(G de Gestión) Estamos ante un nuevo problema. Ya no es la falta de propósito en las compañías (para muestra, la infinidad de workshops, consultorías o talleres que millones de marcas en el mundo siguen haciendo para encontrar su porqué). Ya los clientes, los colaboradores, los rankings, el directorio, los resultados les han demostrado a las empresas que deben tener un propósito. El problema es cuando elegimos uno cómodo, con el que no hay conflicto, real batalla, dificultad, contrapunto, porque en ese caso ya no hay nada por qué luchar, y, sin eso, no hay relevancia en ninguno de los casilleros que un buen propósito debería llenar: impacto real en la vida de las personas y en la vida de la firma. Pero, cuidado: el propósito más peligroso no es aquel que es copia y pega de la casa matriz, el que está escrito en las paredes y no en los corazones de su gente. Tampoco el que ni siquiera se recuerda, de tan etéreo que es.