Los payasos del gremio más importante de Perú recorrieron este miércoles las calles del centro histórico de Lima celebrando su día local y llevando incluso una urna con las cenizas de un colega que murió durante la pandemia de COVID-19, que mató a más de 213,000 en el país.
Con sus narices rojas, rostros pintados, pelucas extravagantes y zapatones que apenas les permitían caminar, los payasos recorrieron las calles de una ciudad de diez millones de habitantes donde casi nadie sonríe o se saluda en las calles, estrechando las manos de los transeúntes sorprendidos.
“La pandemia golpeó duro a los payasos, muchos trabajamos en espectáculos dentro de las casas y con las prohibiciones nos quedamos sin nada”, dijo Ronald Puchuri, el presidente del gremio. Con seriedad, el payaso agregó que un número incontable enfermó con el virus y algunos murieron.
Lener Díaz, junto a sus colegas de la zona este capitalina, llevaban una urna con las cenizas del payaso Jorge Contreras, llamado “Copetín”, quien falleció una tarde de mayo del 2020, cuando la capital peruana vivía un encierro que duró más de 100 días para evitar la propagación del virus.
Copetín murió por un cáncer de páncreas agravado porque los hospitales no se daban abasto para atender a pacientes de otras enfermedades. “Hoy queremos romper el luto, lo dejamos en paz y volvemos a nuestros trajes de colores”, dijo Díaz. “Romper el luto”, significa entre los peruanos de origen andino finalizar la etapa de duelo y volver a la alegría, explicó el payaso junto a sus colegas.
La comparsa incluía a varios vestidos de personajes del universo de películas del estudio de animación Pixar, incluidos Buzz Lightyear, el antagonista de Woody, el vaquero de “Toy Story”. En medio de los personajes de las películas de Hollywood, contrastaba un payaso vestido como bailarín de la Danza de las Tijeras, un baile acrobático que conjuga el sincretismo indígena y católico practicado por siglos en los Andes de Perú, donde se habla quechua.
Ese hombre era Renato Pichihua, de 52 años y padre de cinco, quien superó el COVID luego de más de un mes de padecimientos. Pichihua dijo que vestía la ropa de la Danza de las Tijeras porque su familia provenía de Ayacucho, una región donde aquel baile es popular desde hace cientos de años.
“El coronavirus casi me mata y no tenía trabajo”, indicó el hombre y explicó que durante la pandemia las presentaciones de los payasos en las fiestas infantiles se redujeron casi a cero. Cuando se recuperó de la enfermedad comenzó a vender frutas y verduras en los mercados.
“Ahora hemos vuelto a animar fiestas, pero todo ha comenzado a subir de precio y la plata (el dinero) ya no alcanza”, comentó Pichihua, quien ha sido payaso por décadas. Como muchos peruanos, los payasos también han sido afectados por la inflación, que en marzo alcanzó la cifra más alta en Perú en 26 años.
La celebración del día del payaso no está reconocida en Perú, un país donde incluso se tienen oficializadas por decretos presidenciales diversas fechas para conmemorar a las comidas y a los tragos más famosos entre los locales.
Sin reconocimiento, los payasos se apropiaron del 25 de mayo como la fecha para celebrar su día en honor al legendario payaso local José Álvarez, llamado “Tony Perejil”, que murió este día en 1987 y fue velado en su remendada carpa en un barrio pobre de Lima, cuando Perú se hundía en medio de una crisis económica y la violencia terrorista de Sendero Luminoso en contra de los peruanos.
No se conoce la cifra exacta de payasos en el país, pero varios de ellos calculan que superan el medio millar. “Lo único que nos queda, ahora que tenemos vida, es seguir trabajando”, señaló Pichihua.