Podcast Tres minutos basta: ¿Y qué le dirías a alguien que quiere hacer del mundo un lugar mejor?
Podcast Tres minutos basta: ¿Y qué le dirías a alguien que quiere hacer del mundo un lugar mejor?

¿Y qué le dirías a alguien que quiere hacer del mundo un lugar mejor? Incomódate, aceptar a todos incomoda. Sí, le diría eso. Incomódate, aceptar a todos incomoda.

Joe Abercrombie, autor de La Primera Ley y Mar Quebrado, en su novela Medio Rey cuenta la historia de Yarvy, el hijo menor del rey, quién nació con una mal formación. Por circunstancias se convierte en heredero al trono, y vive los problemas de ser considerado “medio hombre” por faltarle una mano para ser aceptado como gobernante.

En la película “Un verano en Masuria”, Sabine, quien padece el síndrome de Asperger, comenta que con sus cualificaciones le resulta muy fácil conseguir empleo, pero que lo difícil es mantenerlo.

Viajando en tren de Madrid a Almería, tuve la buena suerte de compartir vagón con un chico de unos ventialgunos años, quien siendo sordo y con dificultad de control de sus movimientos y del habla, viajaba sólo. Consiguió valerse por sí mismo durante todo el trayecto, incluso en el vagón cafetería, donde pude ver la tranquilidad con la que la camarera se esforzaba en entender el pedido, con empatía y simpatía, mientras otros pasajeros esperaban con similar actitud.

Tanto con Yarbi como con Sabine, el entorno social no les era favorable a sus circunstancias especiales y eso les hacía más difícil gestionar el esfuerzo adicional que su propia realidad ya les exigía. Mientras que, mi anónimo compañero de viaje contaba con un entorno dispuesto a incomodarse para enriquecerse con su participación en la vida cotidiana.

Muchos líderes hablamos de inclusión. Muchas personas nos comprometemos tanto en público como en privado con la inclusión. Pero ¿hasta dónde estamos dispuestos a incomodarnos para hacer posible una auténtica inclusión?

Miremos a nuestro alrededor cuántas empresas están contratando personas que requieren de nuestra capacidad para incomodarnos en el desempeño de su trabajo.

En Barcelona, el hotel InOut Hostel desde el 2004 está gestionado casi íntegramente por personas con alguna discapacidad. El hotel Asti, en el norte de Italia, entre Génova y Turín, es atendido por jóvenes con síndrome de down.

Obviamente existen diferencias en el servicio que nos ofrecen estas instalaciones frente a otras alternativas donde no participan personas con discapacidad. Pero es justo, en esa ligera incomodidad a la que tenemos que estar dispuestos, donde nace la auténtica inclusión social.

Ser inclusivo no es aceptar a personas diferentes a nosotros. Ser inclusivo es incomodarnos por hacerles la vida mejor a personas que lo tienen más difícil que nosotros. Y eso tiene que pasar como creadores del servicio al “contratar con inclusión” como cuando somos clientes al “disfrutar con inclusión”.

Por eso creo que, si quieres hacer del mundo un lugar mejor, incomódate, aceptar a todos incomoda.