Primero, las buenas noticias: Ciudad de México no se quedará sin agua en pocas semanas como han vociferado algunos medios de comunicación.
La tan anunciada llegada el 26 de junio del llamado “Día cero”, el punto en que la ciudad no podrá suministrar más agua a sus habitantes, es de hecho un ejercicio teórico mencionado durante meses por la prensa pero poco probable a corto plazo.
Ahora las malas noticias: debido a una combinación de persistente sequía, altas temperaturas e infraestructura anticuada, los sempiternos problemas de escasez de agua en la capital de México se agravan peligrosamente. Aunque sistemas de agua deficientes no son una novedad en esta metrópolis, el cambio climático lleva a las autoridades a imponer medidas de emergencia como el racionamiento y la distribución de agua en camiones cisterna en los distintos barrios.
De hecho, la mayor parte del territorio mexicano sufre estrés hídrico: más del 70% del país experimenta algún grado de sequía y las principales presas están llenas solo al 36% de su capacidad, frente al 50% de febrero.
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Pero centrémonos por un momento en Ciudad de México. El sistema Cutzamala, un conjunto de embalses, presas, tuberías y plantas de tratamiento de agua que representa aproximadamente una cuarta parte del suministro de la ciudad, ha sido la principal víctima de la sequía.
Según cifras oficiales, sus embalses se han reducido a un mínimo histórico de unos 214 millones de metros cúbicos, o el 27% de su capacidad. Eso contrasta con un 41% a principios de 2024 y 36% en esta época del año en 2023. Además, solo han caído 118.3 milímetros de lluvia entre enero y principios de junio, frente a los 310.1 milímetros del año pasado. Y mayo fue el mes más caluroso en la historia de la ciudad.
Sin embargo, los expertos confían en que aún se pueda evitar el peor de los escenarios. Contacté a la Comisión Nacional del Agua de México, Conagua, y a dos analistas independientes. Coinciden en que el “Día cero” se pospondrá porque: 1) Las autoridades, tanto a nivel nacional como local, están tomando medidas de emergencia como la excavación de nuevos pozos y la restricción a la demanda; 2) Junio es tradicionalmente un mes lluvioso, lo que debería ayudar a reabastecer el Cutzamala; y 3) incluso si el Cutzamala se vacía, la ciudad recibe alrededor del 75% de su agua de otras fuentes.
Esto puede no ser muy tranquilizador, pero ofrece una gran lección: un país como México, en el que más de la mitad de su territorio es de climas desérticos o semiáridos, debe tomarse el problema más en serio porque no desaparecerá por arte de magia. De hecho, el calentamiento global hará que las olas de calor y las sequías sean más frecuentes e intensas. Estas temperaturas son solo un anticipo de lo que está por venir —y el clima cada vez más caótico intensificará la presión para encontrar soluciones—.
Afortunadamente, el problema figuró en las plataformas de los partidos durante las elecciones nacionales este mes; tanto los candidatos presidenciales como los aspirantes a la alcaldía de Ciudad de México discutieron acaloradamente sus propuestas. Como afirma Franck Gbaguidi, experto en cambio climático y director de Sostenibilidad de Eurasia Group, el creciente escrutinio de los medios de comunicación y la presión pública son cruciales para que las autoridades conviertan el problema en una prioridad medioambiental y política.
“Es bueno alcanzar ese punto de inflexión para desencadenar una acción real”, me dijo. “Se necesita ese nivel de atención para que los responsables políticos actúen ya”.
En un ambicioso plan que presentó durante la campaña, la ahora presidenta electa Claudia Sheinbaum se comprometió a hacer del acceso al agua para consumo humano una prioridad. Quiere cambiar la legislación vigente (que no se actualiza desde 1992), emprender proyectos estratégicos de abastecimiento de agua y utilizar la tecnología para ayudar en el riego agrícola, una industria donde se derrocha mucho. Sheinbaum también dijo que planea revisar las concesiones privadas de agua “para evitar abusos”.
“Todos los usuarios del agua deben poner el interés nacional y popular por encima de los intereses individuales”, declaró Sheinbaum, climatóloga de formación, en un discurso el 1 de marzo.
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Chivo expiatorio
Si bien es cierto que la explotación ilegal debe castigarse y eliminarse, el enfoque nacionalista de Sheinbaum podría dejar poco margen para las inversiones privadas en el sector, lo que plantea la cuestión de dónde encontrará la financiación para proyectos de miles de millones de dólares. Además, en ocasiones se ha convertido a las empresas privadas en el chivo expiatorio de las restricciones de agua, cuando en realidad éstas son el resultado de una mala gestión política y una planificación deficiente.
En cualquier caso, se puede hacer mucho para mejorar la infraestructura, modernizar tuberías y otros sistemas de transporte y almacenamiento que puedan evitar las fugas, responsables de aproximadamente el 35% del derroche de agua de la ciudad. Revertir los recortes presupuestarios a Conagua debería ser un punto de partida para el presupuesto del próximo año.
También son esenciales medidas drásticas contra el tráfico ilegal de agua y campañas para promover el cambio de comportamiento de los consumidores, sobre todo en los servicios no esenciales. Gbaguidi también afirma que las autoridades deben coordinar las acciones en los distintos niveles de gobierno y añadir expertos en agua a sus estructuras burocráticas para mejorar su comprensión del problema.
Mientras tanto, varios días de contaminación recurrente y temperaturas sofocantes han hecho que Ciudad de México se sienta como un horno gigante, provocando que los chilangos salgan corriendo a comprar ventiladores o considerar seriamente los aires acondicionados —alguna vez impensable en una ciudad famosa por su clima supuestamente templado—.
Pero eso era antes, y esto es ahora. La realidad es que desde marzo, México se ha visto asfixiado por lo que el meteorólogo Ben Noll ha denominado una “mancha de calor”, producto de condiciones meteorológicas que incluyen temperaturas similares a las de una bañera en el golfo de México y el fenómeno de El Niño, el cual empuja aire cálido hacia el este desde el océano Pacífico.
El Niño, las olas de calor y las sequías no son nuevos, pero el aumento de las temperaturas globales los está haciendo más potentes y peligrosos. La temperatura media en Ciudad de México la semana pasada fue 4.6 °C superior a la normal, lo que el cambio climático hizo cinco veces más probable, según estimaciones del grupo de investigación Climate Central.
Y el país en su conjunto experimenta actualmente 62 días más al año de calor extremo debido al cambio climático, según un nuevo informe de Climate Central, el Centro del Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y World Weather Attribution. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático prevé que probablemente sufrirá olas de calor y sequías aún más frecuentes e intensas a medida que el planeta se caliente en las próximas décadas.
Todo ello hará que la gestión del suministro de agua para un área metropolitana de 22 millones de habitantes —y una nación de casi 130 millones— sea aún más difícil en los próximos años.
Mientras Sheinbaum se prepara para asumir la presidencia el 1 de octubre, solucionar el problema del agua puede convertirse en uno de sus retos más urgentes y difíciles.
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