyó, trabajo duro, escribió su sueño que compartió abiertamente, y luego de 20 años de arduo esfuerzo, el Peru es reconocido como una de las mejores cocinas del mundo, generando miles de puestos de trabajo e ingresos para el país.
Debemos copiar ese modelo y aplicarlo a toda nuestra riqueza que escondemos bajo ese banco dorado. Establezcamos un objetivo que nos una como peruanos. Plantear como objetivo país el creer en realmente quienes somos: no solo dueños de la mejor cocina del continente, sino dueños del país con mayor riqueza cultural e histórica de América. Y así como ese muchacho soñador nos convenció a todos los peruanos de nuestras capacidades culinarias y de generar un mundo de oportunidades para los peruanos, deberíamos mostrar esa herencia de más de 5,000 años al mundo y plantearnos recibir 50 millones de turistas para el año 2050, multiplicar por más de 10 veces nuestros visitantes. Para eso necesitamos hacer de esta iniciativa una iniciativa de nación, que trascienda a los gobernantes de turno, y apunte a mejorar la educación , valores , infraestructura en aeropuertos, ferroviaria , hotelera, energética, leyes promotoras de la inversión turística…. Una espiral positiva en torno de un objetivo nacional.
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Tenemos la historia, tenemos la cultura, tenemos la comida. ¿Qué nos falta?: la infraestructura, la educación y lo más importante, creer como nación que podemos hacerlo.
Creo firmemente que un enfoque hacia el sector turismo nos puede llevar como nación a un objetivo común. Llegar a 50 millones de turistas para el año 2050, potenciar enormemente nuestras riquezas naturales e históricas, y a la vez forzarnos a desarrollar todo los aspectos necesarios para llegar a ese objetivo, desde la educación hasta todos los servicios e infraestructura y normas necesarias para acoger a 50 millones de personas y que repitan la experiencia.
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