Antes de exponerse en un museo, los fósiles de un dinosaurio pasan por artistas que deben retirarles la tierra, reconstruirlos y pintarlos de tal forma que queden perfectos al ojo humano. Para la restauradora Lauren McClain, es como armar un rompecabezas en 3D.
En su taller instalado en el segundo piso de su casa en el barrio de Kingwood, al noreste de Houston, Texas, Lauren utiliza una especie de minitaladro conectado a una compresora, parecido a la herramienta de un dentista, con el que retira cuidadosamente las partículas de suelo pegadas a estos restos que llegan a superar los 60 millones de años.
Una vez limpio, debe montar este “rompecabezas” milenario, que muchas veces no llega completo. Ella moldea las partes faltantes de un fémur de Tyrannosaurus, un dedo o una tibia de Triceratops, el fémur de un Edmontosaurus o los dientes de un Megalodón. Ya ha trabajado también en un fósil de Eurypterida (conocido como escorpión marino) de 200 millones de años.
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“La gente me dice: debes ser buena con los rompecabezas, y en realidad no me gustan mucho. Pero cuando se trata de un rompecabezas en 3D que se convierte en un dinosaurio, eso me gusta”, explica McClain, de 33 años.
“Es similar porque, cuando tienes algo que está en cien piezas, realmente tienes que estudiar todos esos bordes y cómo se alinean y perfeccionar esos detalles para reconstruirlo y convertirlo en lo que era”, agrega.
Varios de estos gigantescos seres habitaron lo que es hoy América del Norte. Estados como Montana, Dakota del Norte y del Sur, Colorado, Florida y California suelen ser atractivos para quienes buscan fósiles.
Fémur prehistórico
Fanática de la saga de Jurassic Park desde niña, Lauren incluso se casó en el Museo de Ciencia Natural de Houston, donde se exponen grandes esqueletos de dinosaurios.
Se graduó como diseñadora y en paralelo a su trabajo formal, hace algunos años comenzó a hacer excavaciones. Con la ayuda de mentores y paleontólogos profesionales incursionó en el negocio de la restauración y montó su emprendimiento: Big Sky Fossils.
Desde hace siete meses renunció a su trabajo de oficina y se dedica solo a los fósiles. Recientemente, recibió de un museo texano el domo craneal de un paquicefalosáurio.
Y mientras busca un mayor espacio para ampliar el taller, en el garaje de su casa restaura un fémur de hadrosáurido. La pieza mide 1.30 m, casi el tamaño de Lauren (1.60 m.)
Ella reconstruye el fémur colocando una varilla de metal interna para darle estabilidad. Luego de la limpieza, pega las piezas con una goma potente y utiliza masilla epoxi para rellenar los espacios vacíos. Al terminar, debe pintarlo con algún color semejante al original.
“Restaurar piezas faltantes de fósiles suele ser la parte más difícil porque no solo es necesario comprender la anatomía de ese dinosaurio específico, sino que también se necesita una buena referencia. Hablo con muchos paleontólogos para hacerlo bien”, explica Lauren.
Paciencia y observación
David Temple, curador de Paleontología del Museo de Ciencia Natural de Houston, dice que las películas hacen a la gente creer que los fósiles se encuentran intactos en la tierra.
“La realidad es otra. Todo fósil que se encuentra, necesita cierto grado de curación, restauración y consolidación porque incluso el acto de sacarlo de la tierra es destructivo”, dice, desde los pasillos del período Cretácico del museo.
Una vez restaurados, los fósiles también sirven para fabricar réplicas que son expuestas en diferentes lugares.
“Muchos paleontólogos preparan sus propios fósiles, pero no todos, y reconocen que la gente que hace esta labor [de restauración] tiene una habilidad especializada”, agrega.
“Si ves algunos de nuestros trilobites (artrópodo marino extinto), no mucha gente en el mundo lo hace (limpieza y restauración). La paciencia es importante, la observación es importante, y estar dispuesto a aprender”, asegura.
Y hay que tener cuidado, dice. Ocurre que cuando alguien pega partes del hueso que no calzan, bromean diciendo que inventaron “una nueva especie”.
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