El problema que pone en evidencia la pandemia del coronavirus en los sistemas sanitarios de los países ricos no es tanto una falta de dinero como la necesidad de prever reservas de personal y material médico para situaciones excepcionales, según la OCDE.
“La crisis del Covid-19 demuestra que se necesita flexibilidad y adaptación en el uso de los recursos existentes, así como planificar respuestas si aumenta la demanda”, explica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en un documento que ha publicado para orientar las políticas de sus países miembros.
Fuentes de la organización insisten en que el colapso que viven los sistemas sanitarios de los países más afectados "no es necesariamente un problema de dinero", ya que incluso los que más gastan no están preparados para hacer frente a esta ola de pacientes.
Es decir, que no tiene sentido acumular “capacidades inutilizadas” para hacer frente a un flujo tan importante, sino que la reflexión es “tener más reservas” y capacidad para movilizar medios humanos y aprovisionarse en materiales.
Los autores del documento señalan que países con un elevado número de médicos y enfermeras en relación con la población, como Noruega, Suiza y Alemania, pueden recolocarlos y responder mejor a una epidemia como ésta, que aquellos con una baja proporción de personal sanitario, como México, Turquía y Polonia.
Lo mismo ocurre con el número de camas de hospital por cada 1,000 habitantes, que llega a ser de 7.8 en Japón, de 7.1 en Corea del Sur y de 6 en Alemania cuando están por debajo de 2.5 en Estados Unidos (2.4), España (2.4), Israel (2.2), Suecia (2), Chile (2) y Canadá (2).
O con las plazas de salas de reanimación, que varían en una horquilla muy amplia de las 33.9 por 100,000 habitantes en Alemania, las 28.9 en Austria o las 25.8 en Estados Unidos a las 9.7 de España, las 8.6 de Italia, las 7.8 de Dinamarca o las 5 de Islandia.
La sanidad de los países miembros, que en su mayoría tienen una población bastante envejecida, está orientada por eso en buena medida al tratamiento de patologías crónicas pero no se debe olvidar la posibilidad de que surjan epidemias, ya que aunque sean situaciones excepcionales, hay que poder hacerles frente.
Para la OCDE, la crisis actual evidencia igualmente la importancia de que el sistema sanitario tenga una cobertura universal. Y advierte de que si los pacientes han de pagar de su bolsillo pruebas de diagnóstico o tratamientos, eso retrae a los que tienen menos recursos y contribuye a acelerar la transmisión de la epidemia.
Una advertencia que cobra particular sentido para los países en los que al menos un 5% de la población no tiene garantizada la atención básica, en particular Chile, Polonia, Estados Unidos, Costa Rica y México.
Sobre las razones de que en Europa se haya llegado a las actuales circunstancias de colapso del sistema sanitario en algunos países, las fuentes de la organización señalan que “tal vez se subestimó el peligro” del coronavirus y “la rapidez” de su propagación cuando el Covid-19 afectaba a China y a Corea del Sur.
Ese último país tenía la experiencia de epidemias como el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS) en el 2003 y, además, desde que los gobiernos dieron la consigna del confinamiento, las poblaciones la cumplieron de forma rápida y muy disciplinada, lo que ilustra igualmente diferencias culturales.
Corea del Sur también es un modelo por cómo desde el principio ha aplicado una política masiva de test por una combinación de consideraciones estratégicas, logísticas, normativas, culturales y de propias capacidades. Allí se habían hecho hasta el 20 de marzo 6,100 pruebas por cada millón de habitantes, lo que significa unas 45 veces más que en Estados Unidos.
La OCDE es consciente de que si la epidemia se extiende a otros países del Sur, algo que podría estar ocurriendo ya porque el sistema de vigilancia sanitaria allí es más débil, habrá “verdaderas tragedias humanas, de una amplitud mayor de lo que estamos viendo”.