“Realmente no me ocupo de mi hijo”. La dificultad para conciliar las exigencias del trabajo con una buena educación para los hijos, en una sociedad ultracompetitiva y con escasa ayuda del Estado, explica en buena medida la declinante natalidad en China, el país más poblado del mundo.
Las autoridades chinas anunciaron este martes que la población del país disminuyó el año pasado por primera vez en más de seis décadas. Actualmente es de 1.411,75 millones.
Los expertos advierten de que esto podría dañar el crecimiento económico a largo plazo y presionar las arcas públicas.
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Las autoridades locales han querido ayudar a la natalidad con ayudas mensuales de algunos cientos de yuanes para los padres primerizos y cheques bebé por cada nacimiento.
Pero quienes ya tienen hijos explican a AFP que si no tienen más es por la dificultad de combinar las exigencias de un mercado laboral muy riguroso con la ambición de dar a la prole el mejor futuro.
“Para muchos hogares es extremadamente difícil educar a un niño, y ni siquiera eso lo manejan muy bien”, dice Wenjing, una bloguera de cerca de 40 años, para quien las ayudas del gobierno son “insustanciales”.
“Muchas familias sufrieron financieramente con la pandemia. Y en esas circunstancias tan duras, mucha gente decidió no tener más hijos”, explica esta mujer.
China puso fin a su política de hijo único en 2016, y en 2021 permitió a las parejas tener hasta tres niños.
Las ciudades más grandes, como Beijing y Shanghái, han extendido el permiso de maternidad hasta 158 días, y el año pasado las autoridades sanitarias dieron instrucciones que requieren a los gobiernos locales facilitar guarderías, eso sí de pago.
Sin embargo sigue habiendo obstáculos, como la ausencia de espacios para amamantar en la mayoría de lugares de trabajo, y la imposibilidad para las mujeres no casadas de congelar sus óvulos.
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Una plaza en una guardería privada puede costar entre 5,000 yuanes (740 dólares) y 20,000 yuanes (USD 2.950) al mes en Beijing, según el Asia Society Policy Institute.
Muchos jóvenes urbanos viven además lejos de sus familias en el sentido extendido, lo que les priva de una ayuda esencial por parte de tíos o abuelos.
La presión social de una educación “meticulosa”
Para Nancy, una madre pekinesa de algo más de 30 años que trabaja en el sector del comercio electrónico, conciliar el trabajo y la atención a su hijo es una tarea hercúlea.
“No consigo compaginar”, dice a AFP.
“Si quieres darle el pecho al niño, básicamente tienes que dejar de trabajar. Pero con nuestra situación, no podemos permitírnoslo”.
También influyen las expectativas sociales sobre cómo educar a la prole.
“Si tienes estándares más bajos, probablemente no estés tan casada. Pero aquí la mayoría de la gente educa a sus hijos de manera meticulosa”, añade Nancy.
“Y si insistes en salir del trabajo a las cinco de la tarde para cuidar a tu hijo, se te dará menos trabajo y te verás adelantada por tus compañeros”, agrega.
Quienes pueden, se fían al apoyo familiar.
“La capacidad de nuestra generación de ir a trabajar pasa básicamente por la explotación de los abuelos, que nos ayudan a educar a nuestros hijos durante unos años”, explica Nancy.
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“No me ocupo de mi hijo”
Ivy Meng, también treintañera, dice a AFP que a su hijo pequeño “lo educaron principalmente sus abuelos” durante la pandemia, cuando las escuelas estuvieron cerradas y tanto ella como su marido siguieron trabajando a tiempo completo.
A la hora de elegir entre trabajar y pasar tiempo con su niño durante la semana, eligió lo primero.
“Realmente no me ocupo de mi hijo”, dice. “Vuelvo a casa muy tarde cada noche, y no lo veo mucho”.
Aun así, dice que forma parte de las afortunadas, ya que muchas jóvenes chinas no pueden contar con un apoyo familiar como el suyo.
“La mayoría de las veces, los maridos no quieren compartir la responsabilidad del cuidado de los hijos, y sus padres o suegros no quieren ayudar”, resume.
Fuente: AFP