Directora de la carrera de Ciencia de Datos de la Universidad de Ciencia y Tecnología (UTEC)
La inteligencia artificial (IA) ha emergido como una fuerza transformadora capaz de impactar en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, llegando al entretenimiento, la salud, los negocios e incluso la educación. Y si bien, hemos venido conviviendo con la IA desde hace varias décadas, no ha sido hasta hace pocos meses que se levantaron las primeras banderas de alerta sobre los riesgos significativos que su vertiginoso avance está conllevando.
Un debate que recientemente se ha puesto en agenda es la capacidad de liderazgo que puedan tener los más avanzados sistemas de IA, a propósito de la reciente declaración en Naciones Unidas de un sofisticado robot que aseguró que pueden liderar mejor que los seres humanos. En este contexto, los líderes tecnológicos estamos obligados a desempeñar un rol fundamental para promover un uso responsable y ético de la IA, y sobre todo de convertirnos en líderes reales que puedan llevar hacia el mejor camino todas las ventajas que nos trae su presencia en la vida diaria.
Por ejemplo, los avances de la IA han sido notables. Gracias a sus algoritmos y capacidad para analizar grandes cantidades de datos, se ha impulsado la automatización de tareas en distintas industrias, incluso en áreas que parecían inalcanzables. Hoy en día vemos cómo podemos crear imágenes con solo solicitarle al robot, crear poesía al mismo estilo de Pablo Neruda, incluso, generar propuestas de alta calidad en el sector automotriz.
Algunos fabricantes utilizan aplicaciones como Stable Diffusion o Midjourney para los diseños de sus vehículos, otros más sofisticados para continuar desarrollando autos, camiones o tractores autónomos. No solo eso, incluso en la rama médica, recientemente un cliente de IBM desarrolló un modelo de IA predictiva para bebés prematuros que posee una precisión del 75 % en la detección de sepsis grave, además ofrece nuevos caminos para la detección del cáncer.
Esto podría pensarse como una maravilla para la humanidad porque hemos encontrado nuevas maneras de solucionar problemas como una vez lo hizo internet. Sin embargo, a medida que la IA avanza, también surgen preocupaciones sobre su uso responsable.
Uno de los principales riesgos tiene relación con los sesgos que pueden crear los algoritmos, es decir prejuicios y discriminación contra grupos específicos de la población en áreas como el empleo, la educación y la justicia, lo cual puede agravar las desigualdades que hoy tenemos. Justamente, Amnistía Internacional manifestó su preocupación al respecto y exhortó a los gobiernos a intervenir en estas situaciones que pueden atentar contra los derechos de la población.
Además, la automatización impulsada por la IA también plantea inquietudes sobre la pérdida de empleos y el impacto en la fuerza laboral, así como el incremento de ciberataques mucho más sofisticados y potencialmente devastadores.
En ese sentido, es importante contar con líderes tecnológicos que aborden estos riesgos con ética y asegurar que la IA sea utilizada para el bienestar de la sociedad. También es importante que colaboren con los gobiernos y reguladores para establecer marcos normativos adecuados que guíen el desarrollo y la implementación de esta tecnología. La transparencia en el desarrollo de algoritmos y sistemas es esencial para generar confianza en la sociedad y garantizar que se entiendan y aborden los posibles sesgos.
El futuro de la IA presenta un panorama emocionante y desafiante. Sin embargo, para que estos avances sean verdaderamente beneficiosos, es esencial que los líderes tecnológicos asuman la responsabilidad de guiar este proceso.
Esta tecnología debe verse como una herramienta poderosa que debe usarse con responsabilidad y empatía hacia las necesidades y preocupaciones de las personas. Solo con un enfoque humano y un liderazgo comprometido, la IA puede alcanzar su máximo potencial como catalizador de un futuro mejor. Un liderazgo en tiempos de inteligencia artificial es más que nunca mandatorio.