“Extrañaremos mucho ver a nuestros accionistas”, se lamentó Warren Buffett antes de la reunión general anual (AGM por su sigla en inglés) de Berkshire Hathaway el 2 de mayo.
Miles de sus devotos accionistas habrían acudido normalmente a Nebraska para la gran reunión. Pero no este año. Debido al Covid-19, el conglomerado ha trasladado la reunión al ciberespacio. La edición 2020 del “Woodstock para capitalistas”, como la llama Buffett, puede llegar a ser una “experiencia de práctica”, dice Charles Elson, de la Universidad de Delaware.
Una rareza antes de la pandemia del coronavirus, las AGM virtuales se están extendiendo rápidamente en la era del distanciamiento social. Según cálculos del Institutional Shareholder Services (ISS), una firma de asesoría para accionistas, hasta el 22 de abril el número total de reuniones anuales en todo el mundo que serán solo online fue de 2,240, frente a las 286 en todo el 2019. Las empresas estadounidenses representaron más de la mitad de esa cifra.
El 27 de abril, Boeing, un aquejado fabricante de aviones, y Honeywell, un conglomerado industrial, sostuvieron sus AGM en el ciberespacio (incluida la votación para acuerdos de accionistas, la mayoría de los cuales fueron derrotados). Hoy 4 de mayo, la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC), un regulador en ese país, realizará una audiencia pública (en línea, naturalmente) para discutir lo que todo esto significa para el gobierno corporativo.
Las reuniones en línea tienen sus virtudes. Muchas AGM presentan escasa asistencia porque los accionistas en lugares lejanos, que podrían unirse fácilmente a una reunión virtual, no pueden estar presentes físicamente. También son más económicas, más ecológicas y requieren menos tiempo que las reuniones tradicionales si se toma en cuenta los viajes.
Las empresas pueden citar estos aspectos como razones para seguir con las AGM virtuales después de la crisis. Eso sería lamentable, ya que el aparente moralismo puede ocultar una razón más egoísta por la cual los gerentes prefieren las AGM virtuales: pueden inclinar los procedimientos a su favor.
Es fácil ver cómo las reuniones en línea podrían ‘enfriar’ la disconformidad de los accionistas. En una sala llena de gente se puede tomar el pulso de la multitud. Los que están indecisos acerca de un acuerdo pueden verse obligados a unirse a una rebelión si sienten agitada frustración en los demás. Francesca Odell y Helena Grannis de Cleary Gottleib, una firma de abogados, señalan que en las reuniones en línea “la gente no puede ver a alguien moviendo los puños con enojo o agitando las manos”.
La mayoría de los observadores apoyan las reuniones en línea durante la pandemia como medida provisional, siempre que cumplan con altos estándares de transparencia. ISS insta a las empresas a asegurarse de que los accionistas puedan “hacer preguntas a los directores y la alta gerencia y entablar un diálogo”.
Pero el consenso entre los que velan por el gobierno corporativo es que las AGM deben realizarse en persona tan pronto como sea seguro hacerlo. De lo contrario, advierte Mike Mayo, analista de Wells Fargo, las reuniones anuales posteriores a la crisis corren el riesgo de convertirse en “ejercicios sin emociones, monótonas y de rellenar un formulario”.
Para Mayo, asistir a ellas es una forma invaluable de pedir cuentas a los ejecutivos. A diferencia de una sesión de preguntas y respuestas “en un solo procedimiento”, típica del foro en línea, los encuentros en persona permiten un adecuada interrogatorio de jefes y miembros de la junta. “Para los directores, es un momento para encontrarse con sus creadores”, subraya Elson. Los creadores sin duda preferirían reunirse en un salón que en Zoom.