El término fue acuñado por primera vez en el año 2007 por Kate Fletcher, del Centro de Moda Sostenible en el London College of Fashion, siguiendo el fenómeno del movimiento Slow Food.


El Slow Fashion inicialmente nació a raíz de ver la moda de un modo diferente por parte de los consumidores y fue también respuesta en contra de lo que se denomina Fast Fashion.


Actualmente, sugiere una revisión completa del consumo y la producción en el mundo de la moda y está influyendo tanto en pequeños como renombrados diseñadores, así como en las marcas a nivel mundial.


Este movimiento se aplica a las prendas elaboradas por el propio consumidor, las fabricadas en pequeños talleres y las prendas artesanales.


En un artículo publicado por la Revista Marie Claire del año 2017 titulado “No asociaremos moda con comprar”, Fletcher señaló que “dentro de 20 años, nos habremos emancipado de la idea que conecta moda con comprar.


La moda es muchas más cosas, no solo adquirir nuevas prendas; cada vez tenemos más productos, pero no sabemos nada de ellos: de donde vienen, quién las ha producido, cómo las hacemos durar”.


Esta ideología alienta a los consumidores a comprar menos prendas, y que las que sean adquiridas sean de mayor calidad, fabricadas dentro de procesos más sostenibles y en un medio ambiente limpio.


Características
Es por ello que las características de un producto Slow Fashion son que la prenda sea fabricada con materiales sostenibles de alta calidad, tener pocos estilos o estilos específicos por colección, y regularmente se encuentran en tiendas más pequeñas –como boutiques, en lugar de grandes cadenas de almacenes.


Así, los textiles utilizados en estas prendas pueden ser naturales o sintéticos, destacan por ser únicos en su calidad y diseño, conservan su valor a lo largo del tiempo y permiten que el consumidor exprese su estilo con esa prenda.


Si bien es cierto existen actualmente los conceptos de Moda Sostenible (también llamada Eco Fashion, Eco–Friendly o Green Fashion) y Moda Ética, a pesar de ser diferentes, están ligados a la corriente de Slow Fashion.


Por Moda Sostenible se entienden los efectos que tiene la producción de vestimenta en el medio ambiente, incluyendo, por ejemplo, el uso de pesticidas en el cultivo de algodón u otros tejidos naturales y sostenibles, el tratamiento del agua y los desechos, o el uso de reciclados, entre otros.


Por otro lado, la Moda Ética concierne directamente a los derechos humanos y vela por todo el proceso de producción, abarcando cómo se cultivó el algodón, el trato a los trabajadores en las fábricas y si en esta cadena de producción se detectó, por ejemplo, trabajo infantil, abuso de trabajadores o esclavitud.


Uno de los fines de la corriente Slow Fashion es prevenir el impacto ambiental y social, y para los consumidores que siguen esta tendencia es importante reducir los efectos negativos que tiene la industria de la vestimenta, por lo cual reducen su consumo y adoptan diferentes medidas como reciclar prendas o reducir sus hábitos de compra.


Los seguidores del Slow Fashion consideran que el consumo rápido requiere formas de producción más rápidas que incluyen impactos ambientales y relaciones laborales dudosas, por ello buscan más allá del atractivo de la alta y barata rotación de la ropa de moda y se centran en la calidad y no en la cantidad.


Asimismo, los simpatizantes de este movimiento han señalado un mes de concientización denominado el “Slow Fashion October”.


En este mes, fashionistas y bloggers comparten en redes sociales sus “armarios cápsula” o prendas básicas de vestir simples combinables y duraderas, con diseños y estilos atemporales (y en muchos casos, confeccionadas por ellos mismos), y cuyo propósito es servir de inspiración a otras personas y crear conciencia de que la ropa no tiene que ser usada y desechada al pasar una moda.


Tendencias
Entre las marcas y diseñadores que siguen el movimiento Slow Fashion en los Estados Unidos se encuentran Mara Hoffman, Cienne, Rachel Comey, Reformation, Apiece Apart y sus productos que van desde ropas de baños a vestidos a crochet son vendidos en tiendas como Nordstrom.


Según el portal Sharecloth.com en un artículo de diciembre del año pasado titulado “Informe de sobreproducción e infografía en la industria de la vestimenta 2018”, un consumidor en Estados Unidos compra alrededor de 70 piezas de vestir al año, más del 50% de los productos de Fast Fashion se desechan en menos de un año y anualmente 12.8 millones de prendas de vestir son desechadas.


Estos resultados están generando que más consumidores adopten una posición más crítica y reevalúen su comportamiento y decisiones de compra.


Hoy en día, en el mundo de la moda, las generaciones Z y Millennials son los que marcan las pautas – a diferencia de otras generaciones, dando mayor atención y siendo más conscientes en lo referente a las prácticas sostenibles y éticas que asumen los fabricantes de prendas de vestir.


Además, dan un valor especial al momento de la compra y prefieren adquirir una prenda de vestir con un precio superior a cualquier prenda fast fashion, buscando, no obstante, que pueda ser utilizada en varias temporadas y que su procedencia sea conocida (producto sostenible y ético).


Por su parte, de acuerdo al estudio “El Estado de la Moda 2019” elaborado por McKinsey y the Business of Fashion, una de las tenencias en la industria de la vestimenta es el cambio de consumo, y lo señala como “un despertar” en las generaciones más jóvenes debido a las causas sociales y ambientales, lo que va a llevar consigo que las empresas tengan un propósito fundamental para atraer con sus marcas tanto a los consumidores como a los talentos.


También señala que los consumidores de algunos, pero no todos los mercados, recompensarán a las empresas que adopten una postura firme en temas sociales y ambientales más allá de la tradicional corporación con responsabilidad social.


Oportunidad
De acuerdo a lo mencionado, el movimiento o tendencia Slow Fashion podría considerarse una oportunidad más en la industria de la vestimenta y artesanía en el Perú, teniendo en cuenta la tradición textil y artesanal, abarcando distintos actores desde una comunidad o asociación de tejedores hasta diseñadores.


A su vez, se tiene que tener en cuenta que, para que un producto slow fashion peruano pueda competir en el exterior, es necesario que los productos sean elaborados bajo estándares internacionales de calidad.