
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, anunció dos medidas clave que marcarán el rumbo laboral de su gestión: un incremento del salario mínimo para 2026, que -según dijo- elevará en 154% el poder adquisitivo y permitirá que “alcance para dos canastas básicas”, junto con una reducción progresiva de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales durante el sexenio.
“Por el bien de todos, primero los pobres”, afirmó la mandataria al presentar la iniciativa que promete impactar la economía de millones de trabajadores mexicanos.
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El anuncio reaviva un debate regional sobre el tiempo que labora un empleado, de la mano con un aumento del salario mínimo a nivel nacional.
En nuestro país, el Ejecutivo -considerando a todos los presidentes del último quinquenio- ha planteado en distintos momentos revisar los estándares laborales, aunque sin una propuesta concreta que avance hacia el Congreso. En cuanto a la RMV, Dina Boluarte fue la última mandataria que la aumentó a S/ 1,130.
“En el caso del Perú, el último incremento de la RMV fue el 1 de enero de 2025, pasando de 1025 a 1130 soles. Asimismo, la inflación anual proyectada para este año asciende a 1.8%, y en cuanto a la productividad, Perú tiene un reto importante en mejorar este indicador, pues otros países de Latinoamérica tienen una productividad bastante mayor, estimándose que un trabajador peruano produce la mitad de un trabajador chileno, por ejemplo. En base a lo anterior, no estarían cumpliéndose las condiciones para un incremento, aunque deberían evaluarse también los otros elementos del contexto económico”, dijo a Gestión Carlos Cárdenas, abogado laboralista socio en Gálvez & Dolorier Abogados.
Tomando con atención el modelo mexicano, ¿Perú podría aplicar la misma fórmula?
La canasta básica familiar
En principio, analizamos el costo de la canasta básica familiar. Según Sheinbaum, el incremento del salario mínimo permitirá cubrir hasta dos.
En México, el costo de la canasta básica alimentaria urbana para 2025 se ubica en torno a 2,452 pesos mensuales por persona, según estimaciones oficiales y proyecciones económicas. Con un tipo de cambio promedio de 18,2 pesos por dólar, este valor equivale a aproximadamente US$ 135 mensuales. Si se considera la canasta ampliada -que incluye bienes y servicios no alimentarios- el gasto total por persona asciende a alrededor de 4,700 a 4,800 pesos al mes, es decir, entre US$ 260 y US$ 265, reflejando una mayor presión del costo de vida en rubros como transporte, energía y servicios.
En Perú, la canasta básica de consumo para 2025 alcanza los S/ 465 mensuales por persona, según el INEI. Con un tipo de cambio promedio cercano a S/ 3.36 por dólar hacia fines de 2025, este monto representa unos US$ 138 mensuales. Aunque el valor expresado en dólares es similar al de México en el componente alimentario, la diferencia se amplía cuando se comparan las canastas totales, debido a que en Perú ciertos servicios -como transporte urbano y energía- tienen un menor peso relativo en el gasto familiar.
Ambos países, sin embargo, muestran una tendencia común: un encarecimiento sostenido de los productos esenciales en los últimos años.
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¿Cómo van las jornadas laborales en la región?
- México: Reducirá de 48 a 40 horas de manera gradual durante el actual sexenio.
- Perú: Mantiene una jornada máxima de 48 horas semanales (8 horas diarias), sin reformas en curso.
Otros países:
- Chile: En proceso de implementación de la reducción de 45 a 40 horas, aplicándose por etapas.
- Colombia: En plena transición hacia las 42 horas semanales, que se terminarán de aplicar en 2026.
- Argentina: 8 horas diarias / 48 horas semanales como régimen general; se consideran excepciones por actividad.
- Brasil: Se aplican máximo 44 horas semanales (8 horas/día); se consideran horas extras reguladas.
- Bolivia: Según la Ley General del Trabajo se puede trabajar máximo 8 horas diarias / 48 semanales. Un régimen similar al de Perú.
- Paraguay: Jornada diurna de 48 horas semanales; nocturna y mixta tienen topes menores.
- Uruguay: Entre 44 y 48 horas semanales según sector (comercio vs. industria).
- Venezuela: Marco general establece 40 horas semanales para jornada diurna.
- Ecuador: 40 horas semanales (8 horas/día); pago de suplementarias.
- Estados Unidos: No hay tope máximo legal. El estándar laboral es 40 horas semanales con pago de overtime por encima de ese límite.
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¿Es aplicable una reducción de jornada en el Perú, con aumento salarial?
Consultado por Gestión, el abogado laboralista Jorge Toyama señaló que, si bien existe una tendencia global hacia la reducción de la jornada de trabajo, las condiciones estructurales del Perú distan de las mexicanas.
Explicó que el trabajador peruano produce tres veces menos que el mexicano y que, a diferencia de México -donde prima un esquema por resultados-, en el Perú la productividad depende mucho más del tiempo efectivo de trabajo, especialmente en sectores de servicios, comercio e industria no primaria. Por ello, reducir horas sin mejorar productividad “haría que la empresa produzca menos y que el trabajador gane menos”.
Además, advierte que cada día no laborado tiene un impacto significativo: “Cada feriado le cuesta al Perú alrededor de 0.2% del PBI”, lo que refleja la dependencia de la economía peruana respecto al tiempo de trabajo. A esto se suma la alta informalidad: Perú es “50% más informal que México”, por lo que una reducción de jornada afectaría directamente solo a unos 2.7 millones de trabajadores formales de gran empresa, mientras que el resto del país -informales, microempresas y sector público- apenas sentiría el cambio.
El abogado Carlos Cárdenas, opina lo siguiente:
“El atractivo de la jornada reducida es que los trabajadores mantienen el mismo nivel de salario, aunque trabajando menos horas. La experiencia comparada sugiere como efectos positivos el incremento del bienestar laboral, como disminución de la fatiga, cansancio y del ausentismo laboral. Sin embargo, también es importante resaltar que la disminución de la jornada supone un incremento de los costos laborales, pues la hora de trabajo pasa a tener un valor mayor. El reto en ese contexto es mantener la productividad”.
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El especialista Toyama también remarca que el sobrecosto laboral peruano es uno de los más altos de la región, llegando a entre 40% y 50% dependiendo del sector.
“Si se reduce la jornada sin atacar esos sobrecostos, se volvería aún más costoso contratar y se incentivaría más informalidad”, afirma.
Respecto al salario mínimo, señala que no es viable elevarlo nuevamente en el corto plazo: “El mínimo vital ya subió este año; lo que se necesita es una ley clara que establezca que solo pueda ajustarse cada dos años”.
Finalmente, Toyama concluye que una fórmula como la mexicana -aumento del salario mínimo junto con reducción de jornada- no es imposible en el Perú, pero sí tendría efectos muy severos.
“Si no se resuelven primero los problemas estructurales, sería un golpe durísimo a la productividad y a la formalidad”, advierte.
“La informalidad genera que estos trabajadores tengan menos capacitación y una perspectiva de desarrollo limitada, lo que afecta la posibilidad de mantener la productividad con una jornada menor”, es la conclusión de Cárdenas.

Escribo sobre política, economía, defensa y afines. Nueve años contando historias y analizando problemáticas en prensa escrita, radio y televisión.








