Los dieciséis años en el poder de la canciller alemana, Angela Merkel, han desarmado toda tesis sobre la incapacidad de la mujer para el liderazgo político, aunque el camino hasta ello es aún un pedregal, también en las democracias avanzadas.
“Los mensajes de odio en las redes o la hostilidad en los medios contra la mujer en política son infinitamente superiores a los que soportan sus colegas hombres”, afirma a Efe el cineasta Torsten Körner, director de la película “Die Unbeugsamen” (“Las Indomables”).
Con esa situación se ha topado la candidata a la Cancillería de los verdes Annalena Baerbock, cuyos “errores personales han sido sobredimensionados”, opina el director. Pero también otras diputadas, como la izquierdista Petra Pau o la asimismo verde Renate Künast, ambas objetivos preferenciales del odio en la red.
El filme de Körner se centra en la “República de Bonn”, la capital de la Alemania occidental desde la posguerra hasta años después de la reunificación del país.
El odio en las redes claramente no existía, pero sus políticas sí experimentaron el menosprecio, el paternalismo insultante, abusos y algún pellizco de colegas que entendían esos gestos como bromas.
Körner repasa ese espectro parlamentario, desde la verde Petra Kelly a la conservadora Rita Süssmuth. Mujeres que “abrieron la puerta a una futura canciller”, afirma.
“Busqué un equilibrio entre los partidos. Como dijo Merkel en la presentación de mi película, la igualdad de género no atañe a un solo grupo, sino a todas”, prosigue Körner.
“Die Unbeugsamen” se estrenó estos días en presencia de la canciller, que no suele prodigarse en estos eventos. En el filme ella solo aparece como hito final, ya que no perteneció a la “República de Bonn” más que en su última fase.
Su precedente en la Unión Cristianodemócrata (CDU) fue Süssmuth, ministra de la Familia bajo Helmut Kohl, entre 1985 y 1988, y luego presidenta del Bundestag (Parlamento) hasta 1998.
“Süssmuth fue la primera ‘mujer incómoda’ para Kohl. No era católica ferviente, leía literatura feminista y practicó una política, para esa época y ese partido, feminista”, recuerda Körner.
Merkel entró en política con la reunificación (1990), cuando ingresó en la CDU. Como a Süssmuth, Kohl la colocó al frente del Ministerio de la Familia y también como aquélla, se convirtió en una “mujer incómoda”.
Clave para Merkel fue la publicación de una columna suya en el diario conservador “Frankfurter Allgemeine Zeitung” en diciembre de 1999. Kohl estaba hundido en el barrizal de la financiación irregular del partido que dirigió 25 años. Merkel llamaba a la entonces opositora CDU a “emanciparse” del patriarca.
“Procedía del este y eso la ayudó. Los hombres dominantes del oeste no la tomaron en serio”, prosigue el cineasta. No estaba “implicada en el sistema Kohl de cuentas secretas y no tenía un vínculo emocional con la familia política de Kohl”.
Merkel tomó las riendas de la CDU un año después. Luego fue librándose uno a uno de los hombres que cometieron el error de infravalorarla, recuerda otra “indomable” del filme, la socialdemócrata Herta Däubler-Gmelin, ministra de Justicia desde 1998 a 2002 bajo Gerhard Schröder.
Los hombres a los que arrinconó fueron tanto rivales conservadores como al socialdemócrata Schröder, a quien Merkel derrotó en las urnas en 2005. De éste se recuerda cómo le negó a Merkel la victoria en la “ronda de los elefantes”, tertulia post-electoral televisada, convertida en icónica por la arrogancia machista del derrotado y la contención de la ganadora.
El vaso medio lleno
A Merkel la ha rodeado la pregunta recurrente de si es feminista. Ella esquivó la respuesta en 2017, en un foro con Ivanka Trump, hija del entonces presidente de EE.UU., la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, y Máxima de Holanda.
Hace poco se proclamó abiertamente feminista en otro foro, en Düsseldorf con la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. “Sí soy feminista. Todos deberíamos ser feministas”, dijo, de pronto.
Este reconocimiento no puede neutralizar la impresión de que no ha hecho sus deberes, especialmente contra la violencia de género, que en Alemania se considera un “drama privado”, pese a que cada tres días una mujer muere a manos de su pareja o expareja.
“La llegada de Merkel a la cancillería fue un hito, pero no ha supuesto el fin de la desigualdad en la política. Las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en el Bundestag, especialmente en la extrema derecha y en el partido de Merkel”, explica Ana Carbajosa, periodista española y autora del libro “Angela Merkel. Crónica de una era” (Ed. Península).
“Hay quien piensa incluso que la presencia de Merkel ha resultado contraproducente. Se pensó que con una canciller se había alcanzado la meta y se ha convertido en coartada para ralentizar el por sí lento camino a la igualdad”, concluye.
Los 16 años de la “era Merkel” no han desembocado en una paridad. La brecha salarial se sitúa en un 20%, solo un 15% de los puestos en las juntas directivas de las empresas están a cargo de mujeres y solo un 31.4% de los escaños del Bundestag están ocupados por diputadas. En 2013 el porcentaje era del 37.5%.