Arturo Planell es gerente general de Visa Perú y extenista profesional. El ejecutivo asegura que este deporte es parte de su “ADN familiar”. Compitió en el equipo nacional de España y en la primera división americana.
Si bien las raquetas fueron parte de su vida por mucho tiempo, Planell finalmente decidió concentrarse en la administración de empresas, la tecnología y su familia.
¿Cómo despertó su gusto por el tenis?
Mi papá fue campeón nacional de tenis en México. Jugaba un torneo en Madrid cuando me ofrecieron la oportunidad de competir en Estados Unidos, pero sin perder el tren académico. En ese entonces recién terminaba el bachillerato. Me pareció buena la opción y me aventé.
¿Por qué decidió dejar de competir profesionalmente?
Pasó el tiempo y me lesioné un poco la espalda. Además, el tipo de vida itinerante de un deportista en el circuito profesional de tenis era algo que no necesariamente encajaba con mis expectativas. Pasó de ser el centro de mi vida a convertirse en parte del ocio.
¿Recuerda cómo inició su experiencia profesional?
Terminé la carrera a los 22 años, en Estados Unidos. Entré a un programa de desarrollo profesional en el que me rotaban de segmentos. Cubrí la industria farmacéutica, automotriz y otras. Cuando acabó esa experiencia me contrató un banco de inversión. Luego, me llamó Visa. Llevo 13 años en la compañía.
¿Viaja constantemente por temas laborales?
Desde el principio tuve proyectos en distintos continentes. Los últimos siete años, antes de mi llegada a Perú en 2019, estuve en Asia Pacífico. Primero cubrí el norte en Japón, Corea, China, Taiwán, Hong Kong y Macao. Luego, todo el sur asiático en Tailandia, Malasia, Singapur y Myanmar. Apoyé la apertura del mercado de este último, pues estuvo cerrado por una dictadura militar.
¿Cómo asumió ese reto?
Fue una oportunidad increíble. Empezamos el negocio desde cero. Entramos con la última tecnología, sin proceso de transición y la gente se adaptó. Myanmar se convirtió en el laboratorio de Visa en Asia Pacífico. Siempre miraré esos tres años como los más especiales de toda mi carrera.
¿Le resulta difícil adaptarse a las culturas?
Mi padre es mexicano, mi madre es española. La familia siempre dio rumbos por todos lados. Tengo tres pasaportes. El español, el mexicano y el americano. Mi esposa es taiwanesa. En casa se habla siempre el español, el mandarín y el inglés. Mi hogar es donde está mi familia. Además, la cultura latina es muy similar a la asiática, aunque no lo parezca.
¿Cómo toma la familia esos cambios?
Mi esposa es gran parte de que nos vaya tan bien como pareja. La aventura nos gusta mucho. Ella me acompañó en todos los procesos porque nos conocimos en la universidad. Pero ahora tenemos dos hijos. Una de cuatro años y otro de dos. Eso tiene consideraciones un poco distintas.
¿En qué sentido?
De alguna manera se piensa que estos cambios pueden generar distanciamiento o falta de raíces. Mudarnos a Perú fue fácil porque son chiquitos. Habrá que ver qué nos piden nuestros hijos más adelante, los requerimientos cambiarán y tendremos que adaptarnos.
¿Qué retos se le presentan como líder en esta crisis?
El distanciamiento físico con el equipo. Esto nos fuerza a cambiar nuestros esquemas. Pero mirándolo de manera positiva, hemos encontrado cercanía en la distancia cuando fusionamos el mundo profesional y personal. En llamadas vi hijos, perros, gatos. Nos conocimos desde un ángulo diferente.
¿Cómo lleva esta situación en casa?
Me costó con mi hija de cuatro años porque no entiende aún el concepto de teletrabajo. El más pequeño se divierte con todo. Este tiempo ayudará a modificar nuestra manera de pensar y vivir. También para pasar más tiempo en familia y no dejar pasar esos momentos.