Esta vez, el shale estadounidense no viene al rescate. A pesar de que los perforadores cuentan con grandes sumas de efectivo después de que el año pasado registraran ganancias récord, es poco probable que los productores estadounidenses aceleren el incremento de la producción petrolera lo suficiente como para compensar los recortes sorpresivos de la OPEP+, dijeron analistas y ejecutivos.
Los equipos de gestión no muestran signos de que terminarán con una tendencia de tres años que ha priorizado los dividendos y la recompra de acciones sobre las nuevas perforaciones. E incluso si quisieran producir más, la escasez de pozos de primer nivel, trabajadores y equipos limitaría su capacidad. En conjunto, esto significa que el shale estadounidense ya no es la fuerza disruptiva en los mercados petroleros mundiales que fue durante la década anterior al COVID-19.
“No hay una respuesta coordinada que pueda originarse desde acá”, dijo Brendan McCracken, director ejecutivo de Ovintiv Inc. “Ahora llevamos varios años con actores como nosotros dirigiendo estos negocios para obtener retornos y flujo de caja libre, y eso no va a cambiar a corto o largo plazo”.
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El aumento de la producción de Estados Unidos es menos de la mitad de lo que era antes de 2020 y la producción general aún no ha vuelto a los niveles previos a la pandemia. Los principales pronosticadores prevén un crecimiento de alrededor de 500,000 barriles por día este año en la Cuenca Pérmica —el campo de shale de más rápido crecimiento del país— menos de la mitad que los recortes de más de 1 millón de barriles por día anunciados por la OPEP+ el domingo.
Eso representa un marcado contraste con gran parte de la última década cuando la industria de shale estadounidense era una piedra en el zapato para la OPEP y usaba dinero barato para revitalizar campos petroleros que se pensaba que estaban agotados mediante el uso de nuevas tecnologías de fracking.
Entre 2012 y el máximo de 2020, el espectacular crecimiento del sector petrolero de Estados Unidos agregó más crudo a los mercados globales que toda la producción actual de Irak e Irán juntos. Eso irritó a la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados, que vieron amenazado su dominio del mercado como nunca antes.
Pero ese aumento de la producción en Estados Unidos hizo poco por los accionistas, que habitualmente veían a los ejecutivos aumentar su deuda a medida que invertían más dinero en nuevos pozos. La caída de la demanda de petróleo durante la pandemia llevó a la bancarrota a muchos perforadores más pequeños y los que sobrevivieron prometieron no repetir nunca más la estrategia de perseguir el crecimiento de la producción a toda costa.
El año pasado, cuando los precios del petróleo se dispararon a más de US$ 100 por barril después de la invasión de Rusia a Ucrania, la nueva disciplina se puso a prueba y se mantuvo la producción.
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Los ejecutivos se negaron a acelerar los planes de producción a pesar de las súplicas desesperadas del Gobierno de Biden. Finalmente se demostró que tenían razón, ya que obtuvieron ganancias récord incluso cuando los precios cayeron en la segunda mitad del año.
“Es poco probable que Estados Unidos llene la brecha de la OPEP en el corto plazo”, dijo Peter McNally, jefe global de energía en Third Bridge, proveedor de inteligencia de mercado. “El mercado de valores ha castigado a aquellos productores que se han comprometido con planes de gasto más agresivos”.