Por Peter Yamakawa
Decano de ESAN Graduate School of Business
La pandemia de la COVID-19 agudizó los problemas de conectividad en el país y evidenció la falta de digitalización y una cultura ágil en las entidades públicas y en el sector privado. En este contexto, urge que se acelere el desarrollo del Sistema Nacional de Transformación Digital que fue lanzado a inicios del 2020.
La idea de impulsar la transformación digital en el Perú no es reciente. En el 2017, la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) ya había conformado una Secretaría General de Gobierno Digital. Pero más allá de las buenas intenciones por parte del Gobierno, en la práctica la implementación de este cambio no es tan fácil en el sector público ni en el privado.
Para empezar, debemos desterrar el mito que la transformación digital solo implica la adquisición de tecnología de punta. Es necesario que los líderes organizacionales, así como todos los servidores públicos o trabajadores de las empresas, cambien de mentalidad para que esté orientada a:
· Crear valor público hacia el ciudadano en el caso de las instituciones del Estado.
· Crear una experiencia integral en el cliente, en el caso de las empresas.
Como puede apreciarse, el mayor reto está en generar un cambio cultural y organizacional, así como construir capacidades a través de tecnología, procesos y personas. Las herramientas digitales solo son un apoyo para lograrlo y una vía para gestionar la gran cantidad de información que implica esta visión.
Beneficios principales
Un Estado digitalizado puede aumentar en gran medida la calidad de los servicios que le ofrece al ciudadano y mejorar su experiencia. Al mismo tiempo, se ahorraría tiempo y costos, se incrementaría la productividad y, sobre todo, la interoperabilidad. Este último término implica la integración de información de distintos sectores en una sola plataforma.
Si todos los sectores productivos del país empleasen una misma infraestructura para gestionar su data, se ahorrarían mayores recursos financieros y se aumentaría la eficiencia y eficacia en el servicio. A su vez, el ciudadano podrá acceder con mayor facilidad a esta información, aumentando su confianza en el Gobierno.
Otro de los beneficios de la transformación digital del Estado sería el impacto que tendría en el sector privado. Con una política nacional se contribuiría a que el país cuente con empresas más comprometidas y preparadas para ofrecer una mejor experiencia al cliente, se gane en competitividad empresarial y se tengan las condiciones para el surgimiento de nuevos modelos de negocios que atiendan las necesidades actuales de las personas y de las mismas organizaciones.
Sectores prioritarios
El plan de transformación digital debe priorizar tres sectores: educación, salud y telecomunicaciones, los mismos que se encuentran conectados entre sí, ya que un mayor desarrollo de banda ancha (telecomunicaciones) permite un aumento de servicios, como la educación a distancia y la telesalud, además de incidir positivamente en el producto bruto interno (PBI).
Lamentablemente la realidad que vivimos es totalmente opuesta. Tanto nuestros docentes como médicos en zonas rurales prácticamente no tienen acceso a tecnología ni información en tiempo real, lo que limita su trabajo. Un caso a tomar como ejemplo, es la gestión de la salud en China. Los médicos de Wuhan hicieron diagnósticos muy precisos a distancia, cuidando su salud, gracias a la tecnología 5G.
Retos pendientes
La transformación digital debe iniciarse cuanto antes en los sectores mencionados y luego ir incrementando progresivamente su alcance. Para ello, es necesario que tanto el Gobierno (presidente y los ministros), como todos los actores del ecosistema (empresas, la Academia, sociedad civil) estén comprometidos de igual manera y tengan una actitud de colaboración para generar sinergias.
Por citar un ejemplo, deben darse incentivos por parte del estado para que las empresas del sector de telecomunicaciones inviertan más en infraestructura tecnológica y amplíen su cobertura a lo largo del territorio peruano, sobre todo en zonas rurales. Al mismo tiempo, se necesita trabajar con la Academia para que exista una alfabetización digital que permita generar conocimientos y aptitudes digitales, así como evitar que se generen mitos sobre la tecnología, como por ejemplo el impacto negativo de las antenas 5G.
La elaboración y ejecución de un plan nacional de transformación digital debe estar acompañada de un liderazgo digital fuerte y el fomento de una generación de capacidades a través de la alfabetización digital. Es fundamental que exista un cambio cultural en la sociedad y para ello la educación es clave para que niños, jóvenes y adultos adopten aptitudes tecnológicas y tengan una motivación para afrontar positivamente los cambios que se viene dando.
La pandemia de la COVID-19 trajo consigo la masificación teletrabajo y la educación virtual, dos aspectos que eran casi inexistentes en el país. Ambos llegaron para quedarse y es necesario que se trabaje para que más rubros se sumen, como por ejemplo el financiero y la banca electrónica.
El ruido político no debe hacernos perder de vista la necesidad imperiosa de un Estado más digital y que les ofrezca a los ciudadanos mejores condiciones de vida. Es tarea de todos lograrlo.