
Escribe: Jorge Beingolea, director de Soluciones de Portafolio de Credicorp Capital Asset Management
(5 de diciembre del 2025) Los resultados financieros del tercer trimestre 2025 para las empresas que componen el S&P 500 han sido bastante buenos. En promedio, las empresas reportaron utilidades 17% mayores a las del mismo periodo del año pasado, lo cual representó una sorpresa positiva de 10% respecto a lo esperado por el consenso de mercado; asimismo, los márgenes netos se encuentran cerca a máximos históricos y la sólida performance fue transversal: 10 de los 11 sectores económicos tuvieron utilidades que crecieron respecto al tercer trimestre 2024.
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Hay varias razones que explican este desempeño: la menor incertidumbre sobre la política arancelaria de Trump, el repunte del gasto fiscal luego de la aprobación del plan presupuestal multianual a mediados de este año y la reanudación del ciclo de recortes de tasa de referencia por parte de la Reserva Federal.

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Sin embargo, uno de los principales motores es sin duda el entusiasmo por el auge de la inteligencia artificial (IA) y cómo esta impacta -e impactará- en la productividad de las empresas y la economía en general, lo cual ha llevado a enormes inversiones en infraestructura para desarrollar esta industria. Como muestra de esto, el sector tecnología fue el líder en crecimiento de utilidades el tercer trimestre 2025, reportando 29% de aumento respecto al mismo periodo del año pasado.
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Por lo tanto, la IA puede ser considerada la causa de la robusta actividad económica en EE. UU. -la inversión en tecnología creció 14% el último año, mientras que la del resto de sectores solo 1%- y del rally de la renta variable desde octubre 2022, pero también su principal riesgo.
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Esto se debe a que el notable crecimiento de la inversión y el valor de las acciones relacionadas a esta industria (especialmente las Magníficas 7: Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla) parece estar siguiendo el patrón de episodios previos en los que un nuevo descubrimiento ampliaba el espectro alcanzable por la curva de posibilidades de producción: entusiasmo por una nueva tecnología que conduce a fuertes inversiones en capital, altas valorizaciones y, finalmente, excesos que llevan a que el ímpetu en la industria se pierda abruptamente. Este fue, a grandes rasgos, el curso que siguieron las empresas tecnológicas a fines de los años 90 e inicios de los 2000 con la masificación del internet y las de energía con la extracción de gas de esquisto entre 2010 y 2015.
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Así las cosas, es importante tratar de monitorear indicadores que puedan dar luces sobre cuándo podríamos estar acercándonos a esos niveles de exuberancia en precios e inversión.
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Por el momento, este conjunto de métricas arroja señales de alerta, pero no de alarma. Por ejemplo, la inversión en capital como porcentaje del flujo de caja operativo de los hiperescaladores (las principales empresas proveedoras de infraestructura computacional) es alto (por encima de 60%), lo cual ha llevado a que se empiece a recurrir al mercado de deuda para financiar inversiones adicionales; sin embargo, este ratio aún no se acerca al nivel visto globalmente en el sector tecnología durante la burbuja dotcom de inicios de siglo.
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De igual forma, en vez de financiar ciegamente el desarrollo de IA, el mercado accionarial parece estar discriminando racionalmente entre estrategias claras de monetización de inversión –como la de Google/Alphabet, cuya acción está en máximos históricos - y otras no tan claras -como la de Meta, cuya acción ha caído 17% en los últimos dos meses. Por lo tanto, nuestro posicionamiento recomendado aún sobrepondera levemente la renta variable.







