Pedro Castillo participó en el tradicional desayuno electoral en su casa, junto a su familia. (Foto: Alex Vásquez Requejo)
Pedro Castillo participó en el tradicional desayuno electoral en su casa, junto a su familia. (Foto: Alex Vásquez Requejo)

Luce siempre un sombrero de paja y un lápiz, plantea propuestas como el cierre del Congreso y acudió a votar montado en una yegua. Se trata del maestro sindicalista de izquierda radical Pedro Castillo, la sorpresa de las elecciones presidenciales de Perú que está a un paso de confirmar su pase a la segunda vuelta.

De forma sigilosa pero constante, Castillo, de 51 años, irrumpió en la recta final de la campaña en el país hasta llegar a encabezar con más de un 16% de los votos una encuesta a boca de urna publicada este domingo, al cierre de los colegios electorales.

De líder sindical a candidato presidencial

Castillo es maestro de primaria en la región andina de Cajamarca, de donde es originario, y ganó notoriedad a partir del 2017, cuando encabezó una gran huelga nacional de docentes que detuvo las clases durante tres meses para reclamar mejoras salariales y eliminar las evaluaciones al desempeño laboral de los docentes.

En esa gran movilización, Castillo lideró una facción disidente del tradicional Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP) con presuntos nexos con el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), brazo político del grupo terrorista Sendero Luminoso, algo que el candidato ha negado.

El aspirante por primera vez a la presidencia del país, se inició en la cancha política en el 2005, cuando pasó a integrar el comité de Cajamarca del partido Perú Posible (PP), del expresidente Alejandro Toledo (2001-2006).

Tras cancelar su inscripción al PP, saltó al movimiento Perú Libre, liderado por Vladimir Cerrón, un exgobernador regional con una condena por corrupción.

De hecho, Cerrón integró la plancha presidencial de Castillo como vicepresidente, aunque el Jurado Electoral Especial (JEE) declaró improcedente su solicitud al existir una sentencia vigente en su contra.

En defensa del fundador de su partido, el candidato presidencial afirma que Cerrón “ha sido condenado, no por corrupción, sino por la corrupción”, en sintonía con su plan de gobierno, que sostiene que “la corrupción es el nuevo terrorismo de Estado”.

Discurso populista y radical

Con una campaña inicialmente discreta, Castillo figuró durante meses entre los rezagados, pero su popularidad subió como la espuma en las últimas semanas, impulsado por un sector de votantes de izquierda indecisos que no terminaron por decantarse por Verónika Mendoza, la candidata de izquierda progresista que presentó el bloque de Juntos por el Perú.

Su discurso radical y populista plantea propuestas como un “Estado socialista”, una ley que “regule los medios de comunicación” y destinar un 10% del Producto Bruto Interno (PBI) en educación, cuando todo el presupuesto público del Gobierno apenas es el 14% del PBI.

Durante la campaña electoral, también advirtió que, en caso de llegar al poder, el Congreso sería cerrado si no acepta una Asamblea Constituyente para sustituir la Constitución de 1993, surgida tras el “autogolpe” del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000).

Además, Castillo promete la conformación de un nuevo Tribunal Constitucional elegido por el pueblo, en consulta popular, en lugar de por el Congreso porque, según dice, los magistrados “están defendiendo a una Constitución que ha terminado con todos los derechos y con el saqueo del país”.

En repetidas ocasiones, se ha manifestado en contra del enfoque de igualdad de género en la educación, así como de derechos sociales como el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo.

Orígenes humildes

Por radicales o poco ortodoxas que sean sus propuestas, lo cierto es que han cautivado al interior rural andino del Perú, en donde su dominio ha sido abrumador según las cifras de la votación.

El candidato se ha esforzado durante la campaña en destacar sus orígenes humildes y andinos, encarnados en el símbolo del sombrero “chotano” que siempre luce, de ala grande y hecho de paja, típico de los campesinos de su natal Chota, una provincia del norte de los Andes, pertenecientes a la región de Cajamarca.

En la mano suele cargar un lápiz gigante, que no es sólo símbolo de su profesión sino del logotipo del partido que representa.

Con el sombrero pero sin lápiz, Castillo acudió a votar este 11 de abril en la ciudad de Tacabamba, montado en una yegua que, en medio de la multitud de sus seguidores, estuvo a punto de encabritarse.