Antonio Yonz Martínez, Periodista económico y fanático del tenis
Si las cosas siguen mejorando, la economía peruana habrá perdido a un ingeniero de minas salido de una universidad prestigiosa por su rigurosidad académica. Pero la sociedad peruana habrá ganado a un deportista que está adquiriendo prestigio por la disciplina con que encara su carrera.
Cuando terminó el colegio, Juan Pablo Varillas ingresó a la Pontificia Universidad Católica del Perú, pero como ya comenzaba a destacar en el tenis local, tuvo que dejar en stand-by sus estudios superiores. Cambió las aulas de concreto de la PUCP por las canchas de arcilla, y aunque al principio los resultados no eran los esperados –incluida una temporada de entrenamiento y competencias poco productiva en Barcelona–, persistió, gracias sobre todo al apoyo emocional y económico de su familia. Hubo cinco o seis años en que no ganaba ni un dólar, ha señalado el propio “Juanpi” (para los amigos y su creciente legión de hinchas peruanos).
El tenis es un deporte caro. Una buena raqueta cuesta US$ 200, y un par de zapatillas, US$ 100, y solo duran un mes (las de arcilla) o dos semanas (las de cancha dura). A eso hay que sumar la ropa y la alimentación, que también son especializadas si uno quiere ser profesional, y para estar en la élite, hacen falta entrenador(es), preparador físico, kinesiólogo, nutricionista, representante y hasta sicólogo. Si un futbolista sufre una lesión grave, su club le sigue pagando por el tiempo que permanece inactivo. Si a un tenista le ocurre lo mismo, al no poder competir, no percibe ingresos y pierde puntos y posiciones en el ránking.
Esos obstáculos son mayores en un país como el Perú, donde el deporte en general y el tenis en particular no reciben el apoyo necesario del Estado ni de las empresas, lo que crea un entorno poco propicio para que un joven talentoso se convierta en tenista de alta competencia. Así que hace seis años y medio, Juan Pablo decidió instalarse en Buenos Aires. Es que Argentina, a pesar de todos sus problemas macroeconómicos, es potencia en muchos deportes y ofrece condiciones para hacer carrera: hoy tiene a seis tenistas en el Top 100 del ránking de la ATP (el circuito masculino). Perú ha tenido a cinco en total desde que se instauró la lista, en 1973.
Desde que se mudó, el ascenso de Juan Pablo ha sido sostenido –su entrenador, Diego Junqueira, y su preparador físico, Matías Rizzo, son argentinos–. Primero en los challengers (la segunda división del tenis mundial), hasta que logró entrar al Top 100, en agosto pasado, con lo que mejoraron sus chances de participar en los torneos ATP y los Grand Slams.
El gran salto lo dio hace dos meses, en Roland Garros, el Grand Slam en arcilla, cuando llegó hasta la cuarta ronda (los 16 “sobrevivientes” de los 128 con que arrancó el torneo), algo que no conseguía un peruano desde Jaime Yzaga, en 1994. Este está siendo su mejor año, pues también clasificó a su primera semifinal en un torneo ATP, en Buenos Aires, y ha alcanzado su mejor ránking (No. 60). Con las condiciones físicas y tenísticas que posee, además de su espíritu competitivo, parece que habrá Juanpi para rato.
Claves
· Fortaleza. No rompe raquetas, ni se enfrasca en discusiones con los jueces de silla ni con sus rivales. Y respeta las reglas.
· Debilidad. Aún le falta mejorar su interacción con los fans, sobre todo con los más pequeños, pues no suele firmar autógrafos al terminar los partidos.
· Oportunidad. Poco a poco, está superando su timidez. Eso le permitirá captar más hinchas, aparte de los peruanos, y más auspiciadores.
Dato
· Lleva ganados US$ 1.17 millones (antes de impuestos y gastos). Más de la mitad (el 53%) la obtuvo este año.