BOGOTA (AP).- Una larga secuencia de vibrantes murales saluda a las personas que se dirigen desde el principal aeropuerto de Bogotá hacia las empedradas calles del centro histórico.
Pero la explosión de los grafitis en Colombia surge de una tragedia. En 2011 la policía mató de un disparo al grafitero Diego Felipe Becerra cuando plasmaba su marca Félix el Gato sobre una pared.
El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, respondió despenalizando la pintura de grafiti e incluso ofreció varios edificios públicos como lienzo donde plasmar sus obras. La iniciativa recibió un espaldarazo del cantante canadiense Justin Bieber, quien se detuvo a pintar en las paredes de Bogotá después de un concierto escoltado por la policía en 2013.
La novedosa legislación en Bogotá respecto al arte urbano contrasta con la de otras ciudades latinoamericanas. La municipalidad de Buenos Aires elevó las penas por pintar en la calle y lo considera vandalismo. La alcaldía de Lima, por su parte, ordenó borrar los grafitis de varios artistas urbanos.
"Es una manera de cambiar la perspectiva social de la ciudad y hacer un regalo a la gente", dijo Nicolás Castro, un artista de 21 años que trabajó durante 30 días en el mural del premio Nobel de literatura.
Pero incluso dentro de una legislación muy permisiva, la ley aclara que edificios como iglesias, monumentos nacionales, patrimonio público o señales de tráfico no pueden ser pintados y se fijan sanciones para quien lo haga.