Un tractor con un subsolador afloja la tierra y hace hoyos profundos; detrás, una decena de hombres dejan caer plántulas en ellos. Esta laboriosa escena en una zona deforestada de la Amazonía recuerda más a la industria papelera que al mercado voluntario de carbono, en el que las empresas compran créditos de carbono para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Peter Fernández, de Mombak, la empresa que dirige el proyecto, afirma que Brasil puede ser para la eliminación del carbono lo que Arabia Saudita fue para su producción. Y asegura: “Quiero que Mombak sea el Saudi Aramco de eso”.
Son palabras mayores para un mercado cuya reputación está en serios problemas. En 2023, el volumen de créditos negociados en el mercado voluntario del carbono fue menos de la mitad que en 2022 y el valor del mercado se redujo de US$ 1,900 millones a 723 millones. Los escándalos han desanimado a los compradores corporativos: algunos promotores de proyectos solicitaron créditos para proteger bosques que no corrían riesgo de tala.
No obstante, en Brasil abundan los optimistas como Fernandez. En lugar de proteger los bosques ya existentes, como hacen muchos proyectos de créditos de carbono, se centran en la reforestación a gran escala. A diez horas en automóvil del terreno de Mombak, otra empresa brasileña, re.green, planta árboles en 8,500 hectáreas de pastizales degradados. En mayo, Microsoft, que planea ser carbono negativo en 2030, firmó un acuerdo para comprar a re.green 3 millones de toneladas de créditos de carbono a lo largo de 15 años por un precio no revelado (la empresa tiene un acuerdo similar con Mombak). Se espera que Google anuncie un acuerdo con Mombak a finales de este mes, su primera incursión en los créditos de reforestación.
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Quienes creen en este mercado argumentan que hay dos razones para apostar por él. En primer lugar, la mayoría de las grandes empresas del mundo que cotizan en bolsa tienen ahora objetivos de reducción de sus emisiones, ya que los accionistas y los reguladores las presionan para que sean más ecológicas. La industria pesada, las aerolíneas y las empresas tecnológicas ávidas de energía no pueden reducir todas sus emisiones, por lo que para alcanzar el objetivo cero tendrán que pagar para eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera.
En segundo lugar, muchos gobiernos están regulando las emisiones de forma más estricta. El Banco Mundial contabiliza 75 sistemas de tarificación del carbono en todo el mundo, que cubren aproximadamente el 24% de las emisiones mundiales, comparado con el 7% de hace una década. Aunque el mercado voluntario es independiente del mercado de cumplimiento, a veces ambos se entrelazan. El sistema de límites máximos y comercio de California permite a los participantes utilizar algunos créditos emitidos en el mercado voluntario.
El ser humano solo elimina de la atmósfera 2,000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, en su mayoría a través de la reforestación. Para limitar el calentamiento global a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, el ritmo de extracción debe aumentar a entre 5,000 y 10,000 millones de toneladas anuales de aquí a 2050, según calculan investigadores de la Universidad de Oxford. Según la consultora McKinsey, con 10,000 millones de toneladas, el tamaño del mercado de la eliminación de carbono oscilaría entre 300,000 y 1.2 billones de dólares.
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La eliminación del dióxido de carbono puede hacerse mediante métodos naturales (como plantar árboles o restaurar humedales) o tecnológicos, como la captura y almacenamiento directo en el aire (DACS, por su sigla en inglés), en la que máquinas extraen el dióxido de carbono del aire. Los proyectos tecnológicos son menos propensos a las estafas. Están diseñados para almacenar dióxido de carbono de forma indefinida, por ejemplo en el subsuelo, mientras que los bosques pueden quemarse o talarse. Sin embargo, son caros. Secuestrar una tonelada de dióxido de carbono mediante DACS cuesta unos US$ 1,000, frente a los 10-40 dólares que cuesta plantar árboles.
Esto hace que la reforestación, y Brasil, sean atractivos a corto plazo. Brasil alberga vastas extensiones de tierras degradadas y su clima tropical favorece el rápido crecimiento de los árboles. Los proyectos de Mombak y re.green se llevan a cabo en antiguos ranchos ganaderos cuyos propietarios vendieron sus tierras cuando dejaron de ser productivas. Otros pueden verse tentados a seguir su ejemplo.
Según cálculos de McKinsey, suponiendo que en 2030 los créditos de carbono tengan un precio de 30 dólares (precio que ya se está utilizando o superando en acuerdos de reforestación de alta calidad en la actualidad), sería más atractivo desde el punto de vista financiero cambiar la ganadería por la reforestación en aproximadamente la mitad de los pastizales de Brasil.
Reconstruir los pulmones de la Tierra
En total, los bosques brasileños restaurados podrían representar el 15% del potencial mundial de eliminación de carbono mediante reforestación (el único país que podría igualar esta cifra es Indonesia). Brasil, actualmente el sexto emisor mundial de gases de efecto invernadero, podría ser el único gran país en convertirse en carbono negativo.
Brasil está entusiasmado. El Banco Nacional de Desarrollo cree que el país podría arrendar 2.5 millones de hectáreas de tierras públicas a empresas de reforestación, lo que generaría un enorme número de créditos de carbono (su valor dependería del mercado). El Congreso brasileño está debatiendo una ley que crearía un sistema de comercio de derechos de emisión.
Los avances fuera de Brasil también ofrecen razones para tener esperanza. Cada vez es más fácil distinguir los créditos buenos de los malos. Desde 2020 han aparecido agencias de calificación para evaluar proyectos. Emisores de créditos rivales están desafiando a Verra, la empresa dominante en esta industria. Han surgido compañías de seguros para proteger a los compradores contra eventualidades como los incendios forestales.
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Pero aún quedan retos importantes. El mayor de todos es encontrar terrenos para comprar. En Brasil, los acaparadores de tierras suelen falsificar títulos confabulados con las autoridades locales, y muchos propietarios privados carecen de escrituras. Re.green tardará años en llevar a cabo la diligencia debida en las casi 2,000 fincas que está considerando comprar. Para intensificar la reforestación se necesita una producción industrial de semillas y viveros con plántulas de especies amazónicas.
Es poco probable que surja un mercado de un billón de dólares sin mucha más transparencia. La mayoría de las decisiones sobre precios son confidenciales. Las agencias de calificación publican las puntuaciones globales de los proyectos, pero suelen cobrar fuertes comisiones por los datos subyacentes. Eso está bien para empresas como Microsoft, que tiene un poder monopsónico en la industria de eliminación del carbono. La empresa, que ha comprado créditos para eliminar al menos 5 millones de toneladas de dióxido de carbono, tiene un departamento dedicado a buscar proyectos. Las empresas más pequeñas, en cambio, tendrán dificultades para hacer lo mismo.
Además, sigue habiendo dudas sobre cómo medir el secuestro. Muchos emisores de créditos utilizan metodologías basadas en los bosques templados de Escandinavia y California, que capturan menos carbono que las selvas tropicales. Algunas empresas están empezando a utilizar imágenes por satélite y escáneres de láser lidar que construyen imágenes tridimensionales para calcular las reservas de carbono. Sin embargo, aún no se generaliza el uso de estas herramientas tan sofisticadas.
Los observadores del mercado están a la espera de una ley que reactive el sector. Desde el Acuerdo de París sobre el cambio climático en 2015, los países han estado negociando normas para un mercado mundial integrado de carbono que les permita comprar créditos entre sí para compensar sus emisiones, posiblemente incluso del mercado voluntario de carbono. La última y más complicada parte del acuerdo que queda por resolver es cómo evitar que las compensaciones se contabilicen dos veces. Si alguna vez se consigue, la restauración de la Amazonia será buena para las empresas y para el mundo.
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