Por Noah Smith
Desde hace unos años, los comentaristas (incluyéndome) han pedido un gran impulso al gasto en investigación por parte del Gobierno federal de Estados Unidos.
En su libro “Jump-Starting America: How Breakthrough Science Can Revive Economic Growth and the American Dream” (Impulsando a EE.UU.: cómo la ciencia revolucionaria puede revivir el crecimiento económico y el sueño americano), los economistas Jonathan Gruber y Simon Johnson hacen un llamado a destinar US$ 100,000 millones al año para desarrollar una red de nuevos centros de investigación en todo el país.
Un equipo de Brookings Institution ideó un plan más modesto, pero no menos significativo, de US$ 10,000 millones al año, canalizado a través de las universidades.
Las grandes ideas como estas a menudo tienden a languidecer durante años o décadas antes de que los legisladores decidan implementarlas, si es que alguna vez lo hacen. En esta era de posturas partidistas, parece especialmente probable que eso suceda.
Pero, de manera sorprendente, un grupo bipartidista de legisladores está actuando en torno a la idea de un nuevo gasto importante en investigación. La Ley de Frontera Sin Fin gastaría más de US$ 20,000 millones al año en la actualización de la National Science Foundation, que pasará a llamarse National Science and Technology Foundation (NSTF), con una importante expansión en sus misiones, poderes e instalaciones.
Basándose en planes como los de Brookings, y Gruber y Johnson, la nueva dirección de tecnología de la agencia crearía una serie de centros de investigación, con sede en universidades existentes, centrados en 10 áreas clave de la tecnología. Esta es una gran iniciativa, porque aprovechar las universidades existentes generará mucho más dinero que intentar construir nuevos centros de investigación.
También ayudará a preservar las universidades de investigación y las ciudades universitarias a su alrededor. Durante las últimas décadas, las universidades han contado con el aumento de la matrícula para financiar los salarios de los docentes, los estipendios para estudiantes de posgrado, nuevas instalaciones de investigación y otras contribuciones a la investigación.
Pero es probable que las inscripciones de estudiantes extranjeros que pagan altas matrículas y la financiación universitaria estatal estén en declive a largo plazo. Por lo tanto, los fondos federales deben intervenir para sustentar la investigación, que a su vez sustenta tanto el liderazgo tecnológico de EE.UU. como las economías regionales.
Una cosa que es alentadora es que la Ley de Frontera Sin Fin también presupuesta US$ 2,000 millones al año para crear centros tecnológicos en regiones con dificultades económicas (aunque aún no está claro qué forma tendrán esos centros).
El nuevo proyecto de ley también reconoce que simplemente arrojar dinero a problemas de investigación no siempre es la mejor manera de avanzar. Muchas de las innovaciones clave financiadas por el Gobierno en las últimas décadas, incluido Internet, provienen de la legendaria Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, o DARPA por su acrónimo en inglés.
DARPA utiliza un modelo único para organizar proyectos de investigación: dar rienda suelta a los directores de programas poderosos, atraer a investigadores de diferentes instituciones y campos y centrarse en objetivos específicos. La dirección de tecnología de la NSTF propuesta tendría la capacidad de organizar proyectos similares a DARPA, además de los esfuerzos de investigación tradicionales.
Si se promulga, la Ley de Frontera Sin Fin ayudaría a revitalizar la economía estadounidense a nivel nacional y regional, y preservaría las instituciones de educación superior. Pero tiene un objetivo más importante: mantener a EE.UU. por delante de su nuevo rival, China, en la carrera tecnológica emergente.
Estados Unidos no puede mantener su liderazgo tecnológico simplemente golpeando a China con restricciones a la exportación o poniendo fin al espionaje chino; también necesita invertir vigorosamente en sus propias capacidades, tal como lo ha hecho China. Las grandes inversiones en investigación fueron una de las formas clave como EE.UU. ganó la Guerra Fría original contra la Unión Soviética y esta batalla no será diferente.
Muchas de las áreas de investigación mencionadas en la ley son cosas en las que China ha invertido fuertemente o cosas que ayudarían a la industria estadounidense a mantenerse por delante de la competencia china: inteligencia artificial, fabricación avanzada, semiconductores, biotecnología, entre otras.
Hay dos posibles preocupaciones sobre el plan. La primera, que incluso con más de US$ 20,000 millones al año, no sea suficiente para restaurar el liderazgo tecnológico de EE.UU., al menos, no si la Guerra Fría sirve de referencia. El gasto federal en investigación ha disminuido del 1.2% del producto bruto interno (PBI) a solo el 0.8% desde fines de la década de 1980 y US$ 20,000 millones representan solo el 0.1% del PBI.
Idealmente, la Ley de Frontera Sin Fin será solo el comienzo. El gasto inicial, aunque sustancial, en realidad será una prueba de concepto que se puede ampliar más adelante una vez que se creen las nuevas directrices y los investigadores aprendan a dar un uso productivo a los nuevos flujos de dinero.
En segundo lugar, a algunos científicos les preocupa que un mayor enfoque en la tecnología y la investigación orientada a una misión, al estilo DARPA, le quite valor a la búsqueda tradicional de la NSF de la investigación básica. Pero probablemente no valga la pena preocuparse por esto.
La Ley de Frontera Sin Fin en realidad aumentaría los presupuestos de las directrices científicas existentes de la NSF, que trabajan en investigación básica y enfoques tradicionales. Invertir en tecnologías aplicables y proyectos orientados a la misión es un complemento de la investigación básica tradicional, no un sustituto.
De hecho, los descubrimientos accidentales realizados por científicos que trabajan en tecnologías aplicadas pueden incluso crear nuevas direcciones para la investigación fundamental.
Un gran impulso para el gasto federal en investigación es una de las cosas más obvias que el Gobierno de Estados Unidos podría hacer para beneficiar tanto a la economía como para restaurar el dominio tecnológico del país. Este plan bipartidista es una señal muy alentadora de que EE.UU. no está conforme con permitirse perder preponderancia.