La sombra de Cristina Fernández, jefa de Estado argentina entre el 2007 y 2015 y hoy vicepresidenta, es cada vez más alargada: a menos de año y medio para los próximos comicios presidenciales, su enorme influencia dentro del gobierno y sus críticas al mandatario, Alberto Fernández, ya se han cobrado el cargo de varios ministros y elevan las dudas por el presente y futuro de un país bloqueado por la incertidumbre.
El tablero político tiembla cuando Cristina habla. Desde que en el 2019 resurgió de sus cenizas, al derrotar en las urnas junto con Alberto -a quien ella misma había elegido como candidato- a su archienemigo Mauricio Macri, sus apariciones públicas, escasas pero estratégicas, han marcado agenda y condicionado el poder de maniobra del presidente, en un país que no logra aplacar la inflación ni la devaluación del peso y con la prima de riesgo cada vez más alta.
Para muestra más reciente, un botón: el sábado pasado, Martín Guzmán, ministro de Economía, uno de los mayores blancos de críticas de la vicepresidenta, presentaba su renuncia y animaba al presidente a trabajar en un “acuerdo político” dentro del oficialismo para que quien le reemplazase cuente con el “manejo centralizado de la política macroeconómica”.
Ese cese llegaba solo un mes después de que Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo, otro de los más cercanos al presidente y también cuestionado por Cristina, fuera obligado a dimitir por el mandatario.
“Estamos frente a un presidente que no tiene liderazgo, no tiene poder y no tiene gestión. Su vicio de legitimidad vino desde un inicio, siendo que la que tenía los votos era la vicepresidenta, la que lo eligió”, afirma Mariel Fornoni, directora de la consultora Management and Fit.
¿Ministros de Cristina?
Tras más de 24 horas de conjeturas sobre quién reemplazaría a Guzmán, el gobierno designó a Silvina Batakis, exministra de Economía de la provincia de Buenos Aires entre el 2011 y 2015 y actual secretaria de Estado en la cartera de Interior, liderada por uno de los ministros más cercanos a Cristina.
Lejos de lo que se podía esperar, en sus primeras declaraciones públicas Batakis abogó por mantener el programa económico impulsado por su antecesor y cumplir las metas firmadas en el acuerdo suscrito en marzo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar el crédito de US$ 44,000 millones otorgado en el 2018, durante el macrismo.
Unas intenciones que llaman la atención al ser ese acuerdo con el FMI uno de los grandes reproches de la vicepresidenta, por el ajuste fiscal que asegura conlleva.
¿Qué busca entonces Cristina Fernández? Aunque su influencia ha logrado cambiar a varios ministros, el sustituto de Kulfas -Daniel Scioli- no es considerado ‘riñón’ del kirchnerismo, movimiento más izquierdista dentro del peronismo liderado por la viuda del también expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), y, al menos de momento, Batakis no tiene un claro posicionamiento hacia uno u otro sector.
“Ella (Cristina) de alguna manera se está involucrando, tiene el poder, pero no se quiere responsabilizar de la crisis que vamos a tener”, señala Fornoni. Y ahí es donde aparece el ya omnipresente 2023, año en el que, salvo un eventual adelanto electoral que ya algunos no descartan, Argentina volverá a las urnas para elegir presidente o presidenta.
Elecciones en el horizonte
Se desconoce si Cristina quiere volver a la carrera electoral, ya sea para ser presidenta o conformarse con el Senado. Ambas aspiraciones, como su cargo actual, le permitirían mantener fueros que la blindarían si es condenada en algunas de las causas por corrupción en las que está acusada por actos de sus tiempos como mandataria.
Ya en el 2019, su alianza con Alberto para derrotar al entonces presidente Macri -muy desgastado por la recesión iniciada en el 2018- pareció responder a la idea de que ella, con una alta imagen negativa tras sus años como mandataria pero con un segmento de la población muy leal- no tenía por sí sola los votos para ganar, pero sí si acompañaba a alguien con un perfil como Alberto.
Una fórmula que funcionó hasta el 2021, cuando se remonta la actual disputa entre los Fernández, cortocircuitos que ya muchos analistas y opositores que veían a Alberto una suerte de títere de Cristina, ya aventuraban en el 2019.
La victoria de la principal coalición opositora, a la que pertenece Macri, en las legislativas de noviembre pasado abrió la caja de los truenos.
Inmediatamente, varios ministros kirchneristas presentaron su renuncia, a modo de presión, y la vicepresidenta avivó su mecha contra al gobierno, convencida de que la gestión económica había provocado la derrota.
Hoy, solo ocho de los 21 ministros del gabinete del 2019 quedan en sus puestos: muchas de esas destituciones vinculadas a las tensiones con el kirchnerismo.
“La Argentina merece mucho más que esta pelea interna. Estamos viviendo una crisis que no nos merecemos. La Argentina tiene graves problemas estructurales, pero es la falta de responsabilidad del gobierno la que empeora la situación”, escribió en Twitter el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, uno de los posibles candidatos opositores en el 2023.
Con los comicios en el horizonte, nada apunta a que Cristina tenga por sí sola apoyo suficiente para volver a la Presidencia, siendo parte de un gobierno que, aunque logró sacar al país de la recesión, sigue sin frenar la inflación y la devaluación del peso y salarios.
Según Fornoni, en la populosa provincia bonaerense, su principal bastión electoral, la vicepresidenta tiene hoy “más de 50 puntos de imagen negativa”, rompiendo su mínimo y achicando su máximo tradicional de apoyos, lo que la pone “en una situación delicada” en intención de voto.
El pasado lunes, en medio de la crisis de Gabinete, la prensa destacaba que los Fernández cenaron juntos, aunque sin detalles oficiales de si el hacha de guerra queda enterrada para siempre o solo para unos días.